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Todos somos huérfanos de quienes, en circunstancias radicalmente distintas, habríamos sido gustosos.
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jueves, 13 de marzo de 2014
lunes, 10 de marzo de 2014
El vagabundo
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«Resulta molesto que esta niña pase siempre tan cerca
y no me diga nada. Finge ir a lo suyo pero me mira por el rabillo del ojo cada
vez».
Lleva el mismo sombrero de ala de entonces, de 30 años
atrás. ¿Cómo es posible que todavía me acuerde de él? Vivía donde mis padres.
«Oye, tú. Sí, tú. Ven, que te quiero decir una cosa. Ven,
bonita, que seguro que nunca has visto una como esta. Te la voy a enseñar si te
acercas, vente a mi lado y siéntate conmigo».
Sigue igual: sombrero de ala ancha como si fuera un
vaquero desahuciado, con su botella de litro y los pantalones raídos. Claro que ahora parece inofensivo.
«Ven, te digo. Corre, siéntate conmigo. ¿Cuántos
años tienes? ¿12? ¿Has visto alguna vez una como esta? No tengas miedo,
cógela».
Y yo lo veo ahora y me sigo acordando. El mismo tipo
borracho sentado en un banco. De nuevo a tiro para mejor tropezarse.
«Imbécil. Es usted un cerdo, un maldito idiota imbécil».
Mudo por fin.
«Imbécil. Es usted un cerdo, un maldito idiota imbécil».
Mudo por fin.
sábado, 8 de marzo de 2014
(Sin título)
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Vientos huracanados me
elevan del suelo en tardes
como esta. En sueños
traslado memorias de hueso
y maraña.
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* La acuarela es obra de la pintora Lola Valls.
Vientos huracanados me
elevan del suelo en tardes
como esta. En sueños
traslado memorias de hueso
y maraña.
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jueves, 6 de marzo de 2014
martes, 4 de marzo de 2014
sábado, 1 de marzo de 2014
Fisuras en el aire, de Araceli Esteves
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Vidas extrañas
Vidas extrañas
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Con
este primer libro, Araceli Esteves irrumpe en el mundo del microrrelato, aunque
no somos pocos los que frecuentamos su blog, El pasado que me espera, dedicado íntegramente al género. En el
prólogo, Flavia Company nos advierte que “trabaja con gran acierto un humor
particular, de carácter sintético; una fantástica capacidad de observación y
una no menos fantástica capacidad de fabulación”; atributos necesarios –sobre
todo, los dos últimos- en cualquier narrador que se precie, habida cuenta de
que el cultivo del micro no debe limitarse, como a veces ocurre en los
concursos, a ofrecer una exhibición de ingenio y humor.
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Aun
cuando sea frecuente encontrar en estas piezas la comicidad y el absurdo propio
de ciertas situaciones cotidianas, tampoco resulta extraño ver cómo emerge en
ellas lo sorprendente, en un vuelco inesperado de la realidad, si bien la
autora introduce sus fisuras con un
temple y una sorna que hará disfrutar al lector. No en balde, posee una rara habilidad
para alternar en sus piezas lo real y lo fantástico como si habitaran un
territorio común, sin posibilidad alguna de disociarlos. El título, asimismo,
da cuenta de la naturaleza de su contenido: un conjunto de microrrelatos acerca
de los más diversos temas, entre los que destacan las relaciones de pareja, el
trabajo, la madre, el paso y el peso del tiempo y, en general, el sinsentido de
la vida; sujetos a una variedad de tonos y tratamientos. Así, aparecen escritos
ya en primera persona ya en tercera, con un sesgo irónico, trágico o dramático;
lo que redunda en la capacidad proteica del género, de naturaleza profundamente
versátil, cualidad que los críticos no han dejado de señalar.
