Aquella mañana Microrrelato se sentía deprimido. Tras despertar, comprobó ante el espejo con disgusto que su nombre era demasiado largo para una naturaleza tan concentrada y compacta como la suya. Sin duda le habría ido mucho mejor si sus padres le hubieran llamado Micro desde el principio. Estaba convencido de que, con ello, se habría evitado buena parte de los malentendidos que seguían dándose de forma recurrente en su fantasiosa y libresca vida, tan literaria por lo demás.
Microrrelato se sentía, desde hacía ya algún tiempo, desconcertado y confuso. ¿De dónde sacaba el común esa manía de querer confundirlo, cada vez que hacía su aparición en público, con un chiste dudoso y vulgar? Otras veces, en cambio, preferían tomarlo por cualquier ocurrencia que la gente tuviera a bien referir; sin detenerse a pensar un minuto si con ello ofendían su sensibilidad extrema.
Microrrelato se sentía, según era previsible que ocurriera, profundamente dolido. Estaba cansado de gritarle al mundo que él no era en absoluto ni un cuento ni mucho menos un poema en prosa, aunque por supuesto guardaba ciertas características comunes con aquéllos, tales como la revelación del primero y la intensidad del segundo. Le ponía furioso que lo trataran como si fuera un género menor. Tampoco le gustaba que lo considerasen un maldito haikú.
Micro se sentía, en fin, tan pesaroso ese día, que se convenció de que acaso lo más sensato fuera esperar la llegada de la primavera antes de volver a salir a la calle. Así, y con el objetivo secreto de proteger su integridad, aquella misma tarde decidió emboscarse entre las páginas de un libro todavía en proceso de elaboración.
Horas después, mientras la joven que escribía a diario exhibía sobre el papel, sin el más mínimo pudor, su naturaleza desnuda, hecha de hibrideces y mixturas de todo tipo, Micro no pudo menos que reconocer la solemne tontería de haber querido mantenerse sano y salvo a toda costa. Como si la vida no terminara por colarse siempre.
Da igual lo que digas, hagas o pienses si el mundo decide por tí. Tus circunstancias cuentan y mucho. Hay que contar con ellas.
ResponderEliminarBella alegoría.
Salud y República
Este será el que se ponga en la contracubierta del libro (si es que hace puñetera falta editarlo para los de fuera, que eso es otra cosa).
ResponderEliminarLa verdad es que tiene mucho sentido. En una clase en la Universidad, un profe preguntó por las características del cuento (entonces se decía "cuento") como diferenciadoras de la novela corta. Einstein dijo que ante todo el "cuento" era más corto. El profe respondió que era cierto, pero que si tenía la amabilidad, siguiendo con los criterios de longitud, de decirle que exactamente a partir de qué página un cuento se convertía en novela corta.
Microrrelato está angustiado por la hibridación, cayendo en la cuenta, y haciéndonos caer en el cuento, de que es algo más que un concepto equilibrado, que al teclear se producen microheridas en los dedos que transfusionan a las palabras.
Definitivamente, este microrrelato lo copiotearán todos los periodistas que hagan la crónica del hermoso libro de Las hitorias de Mega y Micro.
Je, je, Mega. Se te está pegando esa vena transgresora de los berlineses. Un microrrelato herido en lo más profundo de su identidad que decide retirarse a los cuarteles de invierno... y, a partir de ahí, lo real se impone, aunque siempre me queda la duda de si la que desnuda su naturaleza y su alma es la narradora o la joven escritora.
ResponderEliminar¡Feliz Año Mega!
rgalmazán, contemos entonces con las circunstancias. ;-)
ResponderEliminarNán, desde luego, sería un buen título. Micro- y mega- son dos prefijos opuestos, y a mí siempre me han gustado las relaciones de contrarios.
Freia, en realidad la narradora-escritora (¿o será escritora narradora?) desnuda su alma tras habérsela desnudado antes al microrrelato. ;-D
¡Feliz año a los tres!
Feliz año para mi soñadora favorita!!
ResponderEliminarGracias, Maripuchi, lo mismo te deseo. A ver qué tal se presenta este señor llamado 2008...
