martes, 7 de septiembre de 2010

De un salto

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El mar como destino último, pensó, y ya solo le quedaba desperezar sus extremidades y lanzarse de un salto a la conquista del viento. Empleó en ello toda una vida.
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martes, 31 de agosto de 2010

Limo vital


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El sol y la humedad hacen crecer, efectivamente, esos árboles de colorido ocre que tienes ahí, justo enfrente, y cuyas hojas habrán de servir de alimento a toda clase de escarabajos, polillas y garrapatas; los cuales, junto con gusanos, insectos y otros organismos habitantes del suelo, constituyen el más sustancioso manjar de pájaros y demás especies voladoras; esos seres obstinados en picotear, agujerear, ensanchar y poblar bosques enteros de hoja caduca; garantes incautos en su labor necesaria de reciclado vital.
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domingo, 29 de agosto de 2010

Cae una gota

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El mar
Salgo a la calle llovida. Una gota –quizá la única que quede en el aire- cae en mis lentes, me empaña la vista y me dice:
-Soy el mar.

Enrique Anderson Imbert, La sandía y otros cuentos,
Editorial Galerna, Buenos Aires, 1969, p. 127.

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Y el aire –quizá el mar- empaña la única vista que me ; queda la llovida en mis lentes.
-Sal al mar, me dicen.

Cae una gota en la calle.

sábado, 28 de agosto de 2010

Haber soñado


El sueño
Calisto soñó con Melibea: la soñó rendida, gozada.
Al día siguiente, de casualidad, la encontró en un jardín.
Con los derechos que le daba el haber soñado
tan íntimamente con ella, comenzó a seducirla.
Llevó más tiempo, pero a la larga fue lo mismo que en el sueño.

Enrique Anderson Imbert, La sandía y otros cuentos,
Editorial Galerna, Buenos Aires, 1969, p. 148.
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Haber soñado
Melibea soñó con Calisto: rendida, gozaba en sueños de los jardines que él le daba. Pero a la larga comenzó el sueño a ser lo mismo que el día, tan derecho. Mas íntimamente la seducía soñando con él en un tiempo siguiente.
La casualidad la llevó a encontrarse con ello.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"