Al llegar a casa, lo primero que hacía el agente de bolsa era quitarse deprisa el feroz traje de superejecutivo para ponerse, enseguida, el esponjoso pijama de algodón, la única prenda capaz de concederle el sosiego que no tenía, regalo de su hija. Aun cuando su tarjeta de visita diera por cierto su trabajo como corredor de bolsa, aquel hombre de 40 años recién cumplidos padecía continuas taquicardias y extrañas arritmias a causa de una misteriosa dolencia, que yo, la verdad sea dicha, no supe, en un primer momento, interpretar.
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El doctor que lo llevaba le había aconsejado cambiar de trabajo cuanto antes. Ahora ya puedo decirles que hubiera bastado con que se sentara a escribir ante su viejo cuaderno verde dos veces por semana para seguir con vida. Porque, créanme, aquel agente de cambio era, en realidad, un poeta enorme, vivísimo y genial, sin parangón, si bien ignorado e ignorante de sí mismo. Servidor fui el único capaz de averiguarlo.
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Déjenme que les diga que hoy la historia de la poesía española ha perdido, por descuido e impericia en mi nuevo oficio de narrador omnisciente, al que tal vez fuera el mejor poeta oculto de todos los tiempos, alguien capaz de erigir deslumbrantes imágenes llenas de temblor, fulgurantes, según tuve ocasión de reconocer más adelante.
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Sin duda, mi terrible condición de novato, lento e inoportuno en extremo, ha resultado tan vergonzante que apenas si hubo tiempo de descubrir la verdadera naturaleza de aquel pobre agente, doble y secreto por más señas. Qué desastre, mis indulgentes lectores, qué pérdida más terrible...
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Juan García Hortelano, autor, entre otras, de una de las mejores novelas españolas del XX, 'Gramática parda', trabajaba de funcionario del estado en Madrid. Afortunadamente, a él no le ocurrió lo que a nuestro héroe.
ResponderEliminarHay otros muchos casos de gente aparentemente oscura o gris que han sido también dobles agentes. Lamento que el tuyo no alcanzara los laureles de la popularidad. Pero no sabemos si en el rincón secreto de su cuaderno verde perviven páginas que a él y sólo a él le hicieron enormemente feliz.
Me gusta esa doble coindición de poeta y agente secreto. En el fondo, todo poeta guarda celosamente una doble vida, mucho menos prosaica que la más visible. Ahora bien, si el secretismo del agente engulle la lírica del poeta, el resultado es, como bien dices, una pérdida para la República de las Letras. Leo tu relato entrada la noche y pongo rostro a ese personaje que a esta hora ejerce (¿de agente? ¿de poeta?) en algún callejón o tugurio sórdido de la ciudad.
ResponderEliminarTenía tanto guardado en su corazón que un día le estalló. Tenía que haber escrito, como el que aprende a llorar para liberarse de su tristeza opresora.
ResponderEliminarQuizás podría hablar por hablar, pero no lo voy a hacer.
ResponderEliminarNo soy poeta, es más disto infinito de ser poeta.
No se lo que se debe sentir.
Parece ser que es un placer.
Si da para llevar una doble vida, eso es que alguna de ella de proporciona felicidad, quizás sea la de poeta.
todo es quizás en la ignorancia.
(Aviso para navegantes: Hola, sólo quería deciros que he vuelto a retocar el micro, suelo hacerlo con bastante frecuencia, claro que apenas si se nota, jeje).
ResponderEliminarManuel, lamentablemente no he leído el libro que comentas, pero he tomado nota, muchas gracias, amigo.
Sí, sí, es probable que el viejo cuaderno verde guarde algún tesoro...
Antonio, a mí también me sedujo esa idea de doble vida (necesaria por lo demás). Y de ahí pasé a forzar aún más la historia, pues el personaje tiene que convivir, precisamente, con una especie de antagonista suyo... ¡Agente de cambio y bolsa! ¿Acaso existe un oficio más estresante (y alienante)? Lo del agente doble y secreto ya quedaba como mero juego de palabras, como habrás adivinado.
