martes, 24 de febrero de 2009

Frases malabares, 9

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I.
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Ella no me amó a mí, sino al que yo deseaba ser, y siempre me reprochó que no hubiese cumplido mis deseos.
André GIDE
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No hay nada tan amargo como estar largo tiempo pendiente de una promesa.
Lucio Anneo SÉNECA
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La poesía es la ambición de discurrir, que aspira a verse cargada de más sentidos y ungida de más música, que el lenguaje ordinario.
Paul VALÉRY
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La historia es la ciencia de lo que nunca sucede dos veces.
Paul VALÉRY
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Entonces, como no estudiaba nada, aprendía mucho.
Jacques Anatole FRANCE
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Todas las cosas son imposibles, mientras lo parecen.
Concepción ARENAL
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El inteligente se percata de todo; el tonto hace observaciones sobre todo.
Heinrich HEINE
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Fe: Significa no querer saber la verdad.
Friedrich NIETZSCHE
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II. Y un poema malabar...
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Saber la verdad
significa no querer
imposibles,
no hay nada tan amargo.
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La poesía es que
todas las cosas
sean, mientras lo parecen,
y que el inteligente
no estudie todo sobre nada

y el tonto
haga observaciones

siempre.
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La historia es fe:
como el lenguaje ordinario,
se percata de todo.
Aspira a la ambición de discurrir
la ciencia de lo que nunca sucede dos veces.
Verse cargada de más sentidos.
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Ella no me amó a mí,
sino al que yo deseaba ser.
Entonces, como aprendía mucho,
me reprochó mis deseos;
estar largo tiempo
ungido de más música,
pendiente de una promesa
que no hubiese cumplido.
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viernes, 20 de febrero de 2009

La visita

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La memoria vacilante de este hombre se ha asomado por sus ojos verdes de fondo amarillo con la timidez de un pájaro, en el mismo instante en que los primeros rayos de sol resbalaban por el cristal de la ventana. Hace ya más de un lustro que ocupa por entero esa cama de matrimonio de dimensiones ciclópeas, pero sólo se anima si recibe cierta visita en particular, lo que de un tiempo a esta parte ha empezado a ocurrir a menudo.
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Cada atardecer, cuando las luces se vuelven irreales y los fantasmas campan por sus respetos, hace su aparición para ir a sentarse en el extremo opuesto de la cama. Se comporta como si, en realidad, no fuera una completa desconocida. Ella se justifica diciendo que ha venido para hacerle un poco de compañía, que sólo pretende aliviarle esa soledad desconsiderada, por su bien y consuelo, etcétera.
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-Más consumido que una vela estoy: sin apenas cera que arder. Apagándome, ¿sabe usted?
Y la dama, que no es mujer de muchas palabras, no le dice ni que sí ni que no; antes bien, se limita a sonreírle tímidamente como si esas palabras no fueran con ella y, en efecto, se tratara de una visita de circunstancias, discreta y precavida.
Siempre que recupera la memoria se olvida de la visita; por lo mismo, sólo cuando aquélla lo abandona, hace ésta su aparición.
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-Y dígame, señorita, ¿a qué debo tanto honor?
El viejo se expresa así porque la mujer es toda una señora. Al menos, viste y calza como tal, con telas buenas y caras, y va siempre bien peinada, aunque no parezca necesitar demasiado maquillaje. Por el contrario, luce una piel finísima de porcelana, casi translúcida.
-¿Me lo puede usted aclarar? Le estaría muy agradecido.
Y aunque otras veces, cuando recibe las verdaderas visitas de importancia, de su hija o de sus nietos, se pone tan contento que confiesa haberle entrado unas ganas locas de bailar, sólo la otra se ha vuelto fiel y asidua, familiar.
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Esta vez la señora ha decidido darle un abrazo por toda despedida.
-Bueno, pues en tal caso, también quiero un beso, ¿concede usted?
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martes, 17 de febrero de 2009

El dragón feliz

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A aquel dragón le bastó comprobar que la doncella correspondía de buen grado a un amor tan sin remedio como el suyo, para lanzarse a los caminos a espantar ovejas y labriegos, a fin de poder ganarse el sustento de forma honrada y dejar de humillarse, en adelante, frente a aquel caballero presuntuoso e insigne, conocido con el nombre propio de Jorge.
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El dragón de la Mancha
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A aquel dragón le bastó comprobar que la doncella correspondía de buen grado a un amor tan sin remedio como el suyo, para lanzarse a los caminos a espantar ovejas y labriegos, a fin de poder ganarse el sustento de forma honrada y dejar de humillarse, en adelante, frente a aquel caballero presuntuoso e insigne, de cuyo nombre no quiero acordarme.
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jueves, 12 de febrero de 2009

Inversión

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El fotógrafo prepara su trípode y mete la cabeza bajo la manga. Aprieta el botón. Todo lo que ve delante del objetivo se precipita hacia él. Queda en el mundo un hueco incomprensible. Ya no se podrá llenar con nada.
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Antonio Fernández Molina, "Esa máquina", Las huellas del equilibrista, Menoscuarto, 2005.
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Él mete toda la cabeza, se prepara y aprieta el botón. El fotógrafo se precipita, incomprensible, hacia el mundo. Bajo su trípode ya no queda un objetivo: en adelante, con nada podrá llenar lo que vea el hueco de la manga.
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lunes, 9 de febrero de 2009

Un día

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Un día
no están
quienes más
nos quisieron
y el cuerpo

se nos enfría
de
a poco.
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Desde
------entonces


-en noches
silentes
y oscuras,

trenzamos
esporádicos
vuelos,

aun sin
acallar
que habíamos
muerto-,..

