domingo, 27 de octubre de 2013

Ciento trece

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Hay quien se siente muy a gusto enfundado en su disfraz de Matón de Patio de Colegio. A esta especie no suele importarle lo más mínimo que se le vean todas las costuras. Se les reconoce fácilmente porque prefieren el desplante y la chulería al diálogo. De igual modo, aman la sospecha y la inquina en la misma medida en que desprecian la buena fe, cualquier atisbo de inocencia. Acostumbran a dejar un rastro de azufre al hablar.
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A veces

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Hoy he soñado que mi casa amanecía convertida en un zoo que daba cobijo a una marabunta. A veces resultaba incómodo, y bastante molesto, convivir con tanto bicho maleducado, pues de pronto te asaltaban procedentes de los lugares más inhóspitos; en especial cuando veía pulular por las paredes peludas tarántulas de robustas patas y oscuras pretensiones; toda una osadía. Al despertar, como ocurre a menudo cuando nos embargan las pesadillas más abstrusas, me escocía el brazo por el desliz de una picadura. De camino al baño, un cocodrilo muy simpático me ha dado los buenos días tras haberse zampado una perdiz a modo de desayuno. Esta vez su atrevimiento me ha reconfortado. 
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viernes, 25 de octubre de 2013

Ciento doce

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Amemos el silencio, y algo se oirá.
Dionisia García
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En el silencio oímos, amplificada, la pauta de la escucha.
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jueves, 17 de octubre de 2013

A la medida del olvido

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La naturaleza agoniza en nuestro ser hasta pudrirnos, lo vengo comprobando. Veinticinco años atrás yo era pelirroja, por ejemplo, aunque ahora apenas si conserve algunos reflejos rojizos. 
Lo mismo cabe decir de quienes fuimos, de nuestros recuerdos súbitamente ovillados por el tiempo: casi por descuido, sueños y deseos se enmarañaron, falseándonos sin tino. Y la persona que creímos ser tuvo que disolverse en favor de esta versión extraña por la que hoy nos desvivimos. Inventamos un pasado a la medida de nuestro olvido.
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lunes, 14 de octubre de 2013

Eso era (y seguirá siendo)

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Primero te asaltaba una fuerte impresión de belleza, luego el vértigo y, casi de inmediato, el dolor, que se extendía hasta hacer diana. A partir de entonces estaba en boca de todos: eras pasto de las llamas.
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lunes, 7 de octubre de 2013

Sábanas de hilo

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¿Son las máscaras el escudo del alma? Es probable. ¿Qué hacer cuando llevas tiempo escribiendo en un largo pergamino de hojas doradas y de pronto se te acaba el rollo? Quiero decir: ¿qué haces entonces con tu vida? Yo me encuentro ante un dilema parecido. Desde hace unos meses, duermo sobre un colchón de sábanas acartonadas donde acuno mis sueños con avaricia, temiendo que se disipen, que se disuelvan en un limbo turbio. Para resistir un poco me he rodeado de cosas y pensamientos mullidos: de ese colchón, por ejemplo, pero también de una almohada de plumas, un cojín con pompones, una alfombra persa, y de un buen pliego de sábanas de hilo bañadas en suavizante, aunque los días terminen acartonándose de todos modos. Escribir mientras vives no me ha costado nunca verdadero esfuerzo. Pero ahora la situación es tan otra: ahora, de hecho, desde hace apenas unas semanas trato de vivir mientras escribo; cambiaron las tornas de golpe: nada resulta más difícil. 
Así que cuando hube terminado el pergamino decidí seguir escribiendo en sábanas de hilo, aunque enseguida tuve que dejarlo: por extraño que parezca se habían vuelto rígidas como lona gruesa. Entonces me he recostado en el suelo sobre varios almohadones y me he propuesto continuar en la alfombra, a sabiendas de que su textura podía resultar menos propicia. Pronto he descubierto que si reseguía el contorno del dibujo, mi vida se emborronaba levemente. Al final su naturaleza simpática ha dado en revelar mi destino: vivir tumbada en una alfombra persa no garantiza ningún cumplimiento, sueño alguno.
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sábado, 5 de octubre de 2013

Ciento once

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La lucidez a menudo nos enfanga y empantana, cuando no entierra. De ahí que nos aterre.
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martes, 1 de octubre de 2013

