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Ya estoy de nuevo en Berlín. Después de instalarnos, he revisado el contenido de unas cajas que dejé allí ex profeso cuando regresamos a Barcelona. Son tres recipientes de tamaños distintos. Abro la primera, veo un sobre grande y blanco, le doy la vuelta y leo, escrito de mi puño y letra en una de sus esquinas: "Al tiempo le gusta brujulear como si estuviera encerrado en un reloj ingrávido". Seguía estando conforme: a mí me agrada especialmente la ingravidez de esta ciudad.
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El peso de la percepción nos aligera la gravedad de las horas,
ResponderEliminarBienhallada en Berlín y donde se encuentre tu puño y letra,
Abrazos en sobre.
La ingravidez de una ciudad y sus espesos edificios. Me quedo pensando en eso.
ResponderEliminarHay ciudades leves, casi ingrávidas, y las hay de una densidad que algunas luces las evitan. Me alegro que la ingravidez de Berlín acoja la tuya.
ResponderEliminarUn pe tó.
Una ristra de abrazos para los tres caballeros o mosqueteros (a escoger) de esta bitácora
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