Qué sería de nosotros sin las pasiones. Al cabo, ellas solas alcanzan para cimentar nuestra existencia. Certifican que hubo un día y otro —y aún otro— en que nos desvivimos.
De vez en cuando, pergeñar un deseo sencillo sin que apenas se note ni canse a nadie en demasía; sólo para arrimar el ascua un rato, o para arribar a buen puerto durante unas horas, o para derribar imposibles lo que quede del día; un plan perfecto.
. . Hermosa vida que pasó y parece ya no pasar… Desde este instante, ahondo sueños en la memoria: se estremece la eternidad del tiempo allá en el fondo. Y de repente un remolino crece que me arrastra sorbido hacia un trasfondo de sima, donde va, precipitado, para siempre sumiéndose el pasado.