Ciento diez

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Las máscaras 
son 
el escudo 
del alma.
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* Estas máscaras son obra de Susana Pozo
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domingo, 29 de septiembre de 2013

Ciento nueve

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Cuantas más cosas creo saber, más desandado me parece el mundo. 
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sábado, 28 de septiembre de 2013

Viaje imaginario al Archipiélago de las Extinta, de Susana Camps


Islas de microrrelatos

Este es uno de esos volúmenes de narrativa breve, el primero de su autora, en los que conviven el cuento y el microrrelato, aunque predomine claramente el último. Compuesto por setenta y cinco piezas, Susana Camps arma un libro equilibrado que divide en cuatro partes. El título remite al amplio territorio de la literatura, capaz de abarcar todos los tiempos y espacios posibles: desde el pasado remoto con que se inicia el volumen hasta el futuro sideral con que termina, no menos cargado de misterio. El libro se inicia en los paratextos, cuando la autora propone una definición entre académica y literaria para el concepto de Archipiélago de las Extinta, en la que nos desvela la ordenación del material narrativo: «Explorado por primera vez en tiempos de la invención de la tinta, las sucesivas colonizaciones y la llegada del progreso provocaron su transfiguración electrónica». Asimismo, el microrrelato introductorio se disfraza de «Galerada» y nos convierte de golpe en lectores polizones de unas galeras que surcarán los mundos ignotos del siglo XVI, escenario de toda esta primera parte. No en vano, son frecuentes las piezas cargadas de juegos lingüísticos, dobles sentidos e ironía.
            
El micro siguiente, «Exploración», nos brinda asimismo el sentido de este primer recorrido por el libro. A lo largo de esta sección la autora alterna piezas autónomas que son como divertimentos de fuerte carga metafórica, trascendiendo siempre el asunto marítimo tratado («Moluscos», «Leyendas marinas», «Lobo de mar» o «Efemérides», donde el juego con el lenguaje al modo cortazariano resulta hilarante; también «La cita», «Finis terrae» o «Encomienda», pieza que se adentra en lo maravilloso con un desparpajo cercano al cuento de cierre), con otras piezas que sirven, sobre todo, de hilo conductor: tal es el caso de «Exploración», «Casi bicentenario del nacimiento de Woodsthrough», «Ambicioso y peregrino», «Miografía de Robert L. Svenson» o «La flor de Pensang», un cuento fantástico muy bien escrito que rezuma maravilla, erotismo y espíritu aventurero.
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Si la primera sección («Hacerse a la mar») se centra sobre todo en diversas experiencias de viajeros y exploradores de siglos pretéritos, destinadas a cartografiar nuevos mundos y ensanchar horizontes y miras; la segunda parte («Hacerse a las letras»), se dedica a profundizar en el territorio libresco de la ficción. El micro que la encabeza, «Abducción», así lo demuestra. «Página perdida del libro de Shafir», de estirpe borgiana, es un claro ejemplo del mundo como libro, metáfora barroca por excelencia donde la vida humana se compone de diversas páginas. Por ellas desfilan ahora distintos héroes literarios: personajes moriscos (así en la pieza anterior o en «Romancero fronterizo»), anónimos como el testigo que sale en defensa de Lázaro de Tormes, acusado de robar, y en cuya historia asoma Celestina («Averiguación fiscal»); novelistas grandiosos como Cervantes, quien en «Pelea en el mesón», hecho un Quijote, arremete contra quienes lo injurian y no le dejan escribir; o inquisidores de la talla de Francisco de Cisneros («Esperanzas cortesanas de Fabio»). Esta parte se completa con la aparición de seres mitológicos como Pegaso («Gravidez») o «Narciso» junto a otras piezas de factura metaliteraria.
            
La tercera parte («Mensajes hallados en una botella») reúne las mejores narraciones del libro: 27 piezas donde la temática se vuelve familiar o doméstica («Hermano», «Hacerse hombre», «Bondad» o «Días de gloria»), sin que falte en ellas la ironía o un fino sarcasmo. Otras veces la autora hace un uso comedido de la elipsis: «El otro lado» y «Tránsito» me parecen redondas en este sentido. Casi todas son excelentes: «Decepción», «Gemelos», «Mi reino por un caballo»… La cuarta y última parte, «Retorno por la ruta astral», alude a escenarios de ciencia ficción o, cuando menos, futuristas. La señora María, el McGuffin del libro, aparece de nuevo junto a otros antihéroes de la más variada especie. «Fertilidad de las almas», el último micro, anticipa el contenido deslumbrante del cuento que cierra el libro. Susana Camps emplea un lenguaje preciso de amplio espectro capaz de adentrarse en los recovecos insólitos de la existencia desde varios planos a la vez: a menudo, uno literal y otro simbólico, sin descuidar jamás la importancia de lo pequeño. Un libro de mérito e interés.
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..* Esta reseña apareció publicada en el número de septiembre de la revista literaria Quimera.
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martes, 24 de septiembre de 2013

