viernes, 21 de marzo de 2008

La literatura o la vida

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El escritor metódico buscaba por todos los medios convertir en literatura cualquier atisbo de vida que cayera en sus manos. Tanto se acostumbró a realizar estos trasvases, que hasta llegó a desarrollar un sexto sentido en el que su cuerpo hacía las veces de órgano principal. De este modo, si veía una película que le agradaba, su organismo captaba la información de interés como lo haría una antena al absorber las ondas electromagnéticas; si hacía sol o llovía, auscultaba el exterior con la precisión de un termómetro; si estaba disgustado, se lanzaba a escribir prosa satírica; si en cambio se levantaba omnisciente o soñador, le venían a la cabeza, respectivamente, versos ditirámbicos o alejandrinos divididos en dos hemistiquios, según la ocasión.

Escribía, en suma, con el empeño secreto de dar vuelo a una vida que adivinaba demasiado aburrida. O tal vez, lo hiciera, no estaba muy seguro, para ahuyentar la muerte. O quizá, sencillamente, para ganarse el aprecio y el respeto de sus conciudadanos. En realidad, no tenía la menor idea de por qué escribía. Por lo general, el atribulado escritor solía espantar la cuestión de un simple manotazo, aunque otras veces no era capaz de alejar de sí ni siquiera el vuelo rasante de una mosca.

Aquella mañana era justo uno de esos días; el bendito escritor andaba, pues, tristón, con el ánimo alicaído. Una duda le rondaba la cabeza de manera insidiosa: de ser cierto que escribía para vivir mejor, y de ahí la necesidad de trasladar al papel cualquier aliento vital, ¿qué sentido tenía, entonces, convertir esa ganancia en nuevo desvelo? A lo mejor resultaba que escribía por pura necesidad, por un extraño amor a la literatura. ¿O sería a la vida?

9 comentarios:

  1. Siempre lo he dicho y lo mantengo:

    ¡Adoro a tu/s escritor/es!

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  2. Creo que fui dejando el periodismo poco a poco, en la medida en la que me iba dando cuenta de que no me interesaba nada lo que escribía, aunque lo necesitara para vivir. Un buen día, encontré en la docencia, de manera completamente fortuita, lo que yo había estado buscando, lo que de verdad tenía en el fondo y que jamás había apreciado. Aún estoy asombrado de aquel descubrimiento.

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  3. Últimamente, cada vez que se gesta una historia sobre escritores, acabo por preguntarme: ¿le gustará a Freia? ;-)

    Manuel, siempre es una suerte descubrir para qué estamos dotados, ¿verdad? Tú lo estás para el periodismo, eso es evidente, y por lo visto también para la docencia (y la escritura, en general).

    Un fuerte abrazo para ambos

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  4. alicaído anda nuestro personaje escritor. A lo mejor es porque se pregunta demasiado. Las preguntas roen la pasión, pero claro, un motero puede decir ¡me apasiona ir en moto!, pero quien tiene las palabras como pasión, ¿cómo no abusar de esos signos panzones con un puntito arriba y uno abajo? (¿cuando la pregunta entra por la puerta la pasión sale por la ventana?).

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  5. Podría ser, Nán...; aunque tampoco estoy muy segura, la verdad.

    Para mí, las dudas son el material de trabajo de todo escritor, así que éste, en particular, debería poder encajarlas con mayor entereza (a menos que se trate, en realidad, de un escritor sin vocación verdadera).

    Reformulando tu pregunta: ¿cuando las dudas entran por la puerta, las certezas salen por la ventana? (Sí.)
    Y yo añado: ¿y qué mayor estímulo que éste para un creador? ;-)

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  6. Del título que das a la entrada ("La literatura o la vida") me llama la atención esa conjunción disyuntiva "o", que puede significar cosas contrarias.

    Es decir: puede tomarse como una opción o elección, algo así como si hubiera que decidirse por una (la literatura) u otra posibilidad (la vida).

    Pero también puede ser una expresión de afinidad (la literatura como vida, la vida como literatura).

    Supongo que no puede haber literatura sin vida, ni por su autoría (los seres inertes no escriben) ni por su contenido (por ahora nadie ha relatado las vivencias de un pedrusco).

    Pero ¿puede haber vida sin literatura? En un sentido estricto parece que sí: hay mucha gente que vive sin leer. Pero en un sentido amplio (literatura como ensoñación, figuración, etc) no creo que nadie pueda vivir sin ella. Desde los cuentos y canciones de cuna que se dicen a los niños a las metáforas y comparaciones del habla popular ("más listo que el hambre", "más largo que un día sin pan", "más falso que un duro de madera"...), pasando incluso por los chistes, todo eso es -en cierto modo- literatura.

    Y por último, el mundo onírico: los sueños (cuando -queramos o no- soñamos mientras dormimos), ya que no son realidad tangible, ¿son literatura o qué?

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  7. Ya veo, Saiz, que me has conocido el juego...

    En efecto, la literatura o la vida, un remedo de ese ¡La bolsa o la vida! tan apremiante, esconde, en realidad, una falsa disyuntiva, pues más que plantear una alternativa, estaría denotando, en realidad, una equivalencia...

    ¡Qué duda cabe de que la literatura es la misma vida!... (al menos para algunos, ¿no te parece?)
    Un abrazo

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"