Doscientos quince
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La sobriedad es a menudo un amago de prudencia; una demostración de cautela respecto de la confianza y la fiabilidad de los hombres. La expresión de una gran reserva. Aunque esa cautela sea sobria en apariencia.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"
Mojar apenas los labios antes del trago largo; esa cautela podría evitar lo inevitable: andar por la vida como solemos hacerlo, con los morros cual culo de gallina con mala vida y peor destino (sin ir más lejos, suelo darme cuenta de que no hay piscina en el segundo tirabuzón de mis triples mortales…).
ResponderEliminarUn o dos petons, Gemma.