.. ..
Síndrome del nido vacío:
.se denomina así a la sensación de soledad que embarga a los padres cuando su hijos abandonan el hogar, lo que en ocasiones puede desatar una depresión. Muy común en las mujeres que se han implicado más que su compañero en la educación de los niños, el síndrome del nido vacío causa en quien lo padece un sentimiento de inutilidad. Detrás de esta crisis hay un cambio de hábitos que aún está en proceso. (...) El remedio está, por tanto, en recuperar el tiempo perdido. El País semanal, 30/5/09.
.
Y pensar que anteayer todavía golpeabas con tus piececillos de gnomo mi barriga protectora... ¿Cómo no iba a acordarme de tus primeras palabras, pasos, cuentas, novias..., y, ya luego, de tus insidiosos divorcios, pensiones, despidos? Cuando te jubilaron, pensé que a lo mejor sentabas cabeza, pero no. ¿A quién se le ocurre...?, ¡y a tu edad!
..
Y pensar que anteayer todavía golpeabas con tus piececillos de gnomo mi barriga protectora... ¿Cómo no iba a acordarme de tus primeras palabras, pasos, cuentas, novias..., y, ya luego, de tus insidiosos divorcios, pensiones, despidos? Cuando te jubilaron, pensé que a lo mejor sentabas cabeza, pero no. ¿A quién se le ocurre...?, ¡y a tu edad!
..
Ay, por Dios. "Cuando te jubilaron, pensé que a lo mejor sentabas cabeza..."
ResponderEliminarDel embarazo a la jubilación, un soplo: cinco líneas. ¿No es muy comprensible sentir una punzada de eso, de ese síndrome? ¿No lo sentimos un poco desde el mismo momento en que damos a luz? Quizá lo enfermizo es la exageración, pero sentir el pinchazo en el corazón... ¿No lo sentiremos?
Besotes, Mega. Mira que hay síndromes, hija;-)
Mega, tal vez el síndrome de la libertad es más fuerte que la domesticación.
ResponderEliminarUn abrazo ocurrente.
Sergio Astorga
Me encanta este agobio rápido de toda una vida te estaría queriendo. Buenísimo, Mega-Maga. Gracias por todos estos síndromes que más risueña vivo desde que te leo.
ResponderEliminarBesos.
Sensacional...
ResponderEliminarEs difîcil no sentir un vacîo cuando alguien se va, tanto màs cuanto es alguien con quien has compartido y compartiràs tu vida entera. Ese vacîo ya lo sientes cuando das a luz, esa vida que llevas dentro y expulsas para que cobre vida propia. Pero es ley de vida, y todos hemos pasado por lo mismo, pues dejamos también antes el nido, y asî es, un eterno retorno.
ResponderEliminarAunque en el caso de la madre de tu micro no creo que sufriera este sîndrome con lo calavera que le saliô su hijo, el cual no la deja descansar ni tras jubilarse ;)
Besitos, Mega.
¿Preparada para cuando eso ocurra?
ResponderEliminarCreo que nadie lo está.. y aúnque lejos estoy segura que están presentes.. al menos en nuestras preocupaciones.. y si no solamente vuelan ellos.. el tiempo también lo hace..
Una abraçada Mega.. te leo...Siempre lo hago..
Esa lo que puede sentir cualquier madre cuando su hijo/a ya no está.Puede ser signo de tristeza y melancolía.La nostalgia nos hace evocar momentos íntimos muy queridos.
ResponderEliminarMuy bueno Mega...(ay los hijos, y los padres!),y tus malabares geniales.me tomaré un descanso hasta fin de mes.Será un placer volver a tus textos en cuanto rgrese.Un beso enorme
ResponderEliminarEres una maestra de la ironía, y gran observadora de los conflictos humanos. Da gusto leerte. Un beso desde esta otra ribera.
ResponderEliminarMuy bueno Mega, sobre todo me ha gustado lo de "los piececillos de
ResponderEliminargnomo en mi barriga grandota y protectora" creo que todas las madres lo sienten cuando sus hijos se van;me pregunto si no habrá también un síndrome para los que abandonan el nido.Abrazo.
Menuda síntesis la tuya, y lo rápido que le ha pasado todo a la madre. Me has hecho recordar a una centenaria que vivía en el pueblo de mi abuelo ( él también murió centenario, a los 102) que vivía con su hija, a la que llamaba Esperanceta, y se pasaba el día detrás de ella dándole órdenes. El caso es que la pobre Esperanceta ya tenía ochenta y pico y su madre seguía dándole voces.
