Le bastó sentir aquella angustia para visitar al médico. Poco después, disparó su alarma la aparición de un temblor en el pulso, bastante enojoso por cierto, cada vez que intentaba escribir a mano, acompañado por una visión desvaída de cosas y personas, la cual solía atenazarle el ánimo durante horas. A la pérdida del sentido del tacto y de la vista, llegaría, casi de inmediato, la del gusto; situación que supuso un verdadero martirio; él, que siempre se había declarado un entusiasta gourmet.
Desde hace algún tiempo, vive en el más absoluto y denso de los silencios, postrado en la sima más profunda, añorando todos y cada uno de sus dolores pasados. El hastío en el que yace le resulta, a todas luces, la experiencia más aborrecible.
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¡Qué barbaridad! ¿Que has desayunado hoy?
ResponderEliminarDescorazonador pero redondo.
Un placer haberte conocido.
Un beso.
Salud y República
A pesar de haber perdido todos los sentidos, aún le queda la conciencia del aburrimiento. Nunca pensé que el aburrimiento podría llegar a ser el peor de los males, la anulación más absoluta. Revelador micro. Besos.
ResponderEliminarDemoledor. Alguien dijo con razón que el aburrimiento mataba a más gente que las bombas (¿o eran los domingos? para el caso...). Excelentes esas pinceladas.
ResponderEliminarDe siempre tuve el neurótico temor de que la muerte fuera una cámara oscura en la que ninguno de los sentidos te diera la menor información. Pero que el pensamiento siguiera funcionando, que pasado un tiempo que el muerto no puede saber cuánto es recuperara la capacidad de pensar las palabras, los recuerdos. Que en la eternidad empezara a cambiarlo todo y acabara creando un universo. Pero no le sirve de nada porque no puede ver, oír, gustar, oler y tocar.
ResponderEliminarEs una suerte que, a diferencia de tu personaje, mis temores neuróticos nunca se cumplen.
Pero, como casi siempre, en 138 palabras me has dado un buen uppercut.
Si, cuando no quede nada, quedase la conciencia y el aburrimiento, la nostalgia aunque sea del dolor, sería porque el infierno existe. ¿Existirá?
ResponderEliminarGlups.
Besos, Mega-Gema.
Si, cuando no quede nada, quedase la conciencia y el aburrimiento, la nostalgia aunque sea del dolor, sería porque el infierno existe. ¿Existirá?
ResponderEliminarGlups.
Besos, Mega-Gema.
malvada!
ResponderEliminarhace mucho sol (hoy sí) como para pensar en el aburrimiento.
no amenices mi hipocondría.
grande como siempre.
un abrazo!
¿qué tal la sombra y el sombrío?
Un martirio terrible que le quede el oîdo, para seguir escuchando el lento girar de las manecillas del reloj, sin poder hacer nada, ante tan tremendo "spleen".
ResponderEliminarMuy bueno Mega, pero que mucho.
"el aburrimiento aborrecible"
de tan aburrido, me lo llevo...
Beso.
Querida Mega, me quito definitivamente el sombrero. Y me lo quito, al menos m il quinientas veces. Porque este micro sí que es altísimo, profesionalísimo, buenísimo... Me resulta de lo mejor que he leído y algo de esto leo. Y es que no sólo está escrito de puta madre, sino que realmente la sensación, la historia, se hace vivible y el miedo, la angustia, la pesadilla se siente perfectamente. Yo, como NáN neurotizo frecuentemente al respecto y me temo que mi madre está aproximadamente así. ¡Tremendo!
ResponderEliminar(¿Te leíste el De profundis de Cardoso Pires?)
Millones de admirados besos, señora escritora de talla mayor.
Gracias.
Rafa, jaja. ¿Galletas aborrecibles?
