Se ha levantado de la cama de morros, según viene haciendo desde que descubrió que los días pesaban como losas, indiferente y desdeñosa a las quejas de su familia, que no parece cansarse nunca, esta vez por lo visto preocupados porque no hay modo de cegar esa brecha insidiosa. Así que decide acostarse de nuevo, a ver si han desistido más tarde y puede al fin. No desea otra cosa: que las noches pierdan su brillo hiriente, y los días su derroche de oscuridad.
Cómo me gustan los reflejos, esa otra cara de la realidad. Estoy especialmente obsesionada con los charcos, me paso horas fotografiándolos. Parezco la loca del barrio.Es casi una enfermedad. Un abrazo
ResponderEliminar...y volvemos a los espejismos, a los reflejos, a la mentira tan bien disfrazada de verdad que nos engaña, hasta llevarnos al extremo de convertir nuestra vida en "Eloisa está debajo de un almendro".
ResponderEliminarBesos, Gemma.
Vuelvo a leerte hoy buscando otra interpretación en tus palabras; las he desgranado, pero no puedo buscar otra, inevitablemente me recuerda a mi padre. No es ya doloroso el recuerdo.
ResponderEliminarBesos
Araceli, jajaja. Te imagino perfectamente persiguiendo reflejos, sombras y otras flores, en busca de material y de inspiración para tus micros. Un abrazo
ResponderEliminarJesus, vaya, qué bien, Eloísa es una pieza teatral fantástica. Celebro compartir gustos contigo. Un beso
Isabel, bueno, el micro pretendía retratar a una adolescente cualquiera, en lucha con su familia, pero sobre todo consigo misma, tras un desengaño amoroso... Creo que quien más quien menos ha pasado por una situación similar durante sus años mozos... El punto de vista de la joven no implica, sin embargo, que la preocupación de los familiares sea infundada. Fuerte abrazo
Gemma, los conos de sombra son nuestros hoyos negros, todo lo absorben y no dejan salir nada. Se comen los reflejos y todo brillo. Quién está fuera del alcance del cono de sombra no sabe que la abulia es el estado natural de la nada o el vacio.
ResponderEliminarUn abrazo asombrado.
Sergio Astorga
Me gusta mucho la última frase: "las noches pierdan su brillo hiriente, y los días tamaño derroche de oscuridad". Por lo que tiene de paradójico y de verdad al mismo tiempo en el estado anímico al que se refiere el texto. Un abrazo.
ResponderEliminarHermosa micronarración, Gemma. Poética y doliente. Me ha embelesado.
ResponderEliminarEs la primera vez que paso por aquí y he leído los últimos tres micros. Tienen mucho de prosa poética, me gustan. Me llamo la atención que en los tres uses oraciones tan largas, que siempre implican un riesgo (por otra parte, muy bien sobrellevado). En particular en este micro me parece delicioso el cierre, ese cambio en la percepción.
ResponderEliminarSaludos.
Sergio, desde luego, pocas cosas son tan difíciles de combatir, y de vencer, como la abulia. Absolutamente de acuerdo contigo. Besos
ResponderEliminarManu, lo celebro. La imagen tenía que reflejar de algún modo esa idea de que, a veces, la realidad se halla manga por hombro. Gracias y un fuerte abrazo
Javier, jaja; si te ha embelesado como dices, entonces lo doy por bueno. :-) Besos
Gabriel, muchas gracias por tus palabras y sé bienvenido. Lo que comentas me agrada especialmente porque hace tiempo que me propongo cultivar el género del micro sin renunciar a la prosa poética, tal como hicieron en su momento, salvando todas las distancias salvables, que son muchas, Rafael Pérez Estrada, Antonio Fernández Molina, o mis admirados Lorca y JRJ... Respecto al hecho de que tienda a escribir periodos largos a la hora de componer las diferentes oraciones, no sé exactamente a qué es debido, pero tienes razón. Es así, tal como dices. Tal vez se deba a esa misma búsqueda de una voz que sea capaz de atraer en la medida de lo posible, y de hacerlo por sí misma, al lector a su terreno, de arrastrarlo incluso... Un abrazo
Es de admirar que con tan poquito espacio concluyas, como si nada, estos precisos maratones sin meta (esos que te permiten seguir corriendo más allá de las previsibles pancartas). Palabras que te abren la puerta; que te dejan pasar.
ResponderEliminarSe agradece.
Un beso Gemma.
Cuando 'los días pesan como losas' no se puede ver la luz, ni se quiere. Ni se habla, ni se come. Sólo se está, se camina, se mira sin ver. Y todo es tan negro que se confunde el día con la noche, y los sueños con la realidad y el pasado con el presente... y eso duele tanto!! Luego, un día te anillan un cordel al dedo y descubres que es un globo que te hace desaparecer entre las nubes y por allí te quedas de vez en vez.
ResponderEliminarPrecioso relato, doliente. Me ha encantado.
Un saludo.
Josep, aun cuando no siempre sea posible dejar todas las puertas abiertas, para mí resulta indispensable intentarlo al menos... Gracias por tus palabras alentadoras. Más un fuerte abrazo
ResponderEliminarAda, a mi modesto entender, no son un mal lugar las nubes, sobre todo si se desea ponerse a salvo de vez en cuando... Un abrazo