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...1. El alquimista se ha tragado ya tantas espinas que no
alcanza a saber si es químico obstinado o afligido faquir.
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2. El alquimista se ha tragado ya tantas espinas
que no sabría decir qué le duele más:
si la garganta o la piedra del corazón.
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El alquimista se ha clavado una espina en la garganta para
actuar con verdadero sentimiento.
...actuar con verdadero sentimiento.
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*Ambas acuarelas son de Lola Valls. La primera cabeza lleva por título "Y cuando el tiempo torna impuro un rostro...". La segunda se titula "El alquimista". Las dos primeras variaciones pretenden continuar la tarea de ilustrar (literariamente) las estupendas acuarelas de Lola, siguiendo la estela de "El alquimista".
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Probablemente, el alquimista es ya una espina que se ha tragado al alquimista; o tal vez se trate de un faquir calcetín (esos que tienes los pinchos hacia dentro).
ResponderEliminarUn pe tó rap (bo i sense espines)
No sé si el alquimista era obstinado, o simplemente humano, dudando.
ResponderEliminarJosep, jajaja. Me parece que acabas de poner punto final (irreversible además) a este amago de serie sobre la figura del alquimista. :-)) Una abraçada ben forta
ResponderEliminarMaite, las espinas que se traga son un trasunto de los sinsabores de la vida. O de la necesidad de seguir intentándolo una y otra vez, dudando como bien dices. Otro abrazo
Me gustan las tres y la última especialmente, es una demostración, tanto de imagen como palabras, de la insensibilidad que podemos llegar a sentir.
ResponderEliminarBesos.
Los alquimistas lo pueden casi todo, incluso tragarse espinas y arrancar piedras por corazón.
ResponderEliminarSaludos
El primero me ha encantado.
ResponderEliminarBesos, Gemma.
Gemma, las variantes se clavan obstinadas como si las imágenes tuvieran un alquimista por cada viñeta.
ResponderEliminarAbrazo faquir.
Sergio Astorga
Isabel, muy cierto. Tenemos la sensibilidad abotargada; yo también lo creo. Besos
ResponderEliminarAda, será porque cuentan con la ayuda de Adas buenas...
Otro abrazo
Torcuato, lo celebro, gracias.
Otro para ti
Sergio, tantos alquimistas como seas capaz de percibir. Un beso