Una anciana cruza la calle sin mirar. El semáforo se ha puesto en rojo en ese instante. Al otro lado de la acera, una pareja ha empezado a desenamorarse a gran velocidad. Van a morir las seis de la tarde. ... Una anciana cruza la calle sin mirar. El semáforo se ha puesto en rojo en ese instante. Al otro lado de la acera, una pareja ha empezado a desenamorarse a gran velocidad. Han muerto para siempre las seis de la tarde. ...
Yo estaba abrazado a su pecho cálido cuando dos enfermeros han irrumpido de forma violenta en la sala. Mamá me acunaba e intentaba calmarme, aunque mi desconsuelo era tan grande que no parecían bastarme todos los arrumacos de la tierra. Cuando han venido esos hombres y me han arrancado de sus brazos, me he sentido morir. Al parecer de nada ha servido que me desgañitara y revolviera contra ellos. "En todo viejo que llora hay un niño que ronca", he oído a no sé quién pronunciar desde no sé dónde. Yo no pienso roncar nunca, me he dicho por toda respuesta antes de quedarme profundamente dormido. Mamá seguía a mi lado.
Mi casa tiene una habitación y otra en la que ronca feroz el niño muerto.
"Umbral", de Agustín Martínez Valderrama
...
... Dos enfermeros forzudos entraron a hurtadillas en la sala. No querían despertar al viejo que en esos instantes lloraba en sueños desconsolado. Venían como cada tarde a cambiarle los pañales. El anciano invocaba a su madre entre hipidos, desdenes y pataletas varias, consumido entre sábanas bajo el ahogo de una pena enorme. A los presentes nos maravillaba su poderosa capacidad pulmonar. -En todo viejo que llora hay un niño que ronca, dijo alguien de pronto, como queriendo romper el hielo. Los demás asintieron concienzudos. Pero ninguno lograba acallar la creciente irritación que había empezado a invadirnos y se abría paso rencorosa, como ese futuro de témpano que nos aguardaba imperturbable. ...
... Y cuando las aguas se abrieron, burbujearon al unísono algas y almas sin brida, balbucientes de gozo y desvelo. ... Y cuando las aguas se abrieron, burbujearon al unísono algas y almas sin brida, balbucientes de gozo y desvelo. ... Y cuando las aguas se embridaron, burbujearon al unísono algas y almas desveladas, balbucientesde gozo y ensueño. ... Y cuando las aguas se embridaron, burbujearon al unísono algas y almas desveladas, balbucientesde gozo y ensueño. .. * El cuadro es de Jean-Marc Hild. Acrílico sobre tela. ....
Tenía en la
cabeza una especie de verruga salvaje que no podía evitar rascarse con frenesí.
Cada vez que lo hacía la excrecencia crecía como un junco silvestre, aunque su
textura no fuera verde ni suave sino, por el contrario, rojiza y rugosa,
semejante a una lija. Temía que le empezaran a nacer hijas y hojas por todas
partes, así que sin sentarse a esperar en qué quedaba la cosa, se plantó
audaz frente al espejo y comenzó a tirar fuerte de sí como si fuera un cable de
fibra óptica. Para su sorpresa, el junco resultó raíz milagrosa. En cuanto la
hubo arrancado por completo, un océano de desasosiego la colmó por dentro.
Nadie quiso asomarse en todo el día por el agujero.
. . Hermosa vida que pasó y parece ya no pasar… Desde este instante, ahondo sueños en la memoria: se estremece la eternidad del tiempo allá en el fondo. Y de repente un remolino crece que me arrastra sorbido hacia un trasfondo de sima, donde va, precipitado, para siempre sumiéndose el pasado.