sábado, 28 de agosto de 2010

Haber soñado


El sueño
Calisto soñó con Melibea: la soñó rendida, gozada.
Al día siguiente, de casualidad, la encontró en un jardín.
Con los derechos que le daba el haber soñado
tan íntimamente con ella, comenzó a seducirla.
Llevó más tiempo, pero a la larga fue lo mismo que en el sueño.

Enrique Anderson Imbert, La sandía y otros cuentos,
Editorial Galerna, Buenos Aires, 1969, p. 148.
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Haber soñado
Melibea soñó con Calisto: rendida, gozaba en sueños de los jardines que él le daba. Pero a la larga comenzó el sueño a ser lo mismo que el día, tan derecho. Mas íntimamente la seducía soñando con él en un tiempo siguiente.
La casualidad la llevó a encontrarse con ello.
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5 comentarios:

  1. El original es una maravilla, GEMMA. Y como siempre, consigues tú otra.

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  2. Araceli, Enrique Anderson Imbert es realmente bueno. Esta vez me costó seleccionar uno que fuera cortito; de tantos micros logrados como tiene. Un abrazo gordo

    A todos:
    Donde antes decía, bajo el título de "Haber soñado":
    "(...) Mas íntimamente la seducía soñando con él en un tiempo siguiente. La casualidad la llevó a encontrarse con él".

    Ahora dice: "Soñado" y "Mas íntimamente la seducía [ese sueño] haciéndola soñar con él [con Calisto] en un tiempo siguiente. La casualidad la llevó a encontrarse con ello".

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  3. Hasta que el tiempo, a modo de vulgar Celestina invertida, acaba siempre por dar al traste con todos los sueños y posesiones.
    No te lo creerás pero me gusta más tu texto malabar que el original.

    Besos de colores, Gemma

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  4. Hoy estoy torpona, querida Freia. Hace un rato he confundido el verbo "haber" con "hacer", y de ahí que no me haya quedado más remedio que eliminar la segunda versión; esa que daba como corregida. En fin.

    Menos mal que luego vienes tú y me alegras la entrada. :-)
    Muchos besos

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  5. Gemma, espero que la Celestina pueda sonar un poco conmigo.

    Un abrazo tragicómico.
    Sergio Astorga

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"