martes, 2 de noviembre de 2010

Con su mismo rostro



Nunca me propuse agradar como vosotras. Esas funciones subsidiarias no iban conmigo. Mi destino había sido perfilado muy otro desde el principio, determinado como estaba a achantar ánimos y bríos feroces, a fin de lograr que aquellos hombres engañosos no nos sojuzgaran en exceso; porque ¿cómo, si no, íbamos a poder hacerles frente? Mientras vosotras bailabais y seducíais con vuestros colgantes y afeites, alguien había de convencerlos de que sus esfuerzos eran vanos; persuadirlos al cabo de que su pronta derrota era cosa segura. Como la rabia que nos reconcomía el cuerpo entero. Decírselo sin aderezos, con su mismo rostro desfigurado, ese propio que guardaban bien adentro.



9 comentarios:

  1. La sabiduría incrustada en las arrugas de los rostros y en tus palabras.

    Abrazo.

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  2. Siempre he pensado que parte del éxito de los carnavales consiste en que, a veces, las máscaras, más que ocultarnos, nos ayudan a mostrarnos como somos.

    Un beso, Gemma.

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  3. Isabel, las arrugas resabiadas mostrando verdades al desnudo; no suelen equivocarse. Besos

    Jesus, yo también lo creo: también la máscara del disfraz nos define; a veces, incluso en mayor medida.
    Un abrazo

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  4. Gemma, el gesto tiene la ventaja de fijar una convicción, que si sabes leer nos damos cuenta que el devaneo es ligero y sin destino carnoso.

    Abrazo gestual.
    Sergio Astorga

    *Excelentes fotografías, controlaste los brillos de maravilla.

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  5. Sergio, la convicción es al gesto como el ser a la máscara.
    Respecto a las fotos, no las tenía todas conmigo a la hora de evitar los reflejos, pues con tanto oro, aparecían por todas partes...
    Abrazos

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  6. Un acierto poner voz a la máscara terrible. Debe sentirse muy sola.
    Besos.

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  7. Herman, era única, esto es, no había otra igual. Mientras las demás repetían su gesto con algunas variaciones, esta en concreto te contagiaba su rabia hasta que sentías piedad.
    Un beso

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  8. Tardó siglos, pero encontró quien le diera la voz verdadera.

    Grande, Mega. Estremcido me quedé.

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  9. Lo que de veras estremecía era la máscara, Nano. Ella sola llenaba la vitrina, y hasta la sala misma en que se encontraba...
    Besones

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"