domingo, 21 de agosto de 2011

¿Saben los peces que se mojan? (1)

....
Por fin me había vuelto a asomar a la balsa de agua, seguramente una de mis costumbres más arraigadas por aquel entonces cada vez que volvíamos al pueblo con el inicio de las vacaciones, y una vez más me fue imposible distinguir nada a través de ella. Esa manía que había adquirido de asomarme a lo putrefacto significaba el anuncio prometedor de un verano diáfano, de modo que solía recibir la visión de esas aguas estancadas con un gesto ambiguo y cargado de dudas, a medio camino entre el asco y la seducción. Muy pronto iban a entregarse mis padres a la tarea de vaciar la balsa para limpiarla a fondo, concienzudamente, y mis hermanas y yo volveríamos a llenarla con el agua helada del pozo, una agua pura, cristalina y fresquísima, y no esa especie de sopa espesa y oscura, tan viscosa, que volvía opaca tu imagen reflejada. Me parecía increíble que toda esa agua turbia pudiera convertirse en el manantial en que me bañaba satisfecha, mientras sumergía los años de mi niñez con la confianza ciega de un pez dando vueltas en círculo por sus paredes internas. Allí metida aprendí a bucear y, sobre todo, a distinguir la quietud líquida del exterior tumultuoso, lleno de gritos, píos y las voces destempladas que daban siempre los adultos, sin que pareciera que fueran a cansarse nunca.

El proceso de limpiado de la balsa era laborioso y no exento de dificultad: una vez vacía, había que meterse dentro, y luego frotar con un rastrillo de púas afiladas una por una las distintas baldosas de color azul celeste que mi padre había colocado siendo nosotras muy pequeñas. La reforma de la balsa había consistido, entonces, en rebajar su altura y rematar el corte con una hilera de baldosas de color azul marino que nos permitiera entrar y salir sin dañarnos. En su interior había levantado una escalera de tres peldaños hecha a la medida de los mayores, sin duda desproporcionada con respecto a las dimensiones reducidas de la balsa, y ya no digamos las nuestras. Entrar por primera vez en esas aguas blancas al inicio del verano y descender con mucho cuidado por su escalera gigantesca era una operación que podía llevarnos su buen cuarto de hora, y de hecho no era posible hacerlo sin gritar de alegría y nervios y de pura histeria contenida, ni tampoco dejar de atropellarnos entre nosotras, empujándonos todo el rato. Ninguna quería sumergirse la primera en tan gélidas aguas.

(Continuará)
* La foto es de Isabel María González.
..

12 comentarios:

  1. Qué agradable y veraniego: la memoria sencilla, sin trampas.

    Felicidades a la fotógrafa

    ResponderEliminar
  2. Creo que nunca te había leído nada tan largo, "tan narrativo" si puede decirse así, y encima nos dejas a l'aguait... Bueno, de acuerdo con el to be continued, pero ¡no tardes!

    ResponderEliminar
  3. M'agraden aquests relats evocant temps passats.
    És el tercer o quart que llegeixo a BlogVille, rememorant experiències d'adolescència o joventut. I tots molt ben escrits.
    És cosa de l'estiu? La calor?
    S'agraeixen aquestes lectures a l'estiu, Són com un refresc.
    Espero que la continuació no trigui ;o)
    B7s

    ResponderEliminar
  4. Todavía no sé si el texto resultará finalmente tan agradable como parece en esta primera parte, con la evocación de vivencias de infancia y de verano. En todo caso, me gusta muchísimo. Y me ha enamorado el título y todos sabemos de la importancia que los títulos tienen en cualquier composición artística sea en óleo, piedra o palabra.

    Un abrazo muy fuerte, Zauberin.

    ResponderEliminar
  5. Que título atractivo, sugerente.

    El relato me ha gustado mucho, es la primera vez que vengo. Y me agrado tu forma de escribir. Una prosa ligera, amena y no por eso escueta en descripciones,
    fantástico el equilibrio, Abrazo

    ResponderEliminar
  6. Yo también quiero más y con eso lo digo todo...

    Está muy bien narrado por eso se lee sin tropezar y ´deja con ganas de más..


    Beso

    ResponderEliminar
  7. El título ya es un buen presagio y relajante seguir en esos bellos recuerdos que nos cuentas tan bien.
    Ha sido una sorpresa muy agradable seguir con el ratón hacia abajo y "hacia dentro".
    Un placer leerte.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  8. y la ortiga...¿sabe que te pincha?
    http://labocadelello.blogspot.com/

    ResponderEliminar
  9. En casa de mis abuelos, gente de huerta y sopa de ajo, había una balsa prima hermana de la que rescatas en tu escrito. No recuerdo baldosas pero si pequeñas ranas y esa sensación que tan bien describes, a medio camino entre el asco y la fascinación.
    No se te ocurra dejarnos en la balsa. Quedo a la espera.

    Un pe tó.

    ResponderEliminar
  10. Espero, por lo que promete y el buen sabor que me ha dejado, que la continuación sea pronto.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  11. Nano, sencilla y sin trampas, como tú.
    Beso

    Araceli, jaja. Vale, hecho. :-)
    Otro beso

    Susana, el mes de agosto berlinés está resultando muy narrativo. :-P
    A ver lo que me dura...
    Tercer beso

    Fra Miquel, jo també ho espero. A veure si aquest proper cap de setmana m'hi poso de valent. Moltes gràcies i una forta abraçada

    Meine Gräfin, haces bien en mantenerte en suspenso, pues eso mismo pretendía: dejaros un poquito en ascuas... Ese título.... No, mejor no avanzo nada. :-))
    Beso elevado a la quinta potencia

    Juan, pues muchas gracias y bienvenido.

    Rosana, qué bien os portáis todos conmigo. :-))
    Gracias y un beso grande

    Isabel, lo mismo digo. Esta entrada surgió en parte tras leer varios artículos sobre veranos e infancias que han ido apareciendo en diversos periódicos, y porque siempre tuve muchas ganas de emular a Nano, el memorioso. :-)
    Otro beso para ti

    Sí que lo sabe, aunque sea anónima. Por orgullosa, claro.
    El libro de microrrelatos 'Teatro de ceniza', publicado recientemente por Manuel Moyano, se abre, entre otras, con esta cita en particular:

    "El pez no es consciente del agua". PROVERBIO CHINO

    Ergo...

    Josep, jaja. Intentaré evitar que cojáis frío. A mí me encantaba dormirme por las noches con el croar de las ranas... Hoy, en cambio, cae una tormenta de miedo en Berlín.
    Dos petons

    Gracias, Ricardo. A ver si me pongo pronto. Un abrazo fuerte

    ResponderEliminar

.
.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"