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De aquella arca de Noé varada en mitad del jardín
desembarcaron plantas de todas las especies, exhibiendo una lozanía envidiable.
Bastaba apreciar con qué facilidad se reproducían y tomaban asiento. A nadie
extrañó que los habitantes de aquel jardín fueran
ganando en belleza y frondosidad. Por fin crecían satisfechos a campo abierto,
a resguardo de la intemperie de otras latitudes. Y llegó el momento de hacerse
oír bajo un mismo clamor: fueron aprobados derechos vegetales de diversa índole
en un tiempo en que cantidades de arbusto y retama provocaban frecuentes incendios
contra la oligarquía de la selva, a la sazón aliada con las peores plagas del
lugar.
Cuando parecía que aquello sólo podría enderezarlo un
huracán, el ser humano intervino al fin. Resuelto a catalogar la naturaleza
entera, ideó encerrarla en grandes naves con paredes de cristal que permitieran
la entrada de luz. A la naturaleza no le cupo más remedio que acatar la
voluntad del hombre. Ya no tiene prisa ni se impacienta inútilmente: sabe que las
épocas y las eras son ciclos de hoja caduca. Vive agazapada.
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Me encantó tu texto, Gemma. Yo sueño con vivir en un invernadero o quizás en un "veranero"..., eso sí, yo soy de hoja perenne.
ResponderEliminarUn abrazo
Lilian
Menudo rendimiento eres capaz de sacar a tu visita a un invernadero, con esta entrada y las anteriores. Es la tuya una mirada respetuosa y llena de curiosidad sobre unos seres vivos para los cuales el ser humano prepara instalaciones acondicionadas, a fin de que no les falte de nada, salvo la libertad. Sin duda habrás visto 2001: una odisea espacial, de Kubrick. Y recordarás la última secuencia, en la que el ser humano cubre sus etapas vitales en un ambiente aséptico y protegido. Tus comentarios me trasladan esa misma impresión, y esa misma inquietud que la naturaleza esconde bajo unas hojas tan pulcramente domesticadas.
ResponderEliminarGemma, me gustaría entrar en tu invernadero con una sonrisa vegetal, mas tengo un temperamento de cactácea, tal vez con el tiempo y su paciencia pueda, quizá, no lo sé,dejar la espina suspendida.
ResponderEliminarFotosíntesis en el abrazo.
Sergio Astorga
Lilian, yo también te veo más de hoja perenne... Celebro que te agrade.
ResponderEliminarUn beso
Pedro, la idea que persigo con esta serie es ir armándola hasta alcanzar un número considerable (y suficiente) de piezas. A ver si consigo formar con ellas una futura compilación. ;-)
Gracias por tus palabras alentadoras siempre.
Un abrazo
Sergio, con esta corona de pase, date por aceptado. ;-P
Un beso
No me gustaría verme en un invernadero, encerrada en esas peceras sublimes y regada por gotitas diariamente.
ResponderEliminarEn el monte, al aire libre, y soportando aire, lluvia, sol y ocasos aun a sabiendas de extinguir una especie. Así sí.
Lindo post mi Mega.
Besos.
Yo me pongo de parte de los agazapados, no lo puedo evitar. ¡Tanto invernadero ni tanto dominio! Tanta comodidad y tanta esclavitud.
ResponderEliminarNo, al menos en los cuentos, la insurrección es esperanza, aunque sea caduca, como todo lo demás. Pero, ah, ese momento glorioso...¿lo contarás?
Un beso desde mi invernadero o clínica: todos con gripe o algo así en casa. Ag. Viva el puente.
Aterradora, mi querida Gemma, va resultando esta historia vegetal de la humanidad.
ResponderEliminarNo cejes. Al fin y al cabo eres solo la mensajera y los que pasamos por aquí somos gentes que sabemos diferenciar entre la historia y quien la cuenta. Al menos yo, no te pienso culpar del inminente estropicio. Pero sí agradecerte que me lo hagas comprensible.
Eva, viendo las plantas ahí metidas no podías evitar cierta sensación de ahogo; de encierro anti-natural..., aun cuando él mismo conllevara el estudio y "protección" de ciertas especies vegetales en manos del hombre civilizado... Todo son paradojas. Un abrazo
ResponderEliminarOlga, di que sí. ;-p
A ver si surge la ocasión de relatar, como bien dices, "ese momento glorioso"... Cuídate mucho.
Un beso
Nán, en esta historia vegetal de la humanidad creo que empieza a intuirse un desarraigo voluntario del hombre, una especie de enajenación, que da miedo, sí.
Besos
Hola Gemma,estupendo este relato,me recuerda bastante a nuestra historia,la humana,quizá las plantas marchen paralelas a nosotros con las mismas contradicciones y fallos,las pobres también han sido domesticadas.Abrazo desde Granada
ResponderEliminarrodeada de placas de calefacción.
Precioso texto, Gemma. Imagino la naturaleza agazapada como felina a la espera.
ResponderEliminarBesitos.
Bambú, con el título quería plantear precisamente esta cuestión: ¿en qué consiste la supervivencia de la naturaleza y del hombre? ¿Tienen que seguir ambos, forzosamente, caminos divergentes?
ResponderEliminarBesos y disfruta de Granada
Izaskun, me gusta imaginar una naturaleza que se resiste en secreto; tal vez la revancha que se esté tomando sea el cambio climático al que asistimos...
Besos (¿todavía en Quito?)