jueves, 9 de agosto de 2007

Lugares comunes (Microrrelato)

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Tras vencer sus últimos recelos, se acercó a ella para decírselo.
–Te quiero desde el primer día en que me miraste con fijeza, le espetó, contrariado por haber recurrido a un tópico que siempre le había parecido ridículo. Si te lo digo así, tan de golpe, casi sin venir a cuento, es porque veo difícil que volvamos a vernos. Y aunque pueda parecerte cruel, necesitaba que lo supieras. En fin, carraspeó sin poder despegar los ojos del suelo, avergonzado por su atrevimiento. Perdóname por haber sido tan torpe. No pretendía molestarte.

Después de unos angustiosos segundos de silencio en que se sintió incapaz de mirarle a la cara, oyó que ella pronunciaba su nombre con ternura.
–No te preocupes, dijo para tranquilizarle. En realidad, lo sabía desde hace tiempo, añadió. ¡Cómo no iba a saberlo si tus ojos me lo decían a cada rato!, dijo por quitarle trascendencia a la situación. Tampoco ella supo prescindir de un lenguaje amoroso lleno de lugares comunes.

–Te recordaré siempre, soltó él por toda respuesta, algo agobiado ante tanta trivialidad.
–También yo, se atrevió a confesarle ella en justa correspondencia.

Y como ya luego sólo les quedaba darse media vuelta y tomar cada cual su camino, prefirieron no decirse nada más, de tan abrumados como estaban. Incluso hubo un momento en que estuvieron a punto de besarse. Les faltó, sin embargo, el valor necesario. O acaso fueran las palabras.
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3 comentarios:

  1. Iba a leerlo y cerrar el sitio, para ver si el texto me decía algo (mientras preparaba la cena).

    Pero me has dejado tocado y he querido de momento abrir un comentario simplemente para escribir lo que he escrito.

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  2. Gracias, nán. Me voy de viaje. Nos vemos a la vuelta.

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  3. Sueño poder comentar "la tripulación", pero no es posible.

    ¿Va todo bien en ese viaje?

    Con la nostalgia de tu ausencia,

    NáN

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"