ResponderEliminarEn mi opinión, lo que diferencia un cuento de una novela es que el cuento no contiene hojarasca. Un cuento debe ir al grano. No debe perderse en vericuetos. No debe divagar. A un cuento no debe sobrarle ni faltarle nada.
ResponderEliminarEn el cuento, cada palabra corre el riesgo de ser la palabra de más.
El cuento debe respetar al lector. No debe exigirle dedicar a su lectura más tiempo del necesario, del estrictamente preciso para narrar lo que expresa. Las novelas (ese género menor) no siempre respetan al lector.
En el cuento, si alguien baja unas escaleras, las baja en una línea. En una novela puede pasarse diez páginas bajando las escaleras.
Finalmente, y esto es lo más importante, una novela puede ganar al lector por puntos. Un cuento sólo puede ganar (o perder) por K.O.
En el comentario anterior, se me olvidó añadir que prueba evidente de la superioridad del cuento sobre la novela, es que los niños siempre piden a los mayores que les cuenten un cuento, pero a ningún niño se le ocurriría pedir que le cuenten una novela.
ResponderEliminarsaiz, sin duda los niños tienen esa misma impaciencia y urgencia características del género cuento.
ResponderEliminarEn cuanto al microrrelato, se trata de un género lleno de sobrentendidos, de ahí que se dirija en mayor medida a un público adulto, al menos por el momento...
;-)
Sin duda me he excedido al calificar la novela de "género menor". Realmente puedo recordar varias novelas que me han calado hondo: me vienen ahora a la memoria Cien años de Soledad (de G. Márquez), La Ciudad y los Perros (de Vargas Llosa), Demian (de H. Hesse), El Jinete Polaco (de Muñoz Molina)... y por supuesto los siete tomos de En Busca del Tiempo Perdido, de Proust -que alguna vez, antes de dejar este mundo, me gustaría tener tiempo de releer-. Y hay más...
ResponderEliminarLo que pasa es que, incluso a estas obras que me han conmovido, me parece que les sobran páginas, y que serían mejores si fueran más breves y concisas, si se suprimiera lo que yo llamo la "hojarasca".
Tal vez sea presuntuoso o engreído de mi parte hablar así de esas obras, que son unánimemente piezas maestras de la literatura universal, y ya digo que también a mí me han fascinado. Pero creo tener derecho a creer que, en mi modesta opinión, les sobran páginas. Que con menos páginas serían todavía mejores.
Respecto a los comentarios que otros intervinientes han hecho acerca de la diferencia entre cuento y novela, sólo quisiera decir que, en mi opinión, el cuento no es una novela resumida. Sino que más bien es al revés: la novela es un cuento estirado.
Pobre Micro... se siente incomprendido...
ResponderEliminarFeliz año, Mega, por si no te lo había dicho ;-)
saiz, yo creo más bien que Nán trataba de hacer un comentario irónico al respecto por medio de la anécdota que relata. En efecto, la brevedad por sí sola no basta para distinguir el género cuento de la novela corta, como tampoco serviría para diferenciar al microrrelato del cuento ni a ningún otro género. La brevedad, creo yo, sería, pues, circunstancial. Una historia se escribe, por tanto, con las palabras que precisa para ser contada, ya sean éstas 20 o 200.
ResponderEliminarSaludos afectuosos a ambos.
Ha enfocado requetebién la cuestión, Mega. No es el volumen de palabras, sino la adecuación de las palabras a lo que se quiere contar y a la atmósfera, suspense, veladura que se quiere crear para lo que se cuenta.
ResponderEliminarPor eso puede haber novelas de 3.000 páginas a las que si le quitaras media página se desequilibraría un capítulo, lo que arruinaría la novela. También puede haber un endecasílabo al que le sobran 10 sílabas.
Lo que sigue ahora es una opinión muy personal. Entiendo que no se entienda así, pero en mi caso la Literatura ha sido creación de mundos: no sea crean mundos nominalizando las cosas, sino creando el contexto en donde las cosas y los personajes están. Sin "hojarasca", el Quijote se contaría en 10 líneas y nos dejaría fríos. Porque la Literatura es la Hojarasca: o sea, el lenguaje que crea ambientes. Lo que sí suele pasar es que la literatura "fracasa" muchas veces(desde el punto de vista de los lectores, porque para todo autor es realmente un éxito acabar una obra) porque le sobran o le faltan algunas palabras.