---------------mentimos.

sábado, 7 de febrero de 2009

Tránsito

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Afuera, la oscuridad se ceba sobre una nada cubierta de sombra, mientras, adentro, una anciana impedida escapa de la nada sombría por el blanco de la escritura. Cuando den las doce, habrá logrado escribir, con pluma de tinta, varios folios de vida, emborronando tan sólo algunos márgenes, sin apenas tachaduras. Alumbra su cuarto un globo de papel redondo y blancuzco de luna. Horas después, empieza a sentir cómo la noche se le escurre por entre los dedos, boca arriba, al lento ritmo con que el alba va rompiendo veladuras. De pronto, ya no tirita.
...
Las
OOhojas
OOOescri
OOOOOtas
OOOOorespi
OOOOOora
OOOoban
todavía.
OO
...

viernes, 6 de febrero de 2009

Azul

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Cada mañana la dejaba en aquel puestecito de la calle estrecha, con un atuendo distinto, recostada en el banco de siempre. Que no tuviera manos ni piernas, que fuera apenas un torso vestido, unos brazos sin terminar, no parecía importarle lo más mínimo. Él la cubría siempre con esmero y pudor, de ahí que la gente le preguntase a menudo por sus ropas. A ella todo le sentaba bien.
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A partir de septiembre, con la llegada del frío, empezó a ponerle alrededor del cuello un pañuelo de color, cada pocos días uno distinto. No siempre conseguía sentarse un rato a su lado, pero si podía, lo hacía. Por entonces, algunos empezaron a murmurar. Yo también. Hasta que me armé de valor y se lo dije. Por toda respuesta, él repuso que si aquello de que le acusaban era capaz de ser tan azul como el pañuelo que lucía ella ese día, tal vez fuera cierto. Ya de regreso a casa, me convencí de que debía de serlo, más allá del absurdo incluso; mi amigo no es de los que mienten.
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miércoles, 4 de febrero de 2009

El ojo de cristal

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Aquel ojo de cristal tenía la transparencia y el brillo de una mirada límpida y sin dobleces, diáfana de puro fulgor. Tanto era así que él la seguía amando, única y exclusivamente, en virtud de aquel ojo falso de perlas nacarado, y no del otro sano y verdadero que le quedaba, auténtico, sí, pero absolutamente vulgar.

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sábado, 31 de enero de 2009

Un viaje largo

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Por la mañana la había llamado por teléfono:
-Si quieres, y tienes un rato, me acerco y te veo. Ya sabes a qué me refiero.
-Claro, pásate ahora mismo y almorzamos juntas mientras lo hablamos.
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Sentadas en sendos taburetes tras la barra americana de la cocina, removían al unísono dos tazas de café con leche, humeantes y oloroso.
-¿Un trozo de tarta?
-Vale.
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Y entonces, mientras la otra partía la tarta por una mitad demasiado engañosa, se persuadió de que no había remedio.
A la hora de la siesta, procurando no hacer ruido, recogió sus cosas y se marchó para siempre, en un viaje largo, sin retorno.
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miércoles, 28 de enero de 2009

La espera

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Versión 1 (Introducción):
Tras alcanzar la esquina, el niño se detuvo en seco, dispuesto a aguardar la llegada inminente del futuro.

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Versión 2 (Introducción):
Tras alcanzar la esquina, el niño se detuvo en seco, dispuesto a aguardar la futura llegada inminente.
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Despojamiento (Introducción):
Tras la esquina, el niño se detuvo a aguardar su llegada inminente.
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Versión 3 (Nudo):
Tr

as la esq
uina,
el futuro inminente estaba por llegar.
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Versión 4 (Desenlace):
El niño se detuvo en la esquina y aguardó.
-¿Tardaría mucho en llegar el futuro inminente?
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Versión 5 (Desenlace):

El niño se detuvo en la esquina y aguardó.
-¿Seguro que era inminente, ese futuro?
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Versión 6 (Desenlace):
Detenido en la esquina, el futuro se resistía a mostrarse tan inminente.
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Versión 7 (Coda):
Agazapado tras la esquina, el futuro aguardaba la inminente llegada del niño.
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lunes, 26 de enero de 2009

Las cuatro hermanas

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Son cuatrillizas: de la misma altura y complexión, igual de rubias y esbeltas. Suelen apostarse en la esquina de siempre, aunque en ocasiones les encante romper filas. A esa hora en que las sombras ganan terreno, se les nota a la legua que están impacientes por que alguien -quizá, cuatro hermanos mellizos- las venga a rescatar de su aburrimiento. Más de una vez, he pasado por su lado con la idea de captar, de robarles, un pedazo de conversación, pero no he tenido suerte. A esa hora extraña en que las mujeres se convierten en sombras de sí mismas, no creo que les apetezca demasiado conversar... Lo más seguro es que las haya vencido el cansancio, el posible enfado o la desilusión ante una espera excesiva. A mí , en particular, me sorprende un hecho que tal vez a nadie extrañe, y es su empeño en vestirse a la moda turca aun siendo alemanas. ¿Por qué lo harán? No me lo explico. Siempre que me topo con ellas, en horas de sueño y vilo, las encuentro muy erguidas, petrificadas por el frío, absortas, como a la espera, ya digo; vigilantes y fieles a su espacio de inexpugnables torres vigías. Y, sin embargo, también las veo dispuestas, como si en realidad estuvieran encantadas de poder contestar a todo aquel que se decidiera a preguntarles algo en serio, qué se yo, cuaquier cosa: a qué hora cierra, por ejemplo, el comercio de enfrente. De momento, nadie se anima.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"