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Comienza
el verano: una algarabía de hélices, de sonidos estentóreos,
retumba y se expande por el cielo. Afuera se respira inquietud. La ciudad
condal parece un hervidero, en parte por el efecto amplificador de
las redes sociales, que desde hace días echan humo, mientras la gente rebulle y
acampa indignada, harta de tanto chorizo como nos gobierna, de tanta
desidia.
De
pronto aunque el ascua siga ahí, la alegría primera se ha esfumado. Facebook y
Twitter parecen desinflarse. O, al menos, han dejado de ser ese hervidero de
Babel, una olla exprés de voces heterogéneas y empuje suficiente como para
hacerlo saltar todo —a
la de tres— por los aires. A
una semana de que concluyan las vacaciones, la ciudad de Berlín sestea. Muy
pronto habrá elecciones y se da por sentado que la actual canciller salga
malparada (pero no).
El
verano llega a su fin cuando en el cielo empieza a escucharse, tímidamente
primero, una eclosión de hélices que aspea los aires, como si quisiera descuartizar
el mayor número de pájaros. Arde la tarde cuando principia de nuevo el
verano.
Qué bonita es la palabra "utopía".
ResponderEliminarUn abrazo desde la isla más calurosa del universo...
El largo y cálido verano como un paréntesis entre hélices devoradoras de utopías.
ResponderEliminarPero la indignación tiene las alas duras y resistentes y maniobra mejor que los helicópteros. Después de todo, quizá los sueños sobrevivan.
Un abrazo, Zauberin.
Acaba el año con agosto, es hora de hacer balance y comenzar un nuevo año en septiembre, como cada año, como cada septiembre.
ResponderEliminarGemma, el efecto de la hélice tiene el mismo que el de la utopía: gira sobre su propio eje.
ResponderEliminarAbrazos copteros.
Sergio Astorga
Aquí, en Madrid, hemos parado las asambleas durante agosto. Solo eso. Pero 20.000 personas fueron apaleadas contra el Papa (en los cuerpos de solo algunas de ellas).
ResponderEliminarY, ¡oh milagro!, los apaleadores han sido rápidamente expedientados por falta grave.
Ver para creer (es la primera vez que veo que eso pasa).
Araceli, hoy creo que ha sido el día más caluroso de lo que llevamos de verano. Un infierno. Parecía que estábamos en Barcelona. A mí también me gusta. Un abrazo
ResponderEliminarFreia, ojalá. Al grupo de indignados que se ha instalado en la Alexanderplatz le dejan muy poco margen de maniobra. Por lo pronto ya les han obligado a quitar las tiendas de campaña que habían montado, por si acaso, supongo. Tiene mérito que estos jóvenes alemanes se sientan movidos y conmovidos por las revueltas españolas. Mucho mérito en mi opinión. Ojalá los sueños les duren, al menos, un poco más. Un besazo
Manu, es cierto. Inevitablemente el año empieza en verdad tras el descanso y cierto abandono de las obligaciones... Un beso
Jaja, muchas gracias, María. Me alegra que te guste. Feliz fin de verano!
Muy bien visto, Sergio (alias Ojo avizor). Indudablemente, ambos se retroalimentan... Pero ¿cuál de los dos será el más fuerte, el más voraz?Veremos. Un beso
Nano, suena terrorífico eso que dices: apaleamientos versus Papa. No hay que ser un lince para darse cuenta de quiénes son los indefensos... Abrazos y besos!
El otoño se presume caliente, tanto más cuanto más cerca estemos del 20-N. Hermosa palabra, Utopía, pero borrosas son las líneas que la separan de la Distopía...
ResponderEliminarAunque quizá no, si pensamos en la Utopía como un proyecto ideal, y en la Distopía como su realización sobre la Tierra.
Sí, Alberto, como en Un mundo feliz, de Aldous Huxley. Gracias por tu comentario.
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