Dos ojos de fuego en mitad de un rostro encendido me miran, insolentes, por entre los cristales del local. "No pienso hacerlo", le digo de pensamiento, "no insistas". Pero insiste, como era de esperar. De sobra conoce que su sonrisa sellada en brillante dentadura no tiene parangón.
Gemma, las máscaras doradas hechizan, ahora somos cautivos de esta sonrisa.
ResponderEliminar¿Hasta cuando? ¿Lo sabes?
Abrazos solidificados
Sergio Astorga
*en oros bienvenida
Me alegro de leerte de nuevo. Como siempre imagen y texto fundidos: maravilla.
ResponderEliminarBesos
Siempre hay algo que nos hipnotiza que nos influye de tal forma que nos anula. Menos mal que siempre queda aquello de mirar a otro lado.
ResponderEliminarBesos.
Salud y República
me encanta!!
ResponderEliminarQuien no quiera mirar los abismos, que no presuma de que los abismos nunca lo miran, que no se jacte de vivir. Que no nos cuente ese cuento desabrido.
ResponderEliminarHola, Gemma.
ResponderEliminarLe has sacado todo el partido a las imágenes, ¡me encanta!.
Un abrazo,
Valeria.
Sergio, hasta que le veamos sacarnos la lengua, seguro...
ResponderEliminarUn besazo
Isabel, mil gracias. Yo también me alegro.
Un abrazo
Rafa, sin duda hay cosas que resultan irresistibles. A mí las máscaras precolombinas del Museo del Oro de Bogotá me lo parecieron...
Un beso fuerte
María, ¿qué tal por los Berlines? Me parece -por lo que he podido ver- que estás como pez en el agua... Nos vemos entonces cuando quieras.
Besos
Nano, le pondré mordaza al personaje si pretende hacerlo, descuida. Cuántos requerimientos, Nano... Ya te echaba de menos.
Besón
Valeria, me alegra que te agrade. Eres muy amable.
Un abrazo
Esas máscaras vociferan silencios desde el otro lado (innumerables, quietos, expectantes, a través de ellas los otros intentan decirnos lo que ya no sienten).
ResponderEliminarUn placer tus piruetas, Gemma.
Esas máscaras contienen todas las voces de un pueblo, qué duda cabe. Son hermosas y tétricas a un tiempo.
ResponderEliminarBesos
Son tan brillantes como oscuras, por eso nos seducen.
ResponderEliminarQué bien lo has visto.
Besos, sister.
María, El Museo del Oro de Bogotá está lleno de ellas. Sorprende el magnetismo que desprende cada una a su modo. Un beso
ResponderEliminarOlga, esa sonrisa sellada resulta cuando menos inquietante, ¿no te parece? Ya se trate de una muestra de seducción o de una demostración de poder, ninguna dejaba de sonreír exhibiendo toda la hilera de dientes... Abrazos
Tus máscaras me inspiran tañidos, que por simpatía armonizan latidos que vuelven personas a las cosas.
ResponderEliminarQué bien volver a leerte!
Un beso.
Gracias, Jesús. Lo mismo digo. Ciertas representaciones humanas albergan dentro de sí una especie de hálito vivificador...., yo también lo creo.
ResponderEliminarAbrazos
¡Y esos ojos flotantes! ¡Qué bellas imágenes visuales y sonoras, Gemma admirada!
ResponderEliminarTe echo tanto de menos.
No hay como viajar para nutrirse de ideas para relatos, brillantes como máscaras de oro.
ResponderEliminarIzaskun, a ver si consigo ponerme al día más deprisa que despacio... Te vas a cansar de verme, ya verás. :-)
ResponderEliminarUn beso fuerte
Araceli, al principio, me resistí a sacarles fotos, pero una vez decidido, creo que perdí la cuenta de tantas como hice, jaja.
Besos