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Entregarse a la vida como esas plantas al sol. Sin tibieza ni titubeos que valgan, sin remilgos, con parecido instinto de supervivencia, con igual apetito ciego. Dedicarse a ello sin descanso todos los días del año, desde la tranquilidad que da saberse miembro de pleno derecho de la comunidad, sin preocupaciones que valgan, ni temores excesivos por tanto, a resguardo del abrigo familiar. Preocuparse, en suma, por conservar la salud, por recibir en todo momento la máxima luz...
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Pero ¿qué sería, entonces, de la literatura (de esa otra vida secreta) si todas las ovejas, manzanas e hijas se hubieran revelado tan blancas y sanas, tan sumamente obedientes?
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Así debería de ser.La naturaleza siempre nos da buenas lecciones, pero parece que nos empeñamos en enmendarle la plana. Digo yo que no somos tan inteligentes como a veces presumimos. Muy inspirador lo del jardín botánico.Un abrazo.
ResponderEliminarTe aplaudo Gemma, y me sumo a esa reflexión tan lúcida que haces sobre la literatura.Sin temores, sin preocupaciones, sin complejos...claro que sí.un beso
ResponderEliminarPues que estaría perdida, sin vida invisible no hay literatura.
ResponderEliminarBesos.
La ciega obediencia no es nada inspiradora, Gemma, menos mal que está hecha una insumisa.
ResponderEliminarSigma, el texto presenta una situación de perfecta armonía, sin fisuras, y por lo mismo, algo irreal..., desde una cierta ambigüedad; una situación que empieza siendo atractiva pero que, de puro repetirse, deviene en egoísta. La naturaleza suele darnos buenas lecciones de sencillez, sí, pero yo creo también que no acaban de servirnos del todo; como si la Naturaleza fuera, ella sola, insuficiente. Muchos besos
ResponderEliminarMarisa, yo creo que la literatura es capaz de erigir, también, mundos posibles, seguramente de calles más anchas y luminosas que las que existen en la realidad. O al menos, dando cabida a quienes fueron tachados, de forma severa y estricta, de "ovejas negras, manzanas podridas e hijas díscolas". Sea como fuere, habría en el texto una voluntad de esbozar una contrapoética alternativa, capaz de mostrarse tan estable como esa Naturaleza ensimismada... Un fuerte abrazo
Olga, también yo lo creo. Para mí, la literatura, tan rebosante de salud, tiene el poder de ensanchar nuestros puntos de mira; de enriquecer los márgenes demasiado estrechos y convencionales por los que se desenvuelve la realidad común, la pautada por la Naturaleza. Un beso
Araceli, menos mal que la literatura es insumisa por naturaleza. Y aun así, a mí se me antoja más humana...
Un abrazo
Señorita, este esplendor es perfecto y usted una maravilla auténtica y genuina de escritora. ¿Sabes?, yo soy de las que lee espléndor como preposición de "en la hierba". ¡Cosas de la edad!
ResponderEliminarUn beso.
La Naturaleza como oxígeno. Las verdes hojas de esa perfección llevan a trastocar ese submundo de interpretaciones que nos llevan a la escritura.
ResponderEliminarImagino que de ese paisaje nadie escribiría nada similar a partir de la propia introspección.
Ese paisaje verde, tal vez tras cierta transformación o diferente perspetiva, acabaría siendo menos obediente o menos bello ;)
No sé si logré explicarlo bien.
Besos, Mega.
Gemma, disentir es la otra mano de la admiración, sin ella es difícil que exista movimiento.
ResponderEliminarLa conciencia de las cosas solo es humana.
Un abrazo insumiso.
Sergio Astorga
Izaskun, jaja; tú siempre tan espléndida... Lo cierto es que dudé entre titularla "Esplendor",
ResponderEliminar"Resplandor" o "Revelación". La última la deseché por evidente; la segunda, por exagerada... La primera opción me pareció el mal menor. ;-P
Besos (¿Todavía en Quito?)
Eva, si te he entendido bien, yo también creo que hay tantas introspecciones o lecturas como personas; y ello especialmente con respecto a los micros, piezas sumamente breves, inevitablemente supeditadas a la ambigüedad... A mí me encanta (y hasta sorprende) ver las diversas posibilidades de lectura de un texto cualquiera. Otra cosa distinta es que yo me haya propuesto significar algo concreto y no lo logre...
Besos
Sergio, desde luego que sí. En el micro, de hecho, es el mismo narrador el que disiente del libre flujo de su propia conciencia...
;-P Más besos
También la naturaleza,nos sorprende con explosiones de fiereza,destructivas a veces,lejos de esa placidez, de las que surgen nuevas formas y colores transformando su entorno en algo totalmente renovado.La armonía y tranquilidad no siempre
ResponderEliminarnos llevan a la cratividad más bien creo que los cambios y muchas veces la imperfección generan mundos insospechados,intentemos descubrirlos.Besos Gemma.(ufff,que discurso)
Es cierto, Bambú, pero esa violencia de la Naturaleza resulta siempre tan ciega, tan acéfala y visceral... Por otro lado, cierta placidez contemplativa es necesaria desde luego, como la otra cara de la moneda que en realidad es. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarAunque a veces nos engañe esa mirada que tienen, casi prefilosófica, en realidad no piensan.
ResponderEliminarMe refiero a las vacas, que serían mucho más felices en ese mundo del texto.
La literatura, a pesar de esa mirada, no las estimula. Solo las cabras, locas, se sentirían animadas a terminar con todo lo escrito en el mundo.
Y nadie podría, entonces, saber lo felices que somos.
Nano, tu comentario me parece un arcano tan misterioso como la buena literatura.
ResponderEliminarAbrazos