La hoja que
amarillea, y hasta parece que se reconcoma de puro frágil, los nervios
tensos a flor de piel, sabe:
1. que su cuerpo de
contorsionista tiene los días contados,
2. que apenas si le
quedan cuatro o cinco movimientos estériles,
3. que un día
malogrado dimitirá, dejando a su paso un rastro de baba
savia que sólo
alcance a sacar sus cuernos al sol.
*La foto, de Cándido Del Puente, pertenece a su hermosa serie "Las misteriosas hojas de plátano".
..
Precioso, precioso, muy emotivo. Snif.
ResponderEliminarBesos.
El único consuelo es que no sepa todo eso. Si es un consuelo no saber, que no, tampoco. La conciencia de la hoja es su misterio y su posible dolor y su cierta belleza. Y tú se lo regalas.
ResponderEliminarMe encanta la foto y su título.
Besos, sister, buen finde.
El movimiento que imprimes al visualizar los nervios y las contorsiones dan un carácter a la hoja de la que hablas. ¡Habiendo seres humanos que no lo tienen!
ResponderEliminarExtraña, hermosa y contradictoria metamorfosis.
ResponderEliminarSeguramente me equivoque (como siempre) en descifrar el verdadero significado del texto pero a mí me ha sabido a muerte hermosa e incierta vida después de ella.
Un abrazo otoñal y dorado, MegaMaga
Iluminación. Eso es lo que me han inspirado tu texto, la fotografía. Vivir la emoción del descubrimiento.
ResponderEliminarFantástico, Gemma.
Pero hay personas que suelen rescatarla y llevársela a casa. Para, al verla de vez en cuando, acordarse del momento en que la rescataron.
ResponderEliminarLa foto es muy especial, pero no creo que sin tu cuento (tu nana de dormir a viejos), la habría mirado tan bella como es.
ResponderEliminarHaces tan emocionantes a los viejos, al pensar en ellos, visibilizarlos y aceptar que tienen un sentido.
(Y tú Freia, nunca te equivocas: te colocas entre ti misma y el texto, y lo que encuentras está porque estaba o porque lo aportas tú: lectora excelente).
Me ha gustado la visión que haces de lo que siente una hoja cuando se acerca su final o de cuando ha llegado. Casi se puede sentir.
ResponderEliminarEn la pared de la entrada de mi casa hay una hoja de plátano, enorme, pegada con un esparadrapo.La encontré en la calle un día de finales de otoño. Cuando llegue a esta casa hace dos años la puse como único adorno y ahí sigue. Ella no sabe hasta cuando y yo tampoco. Morira el día en que la descuelgue y la tire a la basura. Quizá lo haga el día en que ya no viva aquí, o quizá la lleve conmigo en la maleta para continuar viaje.
Saludos
Genial lo del movimiento de la hoja como un cuerpo de contorsionista. Y ese irse, poco a poco, una vez caída del árbol. Felicidades.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lilian, esta hoja de la foto de Cándido va volviéndose poco a poco más y más calcárea. No hay vuelta de hoja. :-)
ResponderEliminarUn beso
Olga, me gustaba la idea de proyectar toda esa torpeza y lentitud, toda esa pesadez que carga sobre sí la pobre hoja en su nueva naturaleza recién adquirida. Paradójicamente, el caracol siendo todas esas cosas, es asimismo un animalillo no menos ágil y frágil. Otra ronda para ti
Elena, cualquier mutación que sufre la naturaleza es una maravilla en sí misma. Contemplando la pérdida de lozanía que comporta para las plantas la vivencia de las estaciones, no me pareció descabellado determinar que acaso también ellas padecían a su manera. Gracias y bienvenida
Freia, se me adelantó Nano y me alegra que lo haya hecho. Tus interpretaciones suelen ser siempre, además de acertadas, muy iluminadoras. Como la de hoy: efectivamente, la hoja se metamorfosea en un caracolillo. La imagen de Cándido Del Puente me dio la idea. A esa hoja de la foto no le hace falta conocer su destino futuro de caracol porque, en vida (como hoja, quiero decir) ya lo es... Besazo
Jesús, yo también lo creo. Hay un momento en cualquier transformación que se es otra cosa sin dejar de ser al mismo tiempo cuanto se ha sido. Celebro que te guste. Un fuerte abrazo
Veronica, las he visto de tantos tipos... Aquí en Berlín adquieren unos colores extraordinarios: desde el verde pajizo hasta un rojo púrpura de lo más intenso. Más abrazos
Nano, ¿y cómo no acordarse de los viejos que lograron querernos tanto? Los míos eran así. Sin exagerar: puro corazón.
Gracias por tus palabras a Freia. Se me antojan tan justas como nobles. Más besos
Ada buena, yo también guardo un par de hojas del tamaño de una mano de gigante; las pobres están más planchadas que una hoja de papel de fumar. Abrazos
Agus, celebro que te agrade esta pequeña metamorfosis vegetal. Más abrazos
No hay que dejarse engañar por las apariencias; sin ir más lejos, el otro día vi como un árbol caía de su hoja (ella vestía de amarillo perenne; él andaba desnudo de tristeza caduca).
ResponderEliminarComo un buen café, Gemma, tus palabras desvelan y predisponen. Besos luz de hace un rato.
Bravo, Josep, por tan poético -y narrativo- comentario. No sé si te das cuenta de que él solo constituye un hermoso micro. Un petó ben fort
ResponderEliminarGemma, la brevedad es un rapto de vida. La forma intuye que es efímera.
ResponderEliminarLa escritura la descubre con su piel.
Abrazos en rama.
Sergio Astorga
La piel informe se enrama en tu escritura, Sergio.
ResponderEliminarBesos
¡¡¡Bravo!!!
ResponderEliminarBaba savia: ¡eres tremenda!
Gracias por escribir.
Beso.
Jaja, Izaskun. Celebro tu regreso, y que seas una observadora tan perspicaz. Fuerte abrazo
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