Hay retratos involuntarios que ponen los pelos de punta. Hologramas en blanco y negro, apenas bidimensionales, reveladores en su ausencia de profundidad de campo.
Privación. 1. Esta acción ─por llamarla de algún modo─ se asocia en el DRAE a términos como carencia, pena, ausencia y renuncia; de donde cabe concluir que no es en absoluto deseable como práctica habitual. A menos que se trate de un estado que resulte de una renuncia voluntaria, claro está. 2. Tanto es así que privarse de algo ─y ya no digamos hacerlo por costumbre─, aunque sea bueno para el virtuoso (el ayuno sería un ejemplo), parece desaconsejable para quien aspire a cultivar otros valores no menos nobles, tales como la generosidad (de espíritu), la alegría (en general), la presencia (de ánimo) o la misma plenitud (de facultades). 3. En resumen, una acción que sólo se me antojaría edificante si condujera, en alguna medida, a un buen fin o al bien común. 4. No deja de ser irónico, a todo esto, que el adjetivo privado haya evolucionado del sentido original de carecer o no mostrar públicamente algo al de acumular en detrimento de lo público.
Resentimiento: 1. sentir rencoroso o resentido, valga la redundancia. De hecho, el DRAE define el rencor como un resentimiento "arraigado y tenaz", de suerte que este otro vendría a ser como la suma de todo ese resentimiento acumulado por el hombre y que, por supuesto, no da cabida a ninguna otra emoción fuera de sí. 2. Rencor clamoroso debidamente enraizado. 3. Alma negra herida de muerte incapaz de sacudirse de encima una costra semejante. 4. Llaga que supura resquemor y un desconsuelo no menos llevadero. 5. Aflicción angustiosa. Congoja afligida. Angustia acongojada. Ansiedad opresiva. Y así, sucesivamente. En resumen, un sinvivir.
Siempre hay gente al servicio del amo cuando vienen mal dadas, partidaria de una fidelidad a la inversa, defectuosa por insania. Gente engañada. Si los de arriba se aferran, tal vez deban ellos aferrarse de buena gana, no vaya a ser que. Gente arrastrada con vocación de arrastrar consigo a los demás. Gente rencorosa y ávida de poder que entiende sólo la ley del tramposo, que es siempre la del más fuerte; gente que carece de entrañas. Gentuza sin miramientos salvo para los que piensan como ellos: gente indigna que finge una dignidad herida para mayor lucimiento de sí misma. Gente que aterra a los demás allá por donde pasa.
. . Hermosa vida que pasó y parece ya no pasar… Desde este instante, ahondo sueños en la memoria: se estremece la eternidad del tiempo allá en el fondo. Y de repente un remolino crece que me arrastra sorbido hacia un trasfondo de sima, donde va, precipitado, para siempre sumiéndose el pasado.