domingo, 11 de mayo de 2008

¡Qué sé yo!


..
Para Nán, que insistió en convocarlo
.
Soy el yo que perdura
a ratos
pero que,
a ratos también,
me abruma,
me aturulla.

Quien late, late, late
aun cuando el otro
me rehuya.

El tipo que espera en silencio
un reconocimiento apenas audible.

O acaso aquel
que llora sus horas ausentes
perezosas de sueños,
y de pasos furtivos y oscuros.

A decir verdad,
no sé quién soy.
..
Sólo sé que ese ser
a ratos
maúlla
y da zarpazos
cual gato
sin zapatos;
¡qué sé yo!

Soy el yo que tú quieras ver.
.

8 comentarios:

  1. Una primera vez, para decir decir "¡Gracias!".

    Un poema dedicado es una de las más altas distinciones.

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  2. "Soy el yo que tú quieras ver".

    Al final, por muchas vueltas que le demos a nuestra propia identidad (y casi ninguna completa, porque es imposible llegar a una conclusión), no nos libramos de la maldición (o bendición, según se mire) de vernos condicionados a la mirada del otro. La construcción del yo deja de tener sentido sin un tú enfrente.

    Y volvemos al juego de los espejos: ¿qué yo es más real, yo o mi reflejo, que es el que puedo ver?

    Da para mucho el tema.

    Estupendo poema.

    Enhorabuena a la autora y saludos al "muso".

    bss

    ETDN

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  3. Soy el yo que tu quieras ver.Me gusta ver todos los yos que me muestres , pero volver a ver esta cara NOOOOOOO !!!!!

    petonets.

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  4. Este viejo amigo se resiste a abandonarnos. Y, para colmo, tiene un problema existencial, que yo definiría, recogiendo tus versos: "En vosotros existo, por vosotros soy imagen".

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  5. Pues va a ser verdad lo que dice Antonio, porque nos estamos "retratando" de lo lindo.

    María Eugenia, aunque sea la misma cara, como en cada foto que le hace sale distinta tiene mucha variedad (yo le he cogido cariño a ese buen hombre, cada vez más desvaído).

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  6. Somos poliédricos: cuerpos con múltiples caras o superficies. Y en cada una -según el entorno, según el momento, según tantas cosas-... en cada superficie del poliedro, un yo.

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  7. Nán, el yo que quise reflejar (o rescatar) es, en realidad, un yo algo egocéntrico y malhumorado, muy cercano al superyó de Freud... Con este poemilla me propuse expresar la dificultad de que la primera persona pueda hablar de sí misma con acierto; la necesidad irrenunciable de un tú para que ese yo tenga visos de realidad.

    ETDN, justo: "La construcción del yo deja de tener sentido sin un tú enfrente"; yo también lo creo. En mi opinión, nuestro yo sólo puede manifestarse libremente por medio de la participación de un tú, a salvo de la severidad de nuestro juicio. (De ahí que el yo del poema parezca algo enfadado, pues el otro con quien dialoga no es un tú, sino él mismo)...

    Maria Eugènia, ya ves que a Nán le gustan esos rostros. Sin embargo, trataré de dosificarlos algo más la próxima vez (si la hay) ;-P

    Antonio, qué bonitos versos. Lo has expresado muy bien. No hay yo que valga sin un tú capaz de reflejarlo. Nuestro yo es siempre un reflejo, de ahí la imposibilidad de aprehenderlo por sí solo...

    Saiz, tu aproximación también me interesa. Es cierto, nuestro rostro cobija tantas expresiones... Probablemente, sea verdad que existan tantos yoes como tús capaces de reflejarlo.

    Abrazos para cada uno de vosotros

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  8. Creo que no me he expresado del todo bien. Intentémoslo de nuevo:
    Hablar de uno mismo siempre es relativo (y hasta falso incluso).

    El discurso en primera persona supone, en general, la asunción de un "reflejo", de una proyección de nosotros mismos, como si dijéramos.
    Así, en el caso del presente poema el yo que habla no formaría parte del reflejo, de ahí que se lamente, que le exija al otro, al tú final (al reflejo o proyección) que lo considere.

    En fin, sería como si el sujeto poético al uso hubiera dado voz al superyó poético... Hablaría, pues, el yo voraz, el más puro y primitivo...

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"