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Desde que soy una estatua ecuestre, dice el diccionario que represento una persona a caballo. Pero yo quise ser caballera de niña por otro motivo: no tanto por considerarme imitación del natural, como para poder observar el mundo desde esta pequeña atalaya que nadie considera; y "registrar desde ella el campo o el mar y dar aviso de lo que se descubre". Aunque sea un hecho más que probado que las estatuas ecuestres hayan caído en desuso desde hace tiempo. No me importa en absoluto. Paradójicamente, esta situación me ha permitido contemplar a mis anchas el paisaje humano: sus bondades y miserias, sus matojos y pájaros revueltos. Toda esta maraña. También el trajín inevitable que lleva consigo la mudanza de las estaciones; o ese ruido espurio y ensordecedor que lo envuelve todo hasta sumirlo en una polifonía de silencios; me recuerda al canto de las cigarras. "Durante los dos años en que las cigarras son ninfas, pasan por cinco estadios. A finales de mayo o principios de junio, las ninfas reaparecen a la superficie, y realizan su última muda, la llamada muda imaginal, antes de convertirse en adultas. Este es el momento de la vida de la cigarra en el que se encuentra más vulnerable a los peligros que la acechan".
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Hasta después de haber leído este micro, Gemma, no me había detenido a pensar en el hecho cierto de que -por razones obvias- las estatuas ecuestres habían caído en desuso. Es curioso, pero de una forma u otra, siempre me dejas pensando.
ResponderEliminarMe gusta, de esta pieza, esa atmósfera evanescente que la envuelve; ese soliloquio que da la sensación de no conducirnos a ninguna parte y que -sin embargo- nos lleva hacia el interior del personaje.
Un abrazo,
Desde mi quinto e irreversible estadio, reivindico a las estatuas ecuestres por todo lo que tú, precisa y suavemente, expones, aunque propongo una pequeña modificación para que podamos hablar de algo parecido a la justicia: poner al laureado personaje debajo y al anónimo equino encima (algunos niños, casi todos los jubilados del sector primario, las palomas con sentido del humor y yo, lo agradeceríamos).
ResponderEliminarUn beso desde la consulta.
Pedro, las estatuas ecuestres son convidados de piedra -que en su mudez- todo lo ven. Si nos hablaran, ¡cuánto íbamos a aprender de nosotros! Un beso
ResponderEliminarJosep, hecho. Lo que pides es fácil de conceder. Bastaría con invertir la foto, se me ocurre. O dejar, la próxima vez, que nos relate el caballo su experiencia de la vida... Un petó
Maravilloso. Me tienes acostumbrado a transmitir en pocas líneas y este contiene tantos temas como una novela. No sé con qué quedarme.
ResponderEliminar¿Con la niña rebelde al género que quería ser "caballera"?
¿Con la visión desde lo alto?
¿Con la muda imaginal?
¿O con el peligro de ser una forma visible?
Dije una novela, pero hay aquí una tetralogía.
A mí me tienes (mal)acostumbrada a recibir tus comentarios jugosos... Así que estamos en paz. Un beso
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