He vuelto a reconocerla. Hoy, sin
ir más lejos, estaba sentada en el banco de los borrachos. Fumaba un pequeño
cigarro a sorbos, como buscando recomponer sus fuerzas, o el ánimo intacto que
alguna vez tuvo. Fingía no haberme visto. Aunque no la conozca personalmente, suelo encontrármela a diario al
salir de casa. Si no la veo, la busco hasta dar con ella. Siempre que toma el camino que corre paralelo a la vía de la estación
Julius-Leber-Brücke se embosca para beber a solas, a sus anchas. La he visto
hacerlo en más de una ocasión. Se traga a morro el contenido de una cerveza
tibia, mientras con la otra mano arruga una bolsa de plástico. Da la espalda al
mundo para mejor empinar el codo. Es la vagabunda de Shöneberg. Una mujer de
mediana edad que parece una vieja. La mayoría de las veces, una rubia
alcohólica; otras, sin embargo, una dama solitaria y coja.
domingo, 26 de septiembre de 2010
jueves, 23 de septiembre de 2010
domingo, 19 de septiembre de 2010
Un poema de ruina
Ruina de estrofas
Esta noche, como tantas, hice en sueños un poema.
Y, como tantas también, sólo me quedó al despertar
una ruina de estrofas, de palabras. De esta ruina, trozo en clave,
estos versos como entrañas vivas, me persiguen:
"¿Y, cómo, si eres la constelación final, te has duplicado?".
Juan Ramón Jiménez, Cuentos largos y otras prosas narrativas breves,
ed. de Teresa Gómez Trueba, Menoscuarto, Palencia, 2008, p. 152.
Hice en sueños esta ruina de palabras:
un poema como tantos;
un despertar en clave de versos;
si me quedan como entrañas vivas,
de noche me persiguen sus trozos.
También eres, al final,
como esta estrofa sola;
como estos duplicados de estrofas
y constelaciones.
Y tanta ruina me arruina.
jueves, 16 de septiembre de 2010
La promesa
Enfurruñada, se
ha encerrado en su habitación de un portazo. Afuera la lluvia cae con furia,
pero ella lo tiene decidido: no volverá a salir jamás de su cuarto; lo que
necesariamente implica dejar de hablar, de comer e incluso de dormir.
Una cortina de agua cae inconsolable por la ventana pero, al
cabo, se detiene también. Aunque solo se haya asomado un ratito de nada, le ha
parecido ver pasar la vida por delante. Le importa tres pepinos:
Tampoco piensa hablarle.
sábado, 11 de septiembre de 2010
Un crimen ejemplar
Te creía mía y no lo eras.
Te quería mía y no lo serías.
Así que lo dispuse todo para que no fueras siquiera.
Te creía mía pero no lo eras. Te quería mía cuando nunca lo serías. Así que lo dispuse todo para que no fueras siquiera.
* Fotografía "Aldaba", de Juan Yanes, publicada en su bitácora El oscuro borde de la luz II. Yanes es el autor del siguiente microrrelato, audaz y brillante como todo lo que escribe.
Aldaba.- Cuando quise tocar en la puerta, la mano de hierro de la aldaba atenazó la mía. Juan Yanes
martes, 7 de septiembre de 2010
De un salto
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"