Soboro, justo. Por ese motivo que señalas muere nuestro poeta secreto. (Y por la impericia del narrador novato, claro). ;-)
Ika, lo ideal sería que ocurriera tal como dices, que pudiera establecerse una convivencia entre ambas dedicaciones, siendo aquí la de superagente, alimenticia y la de poeta, vocacional; pero el ejecutivo resultó tan poderoso que se comió al poeta, de tan oculto como estaba...
Abrazos para todos
Cualquiera tiene una doble vida como en el post de la gallina contable, y por desgracia han sido más los talentos perdidos que aquellos que vieron la luz, pero...
ResponderEliminarasí son las cosas.
Megasaludos.
Yo quiero centrarme primero en afear el mal uso del oficio de ese narrador descuidado. La omnisciencia tiene sus ventajas, pero el precio es la atención constante a las criaturas que han correspondido al omnisciente. Y no me preocupa tanto el talento perdido (como Víctor creo que son más los talentos perdidos que los encontrados, así que uno más no importa tanto). Me preocupan las taquicardias y sufrimientos de ese personaje, que habría vivido mejor y más tiempo si el narrador le hubiera sentado, como dice, dos veces a la semana con su cuaderno verde.
ResponderEliminarCuantos y cuantos personajes importantes dentro de la literatura y otras artes, se pierden en la noche de los tiempos porque nadie se da cuenta... Plumas valoradas tarde, después de su muerte. Un ejemplo es Rober Musil.
ResponderEliminarSeguramente las taquicardias del personaje son de dolor ante no poder vivir lo que realmente le gusta.
Un gran acierto que el narrador se sienta culpable del desaguisado.
ResponderEliminarVíctor, sí, para que no se pierdan más talentos se precisa cuanto antes que todos ellos tengan una doble vida (o triple, si me apuras). Ya veo que tienes buena memoria. ;-)
ResponderEliminarNán, jajaja. Eso mismo, ¡enfádate bien! Ya basta de tanta blandenguería, hombre...
Magda, sin duda. A veces la historia, el tiempo, no les hace justicia nunca. De ser lectora, lo acusaría de homicidio sin más contemplaciones. ;-)
Herman, justo, pensé que ya era hora de responsabilizarlo de tanto desaguisado, sobre todo teniendo en cuenta que el tal narrador se pasa el día "poniendo y quitando" a su antojo, con total impunidad. ;-)
Saludos amistosos
Es probable que haya habido más de un agente doble en la historia, cuya obra se quede para siempre en el olvido.
ResponderEliminarKafka, el mayor agente doble. Es una suerte que, en su caso, no le hicieran caso y su obra perdurase.
Besos.
pd.- en el fondo, todos los que escribimos somos agentes dobles, tenemos otra vida (de agente de bolsa, por ejemplo) que utilizamos como tapadera de nuestra verdadera ocupación. Claro que, geniales como tu agente doble, apenas tres, cuatro a lo sumo.
magnifico relatillo éste , doña Mega...quien sabe cuantos agentes dobles y hasta triples se esconden en anodinos bussinessmen---como decía el gran J.V. Foix..."deixeu-me sól, que jo sóc molts...".
ResponderEliminarUn abrazo y un placer volver a pasearse por aquí
Bueno, tengamos en cuenta que hay nuevos estudios que se están decantando porque Shakespeare no era el autor de su obra, sino simplemente el guapo del pueblo y, por eso, le dejaban firmar.
ResponderEliminarAsí que nunca se sabe.
Enhorabuena por hacerte, de nuevo, con el micro.
Viajero, al pobre agente doble le dio un patatús y nos hemos quedado sin "gran poeta español de todos los tiempos"... Cuántas responsabilidades cruzadas y encadenadas quedan indemnes por el camino. (También nosotros somos responsables, desde luego).
ResponderEliminarFritus, no conocía este verso magnífico del poeta. ¡Qué precisión!
Carmen, ¡qué me dices! ¿Shakespeare no es Shakespeare?
;-)
Abrazos múltiples