Ante todo, soy una mujer paradójica, llena de contrasentidos. Dice de mí la gente que quiero y que me quiere, que soy caótica, impaciente hasta el paroxismo y bastante fantasiosa. Será verdad si lo dicen. Yo añado que también puedo ser divertida, entusiasta y hasta un punto misteriosa. Aunque quizá sea conveniente matizar que esto último, sólo en contadas ocasiones. En general, me considero apasionada y vehemente. Y tozuda. En particular, una despistada de remate, retraída, sí, y algo presumida.
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Para andar por la vida aprecio la sabiduría de compañeros de viaje tan poco valorados como el orden y la tranquilidad. El caos -ya lo dije- lo pongo yo. Por lo demás, me gusta el otoño y la sandía, la caída de la hoja casi tanto como los rayos de sol. Puedo confesaros -pasemos, pues, a los defectillos- que soy sumamente nerviosa y dubitativa, probablemente, debido a un temor insalvable a la vida, y al dolor. Para compensar semejante carencia, o villanía, me gusta pensarme como una soñadora inagotable que escribe y escribe. Ciertamente, me considero una asidua de la escritura, aunque tampoco me asuste leer. Un día cualquiera aprendí que a los amigos y a los secretos hay que guardarlos bien para evitar que se esfumen, enfríen o volatilicen.
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Pero, muy especialmente, soy un pozo de desmemoria. Tanto es así, que uno de mis mayores temores consistiría en descubrirme un día olvidada de todo y de todos: padecer, llegado el momento, el galope desbocado, inmisericorde y cruel del señor Tiempo temido. Sin duda, ese olvido y abandono cronológicos representarían la peor amenaza y pesadilla, la vivencia misma del horror. Mutatis mutandis, no me desagrada la soledad.
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(Una nota de color: de pequeña solían recogerme el pelo en dos coletas. Siempre despeinada pese a todo, decía mi abuela, divertida, que iba hecha un indio. Desde entonces, me considero profundamente oriental).
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Sería divertido que esbozarais vosotros también vuestro particular retrato...
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(Una nota de color: de pequeña solían recogerme el pelo en dos coletas. Siempre despeinada pese a todo, decía mi abuela, divertida, que iba hecha un indio. Desde entonces, me considero profundamente oriental).
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Sería divertido que esbozarais vosotros también vuestro particular retrato...
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A estas alturas de la ficción, ya uno no sabe si eres tú o tu sombra la que habla y se describe. Intuyo que hay más de ti que de tu sombra, porque el tono se me antoja personalísimo y porque aparece el tema de la desmemoria, frecuente en tus reflexiones. Besos.
ResponderEliminarLo viste, como siempre, muy bien, querido Antonio. Quise, a sabiendas, jugar esa baza: en realidad, es mi sombra la que habla de mí, así que no podría asegurarte cuánto hay de ficción y cuánto de realidad. O por decirlo de otro modo: ¿acaso nos reconocemos al 100% en las definiciones que los demás hacen de nosotros? Besos
ResponderEliminarPor si os interesara, en mi bitácora secreta aparece una versión totalmente distinta sobre el tema. Aquí lo podéis leer.
Mega, dspués de ser develado el misterio de las sombras chinescas, sólo me resta pedirte la dirección para comprar ese Sombrasil, que me parece solucionará mis proyecciones.
ResponderEliminarUn abrazo asombrado.
Sergio Astorga
Me parece estupenda la sugerencia de describirnos como lo has hecho tú, pero yo no podría,¿nos conocemos tan poco que somos incapaces de describirnos?, o es algo de miedo a descubrir lo oscuro de cada cual?.Me sigue sorprendiendo en tus escritos, y me gusta una especie de suavidad y equilibrio que parece estar por encima de consideraciones morales.Y, eso, para las que tenemos herencia de colegio de monjas, resulta,.... no se como definirlo...quizás, tranquilizador.Precioso retrato, con o sin sombra.Besos.
ResponderEliminarComo siempre, hago el viaje al revés... para sorprenderme de nuevo.
ResponderEliminarYo creo que en estas sombras chinescas hay un buen puñado de cosas que te caracterizan. Lo que ha apuntado Antonio de la desmemoria, a la que aludes con frecuencia. También lo caótico y la necesidad del orden y la tranquilidad que la compensen. Creo que tampoco ando descaminada si hablo del temor a la vida y el dolor. Del gusto por la escritura, de ser vehemente, tozuda y algo presumida. Pero, quizá y sobre todo, del miedo al olvido, tanto el de los demás como el propio.