También, cabe todo, aprecio muchísimo los poemas esenciales, casi desnudos, de Isidro, y los relatos, y los microrrelatos de Mega y de otros, pero ahí hay una diferencia que es lo que me gustaría que me ayudarais a descubrir.
Entonces, antes de diferenciar entre novela y cuento, y mil cosas más... ¿Qué diferencia habría entre un cuento y un microrrelato?
A veces microrrelatos y cuentos comparten más semejanzas que diferencias. Además de la citada brevedad, que en el caso del micro sería extrema, ambos géneros deberían poder contar una historia con la mayor efectividad posible, lo que no impide al cuento que a veces pueda mostrarse evocador y poético, con párrafos que a lo mejor no sean básicos para el avance de la acción, pero sí para su logro; mientras que el micro se desarrollaría siempre de modo más conciso, procurando que ello no vaya en menoscabo de la misma narración, de ahí que resulte un género tan difícil, primo hermano de la poesía. En fin.
ResponderEliminarOtros rasgos propios del micro podrían ser el hecho de contar sólo una historia, en vez de las infinitas que permite una novela, o las diversas de la novela corta y el cuento.
O, también, que esté compuesto a base de sobrentendidos, de ahí que el lector deba recomponer parte (o mucho) de lo no dicho.
(Eso a grandes rasgos, Nán; pero lo digo sólo como opinión personal, sin descartar que pueda equivocarme.)
Hola, Mega:
ResponderEliminarQuería agradecerte el amable comentario que has dejado sobre mis cuentos en "Los inéditos del síndrome". No sabes hasta qué punto me alegran tus palabras. Así da gusto escribir. Prometo seguir visitando tu bonita bitácora ( y estás, por supuesto, más que invitada a la mía).
Muchos besos y gracias otra vez
Me quedo con lo que dicen Mega y Nán: la extensión de una narración debe ser la precisa para contar la historia, ni más ni menos.
ResponderEliminarSobre si al Quijote le sobran o no páginas, considero prudente reservar la opinión, pues a fin de cuentas quién soy yo para criticar una obra así. Pero si alguien considera que le sobran páginas (por ejemplo, los múltiples cuentos insertos que, para algunos, perjudican la linealidad del relato), está en su derecho de opinar así, por muy prestigioso que sea el autor.
Finalmente, creo que ajustar una obra a la extensión necesaria y pedida por ella misma, es una muestra de respeto al lector. Expresa la voluntad del autor de dar al lector más de lo que se le pide, y no al revés: pedirle más (en atención, en tiempo) de lo que se le da.
Solo quería comentaros que el clímax de una obra en la que todo es lenguaje y disgresión, porque es la historia de un tipo y no nace hasta la página ciento y pico, es Tristram Shandy. Os la recomiendo, a ser posible en la traducción de Javier Marías.
ResponderEliminarPrácticamente no cuenta historia, sino disgresiones que van y vienen, pero además de ser una experiencia gozosísima uno se queda con la certeza, al terminar, de ser mucho más sabio.
Ojalá, en este caso, Sterne hubiera segudo 12.000 páginas más, porque aquí poner o quitar da lo mismo... ¡aunque sospecho que tiene la longitud exacta!
La realidad se cuela siempre, pero es hermoso leer eso mismo en una linda ficción como quizá pueda ser la del hecho de haber llegado hasta aquí más o menos azarosamente. Lo que no es ficción, y creo que tampoco azar, es que se disfruta leyéndote, Mega.
ResponderEliminarGracias.
Muchas gracias, Joseba, por el cumplido. Sin duda el azar tiene visos de irreal. A lo mejor, incluso podríamos hacer la vista gorda y considerar tu visita como ficticia...
ResponderEliminar...pero ya me dirás entonces qué hacemos con esta charla.
;-)
Si os hace sentir bien, puedo anotar yo la charla en mi dietario de sueños. Como si hubiera sido cosa mía.
ResponderEliminarVale, Nán; ¡hecho! ;-)
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