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La
extensión media de los textos suele abarcar una página, aunque sobresalgan los de
mayor concisión y desnudez, con un punto de laconismo; en mi opinión, los
textos más logrados, ya que cuanto más concisa se muestra la autora en su
escritura, más agudas y afiladas se tornan sus tramas. Así pues, destacan
piezas como “El pasado que me espera”, “Motín”, o “Nuestra casa”, donde se describe,
a partir de la sucesión de una serie de oraciones negativas, lo que para la
narradora todavía constituye su hogar, aun cuando su experiencia se empeñe en
demostrarle justo lo contrario. En otro texto, “Amantis”, se alude de forma
simultánea, en feliz correspondencia, a la figura del hombre menguante y a la
descripción sutil de un orgasmo femenino. Y en “Amor fugaz”, de corte irónico, la
pasión que nace con el sol, se pone de improviso con las primeras sombras del
atardecer. Mientras que en “El terrible drama de Rodrigo”, uno de los más
disparatados del conjunto, nos relata la biografía cruel de un amnésico, del
que afirma al final: «Cuando llegaron los niños del colegio, rompió a llorar.
Él, que ni siquiera tenía ojos». (p. 56). Junto a los microrrelatos citados, de
tono sucinto y elíptico, despuntan también otros de mayor desarrollo narrativo:
“Náufrago con suerte”, “La nueva casa”, “Fisura”, “Pequeñas miserias” o “Viaje
interestelar”, por ejemplo.
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De
igual modo, la autora homenajea a clásicos de la narrativa brevísima como Max
Aub, y sus crímenes ejemplares, o Chuang Tzu, con su pieza maestra
protagonizada por una mariposa, a partir de la elaboración de variaciones de
estos mismos motivos. Hacia el final del libro se intuye el inicio de una senda
hipnótica y poderosa en estos relatos, cobrando la elipsis, el ingenio y el
laconismo un papel creciente, y dotando a sus creaciones de un halo de misterio.
En definitiva, los micros de Araceli Esteves combinan la utopía y el humor, así
como la crítica social y el absurdo, en un acercamiento a la realidad a través
de la concisión que no puede dejar indiferente al lector interesado.
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* La reseña ha aparecido en el número de marzo de la revista Quimera.
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jueves, 27 de febrero de 2014
martes, 25 de febrero de 2014
jueves, 20 de febrero de 2014
Berlín 2014
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Ya estoy de nuevo en Berlín. Después de instalarnos, he revisado el contenido de unas cajas que dejé allí ex profeso cuando regresamos a Barcelona. Son tres recipientes de tamaños distintos. Abro la primera, veo un sobre grande y blanco, le doy la vuelta y leo, escrito de mi puño y letra en una de sus esquinas: "Al tiempo le gusta brujulear como si estuviera encerrado en un reloj ingrávido". Seguía estando conforme: a mí me agrada especialmente la ingravidez de esta ciudad.
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Ya estoy de nuevo en Berlín. Después de instalarnos, he revisado el contenido de unas cajas que dejé allí ex profeso cuando regresamos a Barcelona. Son tres recipientes de tamaños distintos. Abro la primera, veo un sobre grande y blanco, le doy la vuelta y leo, escrito de mi puño y letra en una de sus esquinas: "Al tiempo le gusta brujulear como si estuviera encerrado en un reloj ingrávido". Seguía estando conforme: a mí me agrada especialmente la ingravidez de esta ciudad.
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lunes, 10 de febrero de 2014
Un continente precipitado
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Bastaba cerrar los ojos para vislumbrar la trama en la que mi casa era escenario y sustancia de cuanto me constituía; y yo, un continente irremediablemente contenido, a salvo -o eso creí- de cualquier borrasca inoportuna. Esta vez, no obstante, el sueño mostró las baldosas del cuarto de baño abriéndose raudas al baño del cuarto, como el dique que franquea sus compuertas sin estorbo, mientras una cantinela de pesadilla transpiraba entre bostezos su pequeño ahogo cotidiano. Me acomodé mejor la almohada. Seguí durmiendo.
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Bastaba cerrar los ojos para vislumbrar la trama en la que mi casa era escenario y sustancia de cuanto me constituía; y yo, un continente irremediablemente contenido, a salvo -o eso creí- de cualquier borrasca inoportuna. Esta vez, no obstante, el sueño mostró las baldosas del cuarto de baño abriéndose raudas al baño del cuarto, como el dique que franquea sus compuertas sin estorbo, mientras una cantinela de pesadilla transpiraba entre bostezos su pequeño ahogo cotidiano. Me acomodé mejor la almohada. Seguí durmiendo.