ResponderEliminarTambién fue para mí un placer llegar a conoceros, a tu mujer y a ti. :-)
Más besos
Antonio, la conciencia eterna sin nuevos accidentes que narrar: ¿no te parecería el mismísimo infierno? Un abrazo bien gordo
Bárbara, gracias. La conciencia, siempre; tan desnuda e implacable ella. Un beso
Nano, ni resurrecciones de carne ni mucho menos de espíritu. ¿Para qué? A mí me parece que ella sola nos instalaría en el horror. Más besos
Olga, yo también pienso lo mismo: eso y no otra cosa tiene que ser la vivencia del infierno: la tortura de la conciencia, que decía Schopenhauer. Abrazos
Lara, jaja. Los hipocondríacos puros no entendemos ni de soles ni de lluvias... ;-P
En cuanto a la exposición de "La sombra": me gustó, claro, sobre todo la parte correspondiente a los surrealistas, con Delvaux a la cabeza... O las cajas de cosas, de Joseph Cornell. Pero la que disfruté como una enana fue la de Bacon, un cirujano de la angustia.
Besos (por aquí sigue luciendo el sol)
Eva, jaja. ¿Acaso existe un aburrimiento que no lo sea? El énfasis sólo sirve, de hecho, para señalar lo inevitable, aumentando la desazón... Besos
Izaskun cariñosa, gracias. Tu entusiasmo me deja sin palabras...
¿Me dejas que te devuelva el elogio? ¿Sí? ¿Alguien no ha leído aún el poema "Aquí estoy", de Izaskun (http://siempreconhistorias-ballenaazul.blogspot.com/2009/04/aqui-estoy.html)? ;-P
¡Qué horror! Hay veces en las que sitúas a tus personajes en unas franjas de imposibilidad humana (o vital, no sé) que rasga el cerebro. ¿Y que encima le queden la conciencia y la capacidad de aburrirse!
ResponderEliminarMega, el hastío consciente tiene un filo que te hiere las carnes o las almas con impiedad.
ResponderEliminarSi la enfermedad te atrapa es una desgracia.
Si el hastio es cultural, una consecuencia vital.
Abrazo sin experiencia.
Sergio Astorga
Vaya Mega... me apunto a los elogios.Y es que qué malo es el aburrimiento. Lo cierto es que yo daría lo que fuera por experimentarlo porque llevo una vida que no me deja tiempo ni para aburrirme...
ResponderEliminarUn abrazo
Manuel, jaja, si no te falta razón... Tal vez sea debido a que me guste sondear en situaciones límite. Explorar la extrema fragilidad o vulnerabilidad que nos define, aun cuando prefiramos vivir sin ser conscientes de ello. Creo que todas estas situaciones resultan, precisamente, muy adecuadas para esa distancia corta que es el microrrelato. Beso gordo
ResponderEliminarSergio, para mí lo peor de todo (aunque unos lo experimenten antes que otros) es que llega un momento (sobre todo a partir de la vejez) en que resulta irremediable sentirse solos; en realidad, somos expulsados del mundo por el propio tiempo. Un abrazo
Marisa, jaja, eso sí que es darle la vuelta. Ante tu comentario, no me queda más remedio que reconocer no sólo que aburrirse de vez en cuando resulta conveniente, sino también saludable y hasta vital.
;-P Otro abrazo para ti
Los dolores, en pequeñas dosis, son necesarios para recordarnos que estamos vivos. Sin ellos, corremos el riesgo de llegar al mismo estado de atrofiamiento que el personaje de tu cuento.
ResponderEliminarMuy atinado, sí señora.
Una condena terrible la que sufre tu personaje. La condena del tedio. Muy bien escrito, Mega.
ResponderEliminarMuy duro, durísimo. No sé qué decir, mega, porque llegados a ese punto conservar la consciencia y la cordura no sé si es lo mejor. Un abrazo enorme.
ResponderEliminarViajero, la dosis, ¡justo!, ésa es la cuestión. Morir con la conciencia intacta no debe de ser plato del gusto de nadie. Un abrazo
ResponderEliminarHerman, gracias. Aunque he vuelto a retocar el final, que no me convencía. Así donde al principio decía: "el aburrimiento de su estado actual le resulta, a toda luces, la experiencia más aborrecible"; y luego: "El aburrimiento actual le resulta, a todas luces, la experiencia más aborrecible", ahora dice, en cambio: "El aburrimiento en que yace le resulta, a todas luces, la experiencia más aborrecible". Me parece que ahora se insinúa mejor su condición de muerto...
Isabel, la vejez extrema es, en efecto, una tortura. Para el que la padece sobre todo, física y psicológicamente. (Aunque no quede claro si el personaje es un anciano inmovilizado, sedado incluso, yo lo concebí -esta vez- como un muerto que piensa). Un fuerte abrazo