¿Seguro que el umbral definitivo es el de la muerte? ¿No podría ser, más bien, el del amor?
Hay silencios farragosos como una cansina perorata; pero también los hay necesarios como una mirada sucinta de reconocimiento.
Describir el mundo (y cuanto de él nos incumbe y atañe) de la forma más honesta posible, menos impostada o engañosa. Reescribirlo sin falta y sin descanso para que mejor nos llegue.