lunes, 10 de febrero de 2014

Un continente precipitado

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Bastaba cerrar los ojos para vislumbrar la trama en la que mi casa era escenario y sustancia de cuanto me constituía; y yo, un continente irremediablemente contenido, a salvo -o eso creí- de cualquier borrasca inoportuna. Esta vez, no obstante, el sueño mostró las baldosas del cuarto de baño abriéndose raudas al baño del cuarto, como el dique que franquea sus compuertas sin estorbo, mientras una cantinela de pesadilla transpiraba entre bostezos su pequeño ahogo cotidiano. Me acomodé mejor la almohada. Seguí durmiendo.
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3 comentarios:

  1. Somos contenidos de un continente zascandil (en nuestra bronca que no cesa no se le ocurre nada mejor que tirar el candil al suelo y dejarnos en oscuros y desamparados cueros). Puestos a soñar, mejor quedamos un día y nos soñamos juntos en cualquier lugar con luz suficiente y hermosa).

    Pd. Voy al cuarto de baño, no sin cierta suspicacia y leve temor.

    Petons.

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  2. Quizá por la precipitación con que abordamos lo innecesario, preferimos acomodarnos y seguir dormidos.

    Que nadie venga después diciendo que no se había dado cuenta.

    Ay, Maestra.

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"