Si todos los senderos condujeran a un destino cierto, me decantaría por éste, se dijo. Llevaba recorriendo la misma ruta desde hacía semanas, aunque la sola posibilidad de transitarla a diario lo ponía de buen humor. Aquel día, de hecho, tampoco le había importado que el sol se mostrase más huraño que de costumbre.
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Hasta que no hubo recorrido varios kilómetros de tierra firme por entre barrancos del bosque, rodeado de árboles esbeltos y cantos extraños, sus ropas no empezaron a ceder sobre el cuerpo engrandecido/acrecentado, mientras un hermoso pelaje le cubría lomo y patas. Ahora ya sólo se acuerda de su destino de hombre cada vez que reconoce, en ese niño que juega entre arbustos, sus mismos ojos de almendra.
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II.
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Si todos los senderos condujeran a un destino cierto, me decantaría por éste, se dijo convencido. Llevaba recorriendo la misma ruta desde hacía escasas semanas, aunque la sola posibilidad de transitarla a diario lo ponía de buen humor. Aquel día, de hecho, tampoco le había importado que el sol se mostrase más huraño que de costumbre.
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Hasta que no hubo recorrido varios kilómetros de tierra firme por entre barrancos y estepas, rodeado de árboles esbeltos y sonidos extraños, no la vio. Andaba recogiendo fresas mientras canturreaba melodías para sus adentros. En su mirada amarga de almendra reconoció, al instante, su dulce destino...
Vaya, veo un eco de las metamofosis ovidianas en este relato. Pienso, por ejemplo, en Dafne. Pero con color de cuento infantil. Un beso.
ResponderEliminarA todos los que llevéis un rato por aquí, he retocado parte del texto y el propio final.
ResponderEliminarAntonio, no descarto un día poder convertir en micros las Metamorfosis de Ovidio. Es una lectura que me encanta. Como sabes, el recurso de la transformación es ideal para el microrrelato. Isabel Romana ha recreado algunas de maravilla. Tampoco me sorprende que hayas reconocido en el texto ecos de cuento infantil. Enseguida verás por qué. De entre los dos influjos que señalas, en esta primera versión pesó más Ovidio. ;-)
Besos
El tema del próximo taller es "revelación". Estoy por copiarte este magnífico doble cuento diferente con enlace al final para quedar como que escribo de puta madre. ¿Sabes si pasan por aquí otros miembros del taller?
ResponderEliminarGenial la doble versión...Y nosotros , durante generaciones, preocupándonos por la niña y la abuelita,en fin.:)
ResponderEliminarBesos.
PS:
(Me ha hecho mucha ilusión verte por mi casa.Te sigo la pista desde que conozco a Sergio Astorga y siempre me ha gustado tu estilo y me alegra poder transmitírtelo.)
"Destino cierto", y destinos inciertos, dirîa yo, son los relatos, cuyos senderos, nunca abocan a una misma realidad.
ResponderEliminarComo siempre, es de una sencillez y de una soltura que me fascina.
Un besote.
A estas horas de la noche, para mí son dos píldoras con ecos ovidianos contra el tremendo, tremendo cansancio que producen algunas cosas y algunas personas y algunas rutas.
ResponderEliminarLiteratura versus rutina. Una sonrisa al final. Las metamorfosis nunca evitarán el destino: le ayudarán a ser.
Gracias.
Nano, jaja. Copia, copia, que nada me alegra más que saber que los haces tuyos (de corazon te lo digo). ;-P
ResponderEliminarMarisa, para que luego veas. A mí siempre me pareció que era Caperucita la que se camelaba al lobo... De igual modo, lo de matar a la abuela sería el peaje necesario para poder dejar de ser y comportarse como una niña... Un beso
Eva, qué bien que te parezcan sencillos y sueltos, que no se note demasiado mis peleas con el lenguaje. Besos
Gracias, Olga. Me parece muy interesante la lectura que propones: la metamorfosis no como huída sino como destino cumplido, eso mismo quería expresar. Besos
He tenido que leer los dos textos varias veces,el primero,me parece triste y misterioso;el segundo, alegre y romántico.Me gusta el contraste entre los dos.Abrazo.
ResponderEliminarLa foto me llevó de cabeza a una bella versión d "El camino que no iba a ninguna parte" de G. Rodari (sm). El-los textos me han dejado encantada. Buscaré caminos. Para colmo (anécdota al canto) cuando nació mi primer hijo me dio por leerle cada noche un trocito de las metamorfosis y en mis estantes hay cosas como Érase 21 veces Caperucita Roja.
ResponderEliminar(¿Cómo haces para conectar con todos?).
Muac.
Bambú querida, pues yo coincido con tu apreciación. El primero tiene un deje de notalgia que el hombre-lobo no podría evitar sentir hacia su anterior naturaleza y por quienes forman parte aún de ella, mientras que el segundo es más impetuoso, más irónico también -creo-.
ResponderEliminarIzaskun, ¡21 Caperucitas! ¡Madre mía! Me encanta que vayas dejando por aquí tantos rastros literarios. Besote