sábado, 1 de diciembre de 2007

La disolución

Aquella mujer todavía hermosa permanecía a su lado con la esperanza de que la vida se enderezara de una puñetera vez, deseando, temiendo, que el presente en que se les había embarrancado la existencia tuviera, no pudiera tener, los días contados.

7 comentarios:

  1. Quizá digo esto porque ya estoy de vuelta (ya he perdido lo que brillaba) y me conviene: la hermosura no se pierde. Simplemente se aleja de los cánones comerciales. Por eso disiento del "todavía hermosa". Si lo fue, lo es. La mirada de lo auéntico no desaparece.

    La vida se puede enderezar siempre porque ese presente se puede volar con dinamita de los entimientos para ver lo que fue (lo que realmente sigue siendo). A no ser, claro, que el amor, no la belleza, se haya roto. Y entonces, ¿para qué?

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  2. ¡Por supuesto que existe la belleza en la madurez! Incluso te diría que hay hombres (y mujeres) que mejoran con los años. En realidad, se trataba tan sólo de un recurso temporal...

    La vida se puede enderezar, en efecto, siempre que lo permita. ;-)

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  3. A mí lo lo que más me ha impresionado es comprobar también por ti que nos conformamos con muy poquito, con una excusa muy pequeña para volver a las andadas. Pero es que ella, además, estaba absolutamente dividida "...deseando, temiendo..."
    ¿Qué es lo que hace que a veces deseemos y temamos al tiempo que una relación se acabe? Supongo que misterios de la naturaleza humana, pero ocurre, vaya que sí ocurre.
    Un abrazo,

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  4. Exactamente, Freia. El título apuntaría a esa idea misma de estar debatiéndose entre el temor y el deseo. Está dividida y acaso por eso mismo no sepa qué hacer.

    El dilema al que se enfrenta podría ser éste: ¿Qué se disuelve, en realidad: el amor o su voluntad?
    Abrazos de vuelta.

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  5. "Que la mirara como solía".
    Sí, qué identificable es la mirada de la persona a la que amamos cuando nos ama. Qué reconocible nos resulta el brillo de los ojos, esa humedad tan distinta a las lágrimas, que le otorga una dulzura por la que pasearse con seguridad y placer.
    Cuánto pueden las miradas.

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  6. Hola, Flavia, ¡qué sorpresa! Gracias por la visita.

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  7. Deseando y temiendo...

    ¡Nos vemos pronto ya, no?! Tengo intriga de la buena, más deseando que temiendo.

    Un beso fuerte.

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"