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Hacía años que el escritor se esforzaba por conquistar una voz narrativa propia, plagada de autenticidad y de fuerza; un estilo que lo distinguiera de tantos autores sin voz como había, tan fatuos en su mayoría, tan ridículos. Le parecía increíble que toda esa caterva de presuntuosos no se hubiera percatado aún de que, para ser un gran escritor, había que lograr una voz personal e intransferible, cultivarla día y noche sin descanso, desearla de veras; una voz que fuera capaz de singularizarse del resto, que se revelara densa, con volumen, poliédrica; que lo elevara, en fin, hasta las alturas, depositándolo en el justo pedestal que le correspondía...
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Tan embebido estaba el pobre en labrarse esa voz que olvidó apuntalar la estupenda edificación de su ingenio, malbaratando en un pispás aquel universo maravilloso repleto de voces magníficas, tan prometedor, probablemente su obra maestra, la creación que habría de erigirse en garante de su felicidad; un castillo de naipes fabuloso, una pena.
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Como el bosque que no deja ver los árboles.
ResponderEliminarEl ego es lo que tiene: Se alimenta sólo de sí mismo.
ResponderEliminarSalud y República
Tan empeñados estamos a veces de adornar nuestro discurso que nos olvidamos de lo esensial: el mensaje.
ResponderEliminarSalud, República y Socialismo
¡Biiiieeeeeennnnn! ¿A quién tenemos aquí?... Es casi, casi mío... mi tesooooro.
ResponderEliminarAdoro a este poliédrico, polidubitativo, polifacético y hoy también polifónico escritor tuyo.
Y lo peor es eso, que ingenio sí que tenía. En este país hay alguno que otro escritor a quien, buscando su propia voz se le ha derrumbado el ingenio y hay muchísimos más que se pasan la vida diciendo que están buscando y modulando su propia voz porque no hay edificio ingenio que hayan sido capaces de levantar. Hay muchos, pero que muchos más que los segundos que de los primeros.
Besos
Inútil es tener una voz personal y no decir nada o nada interesante o, como dicen los lingüistas, nada informativo.
ResponderEliminarQuizá tu personaje debería dirigir un coro.
ResponderEliminarOpino, con Bioy Casares, que la originalidad no hay que buscarla. Para que aparezca, basta con ser uno mismo.
Besos
Antonio, desde luego, la forma es necesaria... siempre y cuando esté supeditada al contenido, puesta a su servicio, creo yo.
ResponderEliminarRafa, el ego desatado es un monstruo voraz e insaciable, el peor enemigo del escritor (y de otras gentes de mal vivir).
Antonio, hay quien todavía cree que la literatura es eso: un conjunto de palabras bonitas dispuestas sobre el papel, sin apenas sustancia que las anime.
Freia, jajaja. Pero mira que eres compasiva... ;-)
Soboro, muy cierto. Además, siempre me ha llamado la atención que ego y forma vayan de la mano, tan juntitos... (Supongo que porque esa misma forma construye ese monstruo del yo...)
Herman, un coro de ególatras, jaja. La originalidad consiste en ser uno mismo, tras haber asumido, asimilado, mil voces ajenas, sin duda.
Abrazos varios
Jajaja, Mega, me ha encantado. Redondo.
ResponderEliminarPrimero los huertos de hortalizas, ultimamente los huertos solares, y ahora jajaja, los huertos de micros bien contados.
ResponderEliminarSaludos.