Se ha levantado de la cama de morros, según viene haciendo desde que descubrió que los días pesaban como losas, indiferente y desdeñosa a las quejas de su familia, que no parece cansarse nunca, esta vez por lo visto preocupados porque no hay modo de cegar esa brecha insidiosa. Así que decide acostarse de nuevo, a ver si han desistido más tarde y puede al fin. No desea otra cosa: que las noches pierdan su brillo hiriente, y los días su derroche de oscuridad.
lunes, 29 de noviembre de 2010
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Sol a media tarde
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Dejar de escuchar
el ruido insolente de la ciudad, con sus palomas airadas de vuelo rasante y
gestos de rapiña, mientras contemplo un horizonte despejado; y me deslumbro
ante su piel joven, capaz de absorber el sol entero de la tarde; acaso con la
certeza despreocupada de que la observo a pocos metros de distancia, rendido a
su calor, sin poder evitar no obstante que las piernas me tiemblen.
jueves, 18 de noviembre de 2010
Piel
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*La foto, de Cándido Del Puente, pertenece a su hermosa serie "Las misteriosas hojas de plátano".
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La hoja que
amarillea, y hasta parece que se reconcoma de puro frágil, los nervios
tensos a flor de piel, sabe:
1. que su cuerpo de
contorsionista tiene los días contados,
2. que apenas si le
quedan cuatro o cinco movimientos estériles,
3. que un día
malogrado dimitirá, dejando a su paso un rastro de baba
savia que sólo
alcance a sacar sus cuernos al sol.
*La foto, de Cándido Del Puente, pertenece a su hermosa serie "Las misteriosas hojas de plátano".
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miércoles, 10 de noviembre de 2010
Mímesis
Camina hacia la pared de enfrente sin vacilar, y al tiempo que reconoce el paisaje del fresco, constata que esos árboles pintados, con todas esas hojas temblonas, no pueden agitarse como hacen en esa recreación, de factura deliberadamente borrosa, por una simple querencia del pintor; de hecho, tampoco lo hacían el otro día, cuando vino a sentarse a contemplar la misma escena blanda, con parecidos pájaros moteados a lado y lado, y un vallado absolutamente risueño; no menos respetuoso -por cierto- con ese arbolillo que insiste en erguir su belleza en mitad del camino. Sin duda, concluye, esos árboles parecen esponjar su frescura a los cuatro vientos como una necesidad de retarle al cielo.
sábado, 6 de noviembre de 2010
Espejismo a la arena
Cuento de arena
Un día la ciudad desapareció. De cara al desierto y con los pies hundidos en la arena, todos comprendieron que durante treinta largos años habían estado viviendo en un espejismo.
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Espejismo a la arena
Y un día desaparecieron todos los pies durante treinta largos años, hundidos en la arena, con el desierto de cara. Habían comprendido que estaban viviendo en una ciudad de cuento.
* La foto fantasmal de Valladolid es de Angel G Adanero.
martes, 2 de noviembre de 2010
Con su mismo rostro
Nunca me propuse agradar como vosotras. Esas funciones subsidiarias no iban conmigo. Mi destino había sido perfilado muy otro desde el principio, determinado como estaba a achantar ánimos y bríos feroces, a fin de lograr que aquellos hombres engañosos no nos sojuzgaran en exceso; porque ¿cómo, si no, íbamos a poder hacerles frente? Mientras vosotras bailabais y seducíais con vuestros colgantes y afeites, alguien había de convencerlos de que sus esfuerzos eran vanos; persuadirlos al cabo de que su pronta derrota era cosa segura. Como la rabia que nos reconcomía el cuerpo entero. Decírselo sin aderezos, con su mismo rostro desfigurado, ese propio que guardaban bien adentro.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"