ResponderEliminarJuá, juá. Final de cohete de 5 kilos.
ResponderEliminarEspléndido, Mega. Toda la serie de los síndromes lo es y merece su libro. (Espero que falten muchos libros).
En nuestro caso, quizá porque vive en la misma ciudad y nos vemos al menos una vez por semana (o quizás porque mi niñez sigue jugando entera en tu playa, vaya usted a saber), el síndrome se llamaría "felicidad absoluta para los tres".
O sea, doy toda la razón a Sergio Astorga.
Y esto enlaza con otro comentario que hice a otro síndrome (creo): el problema de las madres que entregan toda su vida es que se vacían de ella y luego exigen lo que no se les puede dar.
Genial, Mega. Me has hecho reir, quizá por la exageración, ya que la situación es más bien dramática.
ResponderEliminarParece que a la mamá el tiempo se le pasó volando...
Respecto al síndrome, conozco algunas personas que lo sufren...
Creo que para nuestros padres (sobre todo madres) siempre somos sus pequeños, por más cumpleaños que pasen...
Besos.
A todos, perdonad el retraso en contestar pero estos días ando un poco liada.
ResponderEliminarOlga, jaja, con este micro cubro el último síndrome de los mostrados por el País. Pero quién sabe, a lo mejor me da por buscar otros por ahí que den cuenta como éstos de la neurosis de nuestro tiempo... Supongo que sí, que siempre sentimos cierta desazón ante cualquier cambio anunciado e inminente... Como bien dices, se trata de un cuestion de medida... Y de saber estar (o soportar). ;-P Un besazo
Sergio, desde luego que sí. A mi juicio, la quietud forzosa es sinónimo de muerte. De hecho, no sólo tenemos que cargar con nuestros deseos sino con la opinión (más o menos cercana al prejuicio) de segundos y de terceros... Beso fuerte
Izaskun, celebro que te hayan gustado. Me interesó la posibilidad de buscarles una traslación ficticia. No descarto ocuparme, más adelante, de nuevos síndromes. En cierta medida, me propuse hablar del presente desde una óptica cuestionada: la de la enfermedad. Otro beso para ti
ResponderEliminarFabiana, gracias por ser tan generosa y breve al mismo tiempo. Un abrazo
Eva, claro, no es cuestión de edad sino de carácter o de talante o de vete a saber qué. Al hijo -calavera o no- yo lo imaginé sobre todo como un resultado fidedigno de nuestro tiempo: tan dado a los desmadres y excesos de todo tipo. Un beso
Selma, muy buenas. Supongo que cambiar aunque nos pese es la tónica de la existencia...
Una abraçada també per a tu
Jesús, a mí me parece que la nostalgia es siempre doble: hacia quienes nos acompañaron y, tal vez, hacia quienes fuimos en el pasado... Saludos cordiales
Marisa, que tengas un feliz descanso: reparador y placentero por igual. Nos leemos. Un abrazo
Antonio, y tú eres un maestro de la generosidad, jaja. Lo que sí es un verdadero placer -puedes hacer una encuesta si no me crees- es
tenerte justamente de lector. Un fuerte abrazo de vigilia berlinesa
Bambú, seguro que sí lo hay, sobre todo teniendo en cuenta que algunos jóvenes se marchan de su casa cada vez más tarde... Como si les costara despegarse... ;-P Besazo
Araceli, la anécdota que nos cuentas se me antoja una historia de terror en toda regla... Pobre Esperanceta, obligada por su nombre -y condenada por el diminutivo- a esperar en vano que la trataran como a un adulto. Un abrazo
Nán, yo también lo espero (nada me gustaría más). ;-P
Suscribo por entero tu opinión sobre la carga autoimpuesta (y excesiva) de ciertas madres... (Te debo un correo, mein Freund.)
Luisa, supongo que el sentimiento que experimenta esta clase de madres es algo ambivalente... De este modo, si bien a la madre el tiempo "se le pasa volando", ello no excluye -como señala Nán- cierta dependencia o apego excesivo para con su hijo... Y de ahí que Meguita optara por la ironía para reflejarlo... Un abrazo
¿Quieres decir que siempre, siempre, por siempre jamás, estaremos pendientes de los hijos? ahggggggg!!!! Espero que no. Besitos.
ResponderEliminarIsabel, jaja; sin duda la vida se ha complicado en exceso...
ResponderEliminarUn beso