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Ciertos espíritus sobrevuelan el vértigo de la rutina con la elegancia de los ángeles caídos y la combustión de las salamandras.
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jueves, 22 de agosto de 2013
martes, 20 de agosto de 2013
Que nadie se moleste
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A veces la cabeza te la juega. Como ahora mismo, por ejemplo. Sé que carecería de sentido que me pusiera a escuchar el contestador automático cuando no me he movido de casa en toda la tarde... Y sin embargo, pensándolo bien, tal vez si salgo un rato, alguien podría llamar mientras estoy fuera (o lo bastante lejos del teléfono), de modo que a la vuelta de mi paseo (o ausencia), yo pudiera entregarme feliz a la tarea de escuchar los mensajes... en el mejor de los casos, claro. Mucho más a menudo, una voz que no soy yo me recuerda (sensata y puñetera) que lo más probable es que nadie se moleste en llamar en ningún caso, pues nadie en su sano juicio piensa acordarse de ello mientras yo no deje de hacerlo, ni de insistir como hago en daros la tabarra.
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A veces la cabeza te la juega. Como ahora mismo, por ejemplo. Sé que carecería de sentido que me pusiera a escuchar el contestador automático cuando no me he movido de casa en toda la tarde... Y sin embargo, pensándolo bien, tal vez si salgo un rato, alguien podría llamar mientras estoy fuera (o lo bastante lejos del teléfono), de modo que a la vuelta de mi paseo (o ausencia), yo pudiera entregarme feliz a la tarea de escuchar los mensajes... en el mejor de los casos, claro. Mucho más a menudo, una voz que no soy yo me recuerda (sensata y puñetera) que lo más probable es que nadie se moleste en llamar en ningún caso, pues nadie en su sano juicio piensa acordarse de ello mientras yo no deje de hacerlo, ni de insistir como hago en daros la tabarra.
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lunes, 19 de agosto de 2013
Largo como cola de tigre
Largo, como cola de tigre es el deseo. Irás detrás de él, te lo aseguro.
Con la lengua afuera y el corazón afilado.
Lilian Elphick
Nadie se libra de él.
Nadie lo ignora.
La distancia aviva su sed,
la cercanía lo colma.
domingo, 18 de agosto de 2013
Noventa y seis
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Somos intratables, entre otras razones, porque toleramos mucho mejor nuestros errores y defectos que los ajenos, tan condenadamente superfluos.
Nuestra intolerancia se cifra en que soportamos mucho mejor nuestros errores y defectos que los ajenos.
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Somos intratables, entre otras razones, porque toleramos mucho mejor nuestros errores y defectos que los ajenos, tan condenadamente superfluos.
Nuestra intolerancia se cifra en que soportamos mucho mejor nuestros errores y defectos que los ajenos.
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sábado, 17 de agosto de 2013
Noventa y cinco
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El cuento aspira a mostrar un trozo de vida, como la novela. El microrrelato, una revelación o epifanía, como el aforismo, la fábula o el poema.
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* La foto es de Albert Montellà Pellicer.
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El cuento aspira a mostrar un trozo de vida, como la novela. El microrrelato, una revelación o epifanía, como el aforismo, la fábula o el poema.
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* La foto es de Albert Montellà Pellicer.
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viernes, 16 de agosto de 2013
Noventa y cuatro y medio
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La meta del aforista radica en seguir avanzando.
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* Una ardilla cruza la ciudad de Berlín. En la foto se aprecia su cola rojiza en medio de algunos restos de nieve, el pasado mes de abril.
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jueves, 15 de agosto de 2013
Noventa y cuatro
El mayor logro del aforista consiste en desbrozar
mientras se adentra, sigiloso, en la emboscadura.
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mientras se adentra, sigiloso, en la emboscadura.
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sábado, 10 de agosto de 2013
Noventa y tres
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Ya no es sólo que la bondad esté devaluada; sino que la estupidez, esa especie de maldad ejercida de forma consciente, se halla puesta al día, felizmente revaluada entre nosotros, convertida al fin en moneda de uso corriente. Pobres de espíritu, a ver si os enteráis.
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Ya no es sólo que la bondad esté devaluada; sino que la estupidez, esa especie de maldad ejercida de forma consciente, se halla puesta al día, felizmente revaluada entre nosotros, convertida al fin en moneda de uso corriente. Pobres de espíritu, a ver si os enteráis.
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jueves, 8 de agosto de 2013
martes, 6 de agosto de 2013
Noventa y uno
Que no éramos inofensivos:
uno de nuestros aprendizajes más ingratos.
Andrés Neuman
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Luego tampoco éramos inocentes...
Sin saberlo entonces, decimos ahora,
matábamos a pedrada limpia camadas y ratas;
mientras los días alternos
preferíamos rebanar indulgentes
preferíamos rebanar indulgentes
patas y pescuezos,
exánimes ancas e irisadas colas,
exánimes ancas e irisadas colas,
traslúcidas alas, exiguos pellejos.
Sin poder saberlo, insistimos,
nuestra frágil conciencia desleía
en agua de borrajas sentimientos de culpa
porque ¡qué horror si no!
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Pero claro que sabíamos,
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Pero claro que sabíamos,
cómo no íbamos a saber,
si lo primero que aprendimos,
que se aprende por mucho tiempo en la infancia,
que se aprende por mucho tiempo en la infancia,
fue nuestra insondable,
su desnaturalizada,
capacidad para la farsa.
su desnaturalizada,
capacidad para la farsa.
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* Esta foto es de Albert Montellà Pellicer, mi sobrino mayor.