Todo uno fui

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Sé que lo amé. Cómo negarlo. 
A través suyo me vi ola, 
vorágine, relámpago;
ceniza de entre los muertos
que resucitan,
y acaso surcan los cielos, 
algún quebranto;
todo uno fui:
embate y golpe,
canto rodado.
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domingo, 22 de septiembre de 2013

Ciento ocho

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En lugar de las ideas, 
los alrededores de esas ideas. 
Por encima de los contenidos, 
las cáscaras en que van envueltos. 
Y qué decir de las personas,
de su valía profunda, 
de su valor...
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jueves, 19 de septiembre de 2013

Ciento siete

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Hoy Piglia ha dicho (*) que el cuento venía a ser una situación, mientras que la novela era, más bien, un personaje. 
Así pues, acaso el microrrelato se corresponda sólo con el avance de la situación que atenaza al personaje. (**) 
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(*) con motivo de la presentación en La Central de Barcelona de su novela El camino de Ida.
(**) Su clímax o anticlímax, por tanto.
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miércoles, 18 de septiembre de 2013

En recuerdo de JUAN LUIS PANERO


“Luz de septiembre”

No era el deseo, no era la ternura
que después de los años levemente nos roza.
No era el amor ni la feliz claridad de aquellos días, 
no era la soledad, tampoco la tristeza.
Quizá no era nada, un ligero temblor
recorriendo mi piel hasta más allá de tu sonrisa,
un instante tan sólo arrebatado al tiempo,
la desolada transparencia de unos ojos.
Torpes como el que ebrio cae al agua
y en lo irreal, titubeante, se aferra,
eligiendo fugaz entre el cansancio
y la vida que sube por su pecho,
así flotaban nuestras palabras,
así escuchábamos el silencio oculto en ellas.
Luz de septiembre tras las ocres cortinas,
luz roja resplandeciente en tus cabellos.
No era el amor, no era el deseo,
sino algo más poderoso,
la certidumbre de lo que pudo ser.
De lo que un momento en nuestras manos
poder de realidad y sueños tuvo
y que ahora, con arañado menester, nos acerca,
y nos llama, inútilmente,
lo mismo que si fuera el corazón de una campana
doblando en el silencio de la noche.


JUAN LUIS PANERO

lunes, 16 de septiembre de 2013

Ciento seis

Jeneralmente, se afirma con palabras lo que no se es con obras.
JRJ
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En la palabra y por ella se reafirma y dilata nuestro deseo de ser.
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miércoles, 11 de septiembre de 2013

Ciento cinco

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El nacionalismo es hipertrófico por definición.
Qualsevol nacionalisme és hipertròfic per definició.
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lunes, 9 de septiembre de 2013

jueves, 5 de septiembre de 2013

Ciento tres

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Recuperamos el pasado a placer a través de toda clase de historias y mitos y, sin embargo, dudamos [del carácter ficticio] del presente debido al simulacro de su inmediatez.
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lunes, 2 de septiembre de 2013

"¿Por qué está todo oscuro?"

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Suelo poner la tele mientras plancho. De ahí que estuviera peleándome con el cuello difícil de una camisa en el momento en que emitían la noticia. Una rubia platino anunciaba en perfecto estado de revista que a un chino de seis años le habían sacado los ojos de forma sanguinaria. Comercio de órganos, me ha parecido oír mientras la plancha soltaba vapor como si se quejara de algo. Luego la mujer de la tele ha seguido hablando sobre no sé qué aniversario de Michael Jackson. Y yo he vuelto también a la plancha. Por uno de mis ojos el niño ciego lloraba.
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domingo, 1 de septiembre de 2013

Ciento dos

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La naturaleza se nos rebela, nos revuelve, nos rev(u)ela. 
(Y vuelta a empezar.)
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"