Doscientos noventa y tres
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Me admira la presunción de ciertos jóvenes; tan persuadidos de su valía respecto de la ajena, que consideran maltrecha. Orgullosamente ufanos de un poder que no les cabe en el cuerpo ni apenas en sus cabezas. Hambrientos y a la espera. Convencidos de sí mismos y enfrentados a todos; al frente de nadie.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"
Conozco unos cuantos así.
ResponderEliminarCierta la "fatuidad" de ciertos jovenes….de todas las edades (especialmente los que ya han cumplido los cincuenta y siguen escuchando con admiración lo que les dictas sus "irredentas cabezas".
ResponderEliminar¡Gracias a los dos!
ResponderEliminarJosep, muy cierto. Y menos mal que los jóvenes de 50 (y 60) son también irredentos a su manera...
Abrazos