viernes, 12 de septiembre de 2008

El gigante y la niña


El gigante y la niña pasean de la mano como cada tarde. A ambos les gusta seguir el sendero que corre junto al río y contemplar, desde lo alto del camino, el pueblito en el que viven.
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GIGANTE: ¿Has visto?, -le dice señalando el vuelo rasante de una golondrina que les sale al paso.
NIÑA: Sí.
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Al cabo de media hora de paseo, llegan a la cima y deciden descansar un rato antes de retomar el camino de vuelta a casa. El gigante tiene las manos grandotas y las espaldas muy anchas. La niña, una sonrisa redonda y brillante como un sol.
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GIGANTE: ¿Te ha gustado el paseo?
NIÑA: Sí.
GIGANTE: ¿Y no te has cansado esta vez?
NIÑA: No.
GIGANTE: ¿Querrás que volvamos entonces mañana?
NIÑA: Sí.
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El gigante y la niña contemplan los últimos rayos de sol, antes de que éste se esconda definitivamente, según tiene por costumbre. A la niña no le importa que el gigante sea feúcho y grandullón. A lo lejos, las chimeneas empiezan a humear.
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10 comentarios:

  1. Muy poética recreación del mito de Frankenstein. La golondrina, el sol y las chimeneas enmarcan plácidamente el paseo. Por cierto, curioso que la etiqueta sea "Escenas mínimas", tratándose de la gigantesca amistad de una niña y un gigantón.
    Saludos.

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  2. La bella y la bestia. La inocencia y la bondad se juntan de la mano.
    Los niños no se fijan en las apariencias, valoran más el contenido, por eso la niña de tu relato se siente segura y confiada.
    Los adultos, como de Frankinstein, sentirían recelos.
    Salud, República y Socialismo

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  3. Veo que retomas en cierto modo el mito de Frankestein. Sólo que en este caso no hay un monstruo. Pese a las diferencias, físicas y mentales, de los protagonistas, en ambos subyace una ternura enternecedora y armoniosa. La propia parquedad en palabras de la niña así parece atestiguarlo.

    Hermoso.

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  4. Hermoso y tierno micro, Mega, leyendo me lo imaginaba a modo de cuento para niños, hasta he visto los dibujos que lo ilustraban...

    Una abraçada.

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  5. Efectivamente, como los otros amigos dicen, leyendo lo primero que me ha venido es el mito de Frankenstein.
    La bondad de quien se cree un monstruo y la ingenuidad de una niña hacen que se puedan saltar todos las barreras del miedo que los adultos van socializando con esa cultura impuesta y llena de muros.

    Salud y República

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  6. También yo veía a mis tíos feúchos y grandullones. Y hubo uno, que venía un mes todos los veranos, que me sacaba a pasear en silencio, con muy pocas palabras, como el tuyo. Pero me trataba con un gran cariño.

    La foto me hiere como el cable al árbol. ¡Tenía que pasar precisamente por ahí!, por donde el único árbol, sin pensar que crecería.

    Es una de mis obsesiones, la manga ancha para las eléctricas que no tienen obligación de soterrar. Las ciudades están llenas de casas hermosísimas y restauradas que hieren enseguida los antenistas, los eléctricos y los telefónicos. Por no hablar de cuando tiran el cable desde una casa a la de enfrente.

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  7. Antonio, por un lado, por lo que refiere a este micro, Frankenstein; por otro, y de ahí la etiqueta general, una serie de situaciones mostradas a la manera de las Historias mínimas, de Javier Tomeo, sin olvidar el laconismo inquietante de mi dramaturgo favorito: Harold Pinter...

    Antonio, por suerte los niños no se fijan en lo aparente sino sólo en lo sustancial. Son como nuestras vocecillas de la conciencia...

    Manuel, en efecto, esa amistad dispar que los une los convierte, sin duda, en seres fuertes. La fortaleza de lo auténtico asomando por debajo de una fragilidad aparente.

    Selma, tengo un sobrinillo de tres años que siempre que le traigo un cuento, me lo abre por la primera página, y me dice:
    -Llegeix!

    Rafa, en efecto, "la bondad de quien se cree un monstruo". Como a ti, también me parece un monstruo adorable... (¿Por qué esa estrechez de miras tan grande entre los adultos?)

    Nán, sospecho que los niños ven a los mayores como lo que en realidad son: seres feuchos y grandullones, además de profundamente frágiles. (La foto la hice en el Maresme, en Vilassar de Mar. Era, como bien dices, el único árbol existente en mitad de un enorme terreno, y sobre todo un recordatorio incómodo del secarral que ha venido a ser hoy.)

    Abrazos grandes

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  8. una anecdota infantil agradable. sencilla. lo unico q a mi me salta un poco es q colocas el nombre del personaje antes de q hable. es un poco reiterativo, y hasta parece guion de teatro. eso frena la lectura. los dialogos deben ayudar a q fluya el texto, no a q se detenga y se piense en el autor.

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  9. Bueno, blog author, está hecho adrede. Buscaba que la repetición mecánica de ambos nombres fuera un efecto más del texto. Por otro lado, estas piezas no son, como bien dices, microrrelatos puros, meras narraciones, sino escenas de microteatro, siempre a la manera de Tomeo.
    Un saludo

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  10. Pues aunque el texto parece remitir claramente a la bella y la bestia y a Frankestein a mi me ha venido a la mente al leerlo, una obrita que representé en el cole cuando tenía 9 ó 10 años. "El gigante egoísta" de Oscar Wilde, si la memoria no me falla. Sólo que la historia era justo a la inversa. Es el niño el que salva al gigante y es el mito del amor más allá de la muerte (anda, ahora resulta que llegué a Wagner por Wilde, jaja).
    Me ha encantado tu relato querida MegaMaga. Como dice Manuel, efectivamente, aquí no hay monstruo.
    Me alegro de estar de vuelta.
    Me alegro mucho. Y siento no haber podido venir antes.

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"