El día de la carrera las cosas transcurrían según lo previsto: mientras la liebre saboreaba una espléndida mañana de sol tumbada a la bartola, la tortuga avanzaba paso a paso, tozuda y pertinaz.
Al cabo de un rato, al nervioso animal le entraron unas ganas injustificadas de echarse a dormir. "Está visto que, en cualquier caso, tiene que ganarme la tortuga, se dijo entre sueños. Si mi vida es disipada y feliz, la del aburrido ovíparo es esforzada y pesarosa. Sea, pues", sentenció.
Tras despertar de su sueño, y conforme a lo establecido, la liebre se encaminó hacia la meta, donde iba a fallarse el famoso premio, pero algo la distrajo de pronto. En una pradera cercana, le pareció ver a la mismísima tortuga tomando un atajo. ¿Cómo era posible?
Pillada en falta (más de uno pensará que donde menos se espera, salta la liebre), la tortuga se justificaba una y otra vez: "No digas nada, no me delates. Tú sabes que debo ganar para que los niños más lentos tengan futuro. Anda, no me fastidies el día".
Y aunque no estaba previsto que la tortuga actuase con tanta doblez, no pudo evitar compadecerse del anciano reptil. Desde entonces, la liebre concede el triunfo a la tortuga en todas las carreras de fábula en las que coinciden.
Supongo que habrá mil explicaciones, pero la sensación que me ha producido, desagradable, es que la vida ha sido vendida a lo engañoso, envuelto en la bandera de los buenos actos.
ResponderEliminarY que este microrrelato celebra(sin júbilo; en el sentido en que se celebra un contrato) algunas entregas que hicimos todos, por buen corazón e ignorancia, a las tortugas tramposas preocupadas solo de su propio premio.
(Dime que no, Mega)
Por ahí andan los tiros, Nán. Sin pretender hacer un alegato sobre buenos y malos, a mí me parece que las sociedades actuales ya no permiten que las tortugas se muestren eficientes y ganadoras (veloces) a la vez.
ResponderEliminarLa absurda rapidez de nuestros tiempos (hay que trabajar rápido, hay que pensar rápido, hay que hacerlo todo siempre rápidamente) nos ha llevado a renunciar a la antigua eficiencia; al buen hacer.
Hoy las tortugas sólo ganan haciendo trampas o, como tan bien comentas tú, aprovechándose de la buena fe de los otros, esto es, "corrompiéndose".
(Yo también lo lamento.)
Pues es una buena historia. Y no somos responsables de que el mundo sea como es.
ResponderEliminar