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Una mañana de
viento su cabeza se desgajó del cuerpo que la sostenía. Bajo su nuevo estado de
conciencia exenta creyó poder superarlo. Al principio su condición desorbitada
la complacía. Durante un tiempo absolutamente inconcreto aquella cabeza deambuló de aquí para allá con brío, poblando las
calles de asombro y admiración. Los niños rogaban a sus padres que les
regalaran globos como aquéllos. Verla danzar
en
su burbuja de escafandra era convencerse de su inmunidad. Pero los chicos
crecieron y su existencia desligada les parece ahora una pesadilla. En sus
viajes sólo se granjea, desde entonces, gélidas compasiones bañadas en sudor. La extraña protección que un día retuvo ya no maravilla.
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Y el cuerpo, ¿fue más feliz en su monstruosidad inconsciente?
ResponderEliminarEn la Antigüedad se las apañaban bien para ponerse cabezas de animales y vivían estupendamente como modelos de escultores.
Lo más probable es que el cuerpo muriera de pena sin esa cabeza de guía. Por lo demás, a mí me parece normal -hasta cierto punto- que la maravilla infantil no pueda seguir siendo la adulta. Es una pena y una suerte al mismo tiempo; eso creo.
ResponderEliminarBesones
La potencia de las imágenes antiguas, como la del Minotauro, me dificultaban centrarme en el texto. Cuando este hablaba de la cabeza, yo seguía prendido del cuerpo y su nueva vida.
ResponderEliminarCruzada esa barrera, te doy la razón: es una suerte, más bien, seguir el modo de la naturaleza.
Puede el relato se el producto de un sueño o puede también, ser el producto de una gran imaginación.Sea lo que fuere, me entretuvo el tiempo de su lectura.
ResponderEliminarSiento contradecirte, Gemma, pero ese cuerpo no murió de pena sin esa cabeza de guía.Muy al contrario, ejerce de presidente de una conocida comunidad autónoma y le va la mar de bien. Se rumorea que el cámara que filmó el debate televisivo de final de campaña ha entrado en irreversible locura (para qué contarte lo sucedido a la pobre maquilladora...).
ResponderEliminarUn petó d'aquest cap gros sense cap contingut que ho justifiqui...
Diana, me alegran tus palabras. Un saludo y bienvenida
ResponderEliminarJosep, jaja, pues por la cuenta que nos trae ya se podía haber quedado dando vueltas en el espacio sideral por los siglos de los siglos, amén.
Per a tu, un petó