Te tomo la palabra y ten por seguro que no la echaré en saco roto. Es seductora la idea de un autorretrato desde la sombra... En cierto modo, jijiji, has provocado un meme.
Un abrazo meine liebe Zaubererin. Esta vez más que nunca... (el abrazo, por la valentía y la magia por la sombra chinesca)
¡Me ha encantado Mega!
ResponderEliminarTu curriculum debe impresionar jaja :))
Yo soy algo asî como pura desmembranza y un hastîo repleto de esperanzas. Ven a verme. Te invito. E
ResponderEliminarComparto contigo la tendencia al caos y el gusto por la sandía que en mi caso es adicción: si volviendo de la playa un día de verano me dejaran sola delante de una sandía, moriría de sobredosis seguro. También me reconozco en el terror a la desmemoria y en lo de soñadora, aunque a mí el otoño me resulta demasiado desasosegante.
ResponderEliminarPues nada, a ver si vienes pronto a probar la excepcional sandía mallorquina.
Un abrazo
Sergio, Sombrasil soluciona cuaquier problema de proyección, según detalla el prospecto. Lo que ya no sé es si contiene, agazapado, algún efecto placebo. Besos
ResponderEliminarDoña Sigma, gracias por tus palabras. Celebro de veras que lo creas así. Y me gusta, sobre todo, eso que dices de la impresión de equilibrio al margen de consideraciones morales. Beso
Freia, será que tanto tú como la sombra tenéis razón. En cuanto a lo del meme, esto de empujaros a que hablarais o hicierais hablar a un tercero sobre vuestra persona, me alegra saber que lo vas a intentar. Estoy segura de que estaré de acuerdo contigo una vez más. Abrazos
Dieguku, gracias. No te creas. Mi CV es tan convencional como todos. Y es que el género del currículum no admite demasiados experimentos... Saludos
Eva, gracias y bienvenida. Me pasaré. Saludos
Araceli, jaja. De momento no he tenido el placer. Pero si la sandía mallorquina está tan rica como la sobrasada y la ensaimada, acepto gustosa. Un besazo
Salvo la competencia entre los rayos de sol y la caída de las hojas, nada hace sombra en la sombra de esa chica, en la que creo reconocerte.
ResponderEliminarEn mi caso, la historia podría resumirse diciendo que la sombra es de mucha mejor calidad que quien la acompaña.
Mega, hace tiempo que mi sombra dejó de hablarme pero intentaré convencerla de que me escriba. Pánico a la dememoria propia, tengo.
ResponderEliminarUn beso en la mejilla izquierda.
Pues yo no sé si permitiría que mi sombra me esbozara un retrato, lo mismo hasta acierta en según que cosas, y a ver cómo le volvía a mirar a la cara, que me iba a ver obligado a salir sólo de noche, evitando las farolas, o, en última instancia, a avanzar sólo de cara al sol.
ResponderEliminarUn abrazo nada sombrío.
Nán, buena señal si me reconoces. A Freia también le pareció verme por entre las oraciones, jaja.
ResponderEliminarEn cuanto a ti, no me creo yo eso que dices. Ya lo comprobaré por mí misma. Besos
Izaskun, pues ya somos dos, jaja. Un beso en la otra mejilla, entonces.
Viajero, es una experiencia que deberías probar. Te aseguro que a mí el resultado me sorprendió lo suyo. Además, siempre puedes darle al suprimir si el resultado no te satisface. Un abrazo soleado
Yo perdí mi sombra, pero pronto la encontraré...
ResponderEliminarUn abrazo grande,
L.
Estaré pendiente de esa recuperación, querida Lilian.
ResponderEliminarPara muchas personas, son esos pequeños o grandes defectos los que les hacen interesantes.
ResponderEliminarqué bonito descubrir que tu sombra habla tan bien de tí...tengo que preguntar a la mía, a ver qué dice...
ResponderEliminar(lo de las coletas me ha encantado!!!)
besazo!
Saiz, gracias por tus palabras y afecto. Abrazo gordo
ResponderEliminarMaría, me parece estupendo. Así me enteraré si llevabas tú también coletas de pequeña, que nunca se sabe, jaja.