El ojo de cristal
Aquel ojo de
cristal tenía la transparencia y el brillo de una mirada límpida y sin dobleces,
diáfana de puro fulgor. Tanto era así que él la seguía amando, única y
exclusivamente, en virtud de aquel ojo falso de perlas nacarado, y no del otro
sano y verdadero que le quedaba, auténtico, sí, pero absolutamente vulgar.
Verdadera naturaleza
Cuando era niña
le gustaba morderse los labios hasta provocarse llagas; las uñas hasta el
límite mismo de rompérselas; los dedos hasta hacerlos sangrar.
Ahora que ya es mayor le gusta pintarse los labios para
redefinirlos; las uñas para aumentarlas; los dedos, de negro tiznado, para
devolverlos a su verdadera naturaleza de bruja piruja.
Juegos de niños
Aquel personaje
salió de la página para tomar un poco de aire fresco. Al principio, nadie lo
echó de menos, tan secundario era el pobre, pero a partir del tercer día la
niña de ojos vivaces empezó a buscarlo con insistencia.
Transcurrida la primera semana, la pequeña iba levantando con
sus dedines todas las alfombras, no fuera que se le hubiera caído como por
descuido, el rostro bañado en lágrimas.
-¿Pero qué buscas, tesoro? -le preguntaba su madre.
-Un tete. Falta un tete -respondía, compungida, mientras el
dedito señalaba el cuento de tapas duras.
Al personaje, que por entonces se hallaba extasiado ante el
descubrimiento de una realidad tan fuera de lo común, fantástica a decir
verdad, aquel súbito desvelo de la niña le había conmovido de tal modo, que
tras vacilar unos instantes decidió regresar a su antiguo libro en calidad de
huésped. Sin duda quería complacerla.
A la niña, le bastó verificar que, de un salto, se había
metido en el cuento, para arrancar de cuajo aquella página, temblorosa aún tras
sumergirse en ella el visitante. Con sus manitas rechonchas, estrujó la hoja
sin contemplaciones, arrojándola poco después a la basura, hecha una pelota.
* Hasta la fecha, han traducido, entre otros, a Susana Camps Perarnau, Rosana Alonso, Jesus Esnaola, Ana Vidal, Manu Espada o Lola Sanabria García. ¡Felicidades a todos! Y gracias, en particular, a Félix Terrones por su mediación. La traducción es obra de Caroline Lepage. Los tres microrrelatos aparecen recogidos en La danza de las horas, Eclipsados, Zaragoza, 2012.
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