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lunes, 5 de agosto de 2013
Puente de araña
Y cuando sean
las cuatro
cruzar un puente
de cuerda
colgante
que cruja
a cada paso;
justo
en el instante
en que el suelo
tembloroso
de la tarde
se empeñe en
balancear
el mundo
de ahí fuera
sobre el abismo
filoso de la seda.
sábado, 3 de agosto de 2013
Ochenta y ocho, ochenta y nueve, y noventa
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Los pensamientos breves son proyectiles de largo alcance.
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La imprecisión aforística suele ir acompañada de una mayor exigencia exegética.
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Los pensamientos breves no son cortos, ni viceversa.
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Los pensamientos breves son proyectiles de largo alcance.
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La imprecisión aforística suele ir acompañada de una mayor exigencia exegética.
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Los pensamientos breves no son cortos, ni viceversa.
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miércoles, 31 de julio de 2013
Ochenta y cinco, ochenta y seis, y ochenta y siete
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La realidad se impone siempre y con ella, el sinsentido.
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La realidad que fosiliza espanta.
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Cada vez que el deseo busca sobreponerse a la realidad, esta se revuelve inapetente.
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La realidad se impone siempre y con ella, el sinsentido.
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La realidad que fosiliza espanta.
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Cada vez que el deseo busca sobreponerse a la realidad, esta se revuelve inapetente.
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martes, 30 de julio de 2013
domingo, 28 de julio de 2013
En la orilla, de Rafael Chirbes
Encenagados
Esta
nueva novela de Rafael Chirbes trata sobre la podredumbre cenagosa de la España
actual, con el pantano y su atmósfera tóxica en el papel de personaje principal
de la historia, en su doble vertiente de espacio físico y simbólico. No en
balde, la pequeña población de Olba a orillas del embalse funciona como
representación de la actual sociedad española, mientras el pantano putrefacto
se erige en correlato moral de sus gentes.
Por
ese entorno desfilará una galería de personajes de distintos estamentos y
condición, cuyas vidas nos ofrecen un fresco del presente a la manera de la comedia humana, y que cabría entender
como la otra cara de los sucesos relatados en Crematorio, su anterior novela. Galardonada con el Premio de la
Crítica en el 2007, en ella mostraba Chirbes un país enriquecido por el
ladrillo y la falta de escrúpulos de esa misma sociedad triunfante; esta vez empobrecida
sin remisión.
En
el arranque de la trama, Esteban, hombre sin atributos, cuida de su anciano padre
en la casa paterna, situada sobre la carpintería que ha perdido a sus 70 años, tras
entablar negocios fraudulentos con el especulador Pedrós, un tiburón que, en
cuanto ve la oportunidad, se da a la fuga con el botín.
Así,
mientras espera a que lo desposean de la casa y del negocio, apenas le queda un
mes, Esteban, narrador protagonista de este fresco coral, se dispone a repasar
su vida. Lo hace a partir de una serie de monólogos interiores descarnados que
se alternan con el diálogo mantenido con los amigos del bar y con los relatos
en primera persona de otros seres, entre los que destaca Liliana, la cuidadora colombiana
a la que Esteban ha tenido que despedir, junto al resto de sus empleados. No en
vano, estos monólogos encadenados persiguen rememorar por última vez, antes de
quitarse la vida y segar las del padre y el perro, su infancia y querencias. En
especial, la del tío Ramón, quien sin las brusquedades del padre le enseñó a
pescar y el oficio de carpintero. Pero también nos da cuenta de las privaciones
y sacrificios de su progenitor tras la guerra, una vez perdidos los ideales heroicos
en pos de construir una sociedad mejor. De hecho, mudará para siempre de
carácter y se amargará, sustituyendo los anhelos de futuro por el imperativo de
tener que alimentar a mujer e hijos, a quienes apenas querrá a lo largo de su existencia
de carpintero encanallado, hasta el punto de llegar a aborrecerlos.
La
novela se estructura en tres partes de distinta extensión. En la primera (“El
hallazgo”) un narrador omnisciente nos anticipa el desenlace de los hechos,
cuando un moro que merodea por el pantano descubre los cadáveres semienterrados
de Esteban y su padre. La segunda (“Localización de exteriores”) se centra en
esa pequeña población que habita alrededor del pantano de Olba y cuya acción discurre
entre la casa de Esteban, la carpintería y el bar básicamente, a partir del
relato caleidoscópico de distintas voces –Liliana, los escritos escondidos del
padre, Justino y Francisco, los amigotes de Esteban–, sin olvidar la del propio
narrador. Así, éste va orquestando la entrada en escena de los diferentes
personajes con la pulcritud de un maestro de ceremonias. Su estructura me ha
recordado a La colmena de Cela, tal
vez debido a esa atmósfera asfixiante que lo envuelve todo. La última parte (“Éxodo”)
está formada por el monólogo de Pedrós, en sus orígenes un peón de obra de
escaso talento y mucha ambición, que será quien arruine a Esteban y a los que
buscaron enriquecerse.
Novela
coral, En la orilla está escrita en
una prosa afilada, poco complaciente con el lector; de un realismo de tintes
expresionistas y simbólicos, de estilo resonante y lapidario. Con infinidad de
pensamientos memorables a lo largo de sus páginas. Vean un ejemplo: “La
esperanza de viudedad ha sido el gran lenitivo de la mujer” (p. 406), “Si para
algo sirve el dinero es para comprarles inocencia a tus descendientes (p. 79),
“Ningún rico medianamente inteligente practica el asesinato. Ellos no son
psicópatas. No tienen por qué serlo. Para eso, para matar y sufrir psicopatías,
tienen a sus empleados” (p. 82), “Soy aquello de lo que carezco, soy mis
carencias, lo que no soy” (p. 379). Gran, gran Chirbes.
* La reseña ha aparecido en el número de julio-agosto de la revista de literatura Quimera.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"