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miércoles, 5 de febrero de 2014
La música de las sirenas, ed. de Javier Perucho
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Contenta de formar parte de esta antología sirenóloga, a cargo del editor mexicano Javier Perucho.
Con Lilian Elphick, Diego Muñoz Valenzuela, Juan Epple, Juan Romagnoli, Sandra Bianchi,
Contenta de formar parte de esta antología sirenóloga, a cargo del editor mexicano Javier Perucho.
Con Lilian Elphick, Diego Muñoz Valenzuela, Juan Epple, Juan Romagnoli, Sandra Bianchi,
Isabel Mellado, Susana Camps Perarnau, Ginés Cutillas, Fermín López Costero, Antonio Serrano Cueto, Nana Rodríguez, Ana María Shua, Raúl Brasca, Daniel Ávila y otros muchos.
martes, 4 de febrero de 2014
viernes, 31 de enero de 2014
La más cruel de las certezas, de Mario Pérez Antolín
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Decir sintiendo
Tras la publicación de Profanación del poder (2011), este nuevo
libro de aforismos, cuyo título alude a la muerte, es la segunda de las tres
entregas que ha previsto el autor. Ambos comparten el empeño de criticar el poder
y su ejercicio, además de un sinfín de reflexiones sobre la condición humana. En
el volumen inicial de la trilogía, donde reúne aforismos, microensayos y
poemas, junto a varias reflexiones en torno al cultivo del género aforístico, al
que el autor desemboca desde la poesía, se anuncia su concepción del género:
«Escribo filosofía; doy testimonio de mi ruina sin inmutarme»; o bien: «Hay
maneras y maneras de anunciar el desastre: prefiero la que más se acerque a la
hiperrealidad» (p. 48).
Si en aquella primera incursión en
el aforismo ponía de manifiesto su interés por diversos asuntos relacionados
con el espíritu: ya se tratara de cuestiones más o menos abstractas, como la
inspiración, el ansia de poder, el éxito y el fracaso; ya de pasiones netamente
humanas, como la vanidad o, por el contrario, la capacidad de resistencia, entre
otras; en el nuevo libro ahonda en esta misma senda de exploración del alma
humana, y de cuanto la concierne, convencido de que en épocas de incertidumbre
el pensamiento aforístico se revela crucial.
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Esta vez, sin embargo, el libro parece alimentarse de una interesante aportación: la que supone introducir el uso de la ficción narrativa; un recurso del que ya se hacía eco el profesor José Ramón González en su Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos. Antología (1980-2012), y de la que Pérez Antolín se aprovecha de igual modo: «Entre la pregnancia de lo real y lo ideal alambicado hay una hienda por la que se cuela la ficción, adoptando formas sagradas o profanas. Este relleno lubricante facilita el deslizamiento de los bloques titánicos de racionalidad» (p. 138). No podemos estar más de acuerdo con el autor, aparte de ser un hecho que cuando se remonta a las esferas celestes de la abstracción resulta, en ocasiones, algo retórico y alambicado; mientras que cuando desciende al terreno de lo real manifiesto, sin necesidad de pecar de anecdótico, parece mucho más certero, llevando a buen puerto el desarrollo de su elucubración.
Esta vez, sin embargo, el libro parece alimentarse de una interesante aportación: la que supone introducir el uso de la ficción narrativa; un recurso del que ya se hacía eco el profesor José Ramón González en su Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos. Antología (1980-2012), y de la que Pérez Antolín se aprovecha de igual modo: «Entre la pregnancia de lo real y lo ideal alambicado hay una hienda por la que se cuela la ficción, adoptando formas sagradas o profanas. Este relleno lubricante facilita el deslizamiento de los bloques titánicos de racionalidad» (p. 138). No podemos estar más de acuerdo con el autor, aparte de ser un hecho que cuando se remonta a las esferas celestes de la abstracción resulta, en ocasiones, algo retórico y alambicado; mientras que cuando desciende al terreno de lo real manifiesto, sin necesidad de pecar de anecdótico, parece mucho más certero, llevando a buen puerto el desarrollo de su elucubración.
La variedad de temas convierte este libro
en una miscelánea de saberes y sentires que no duda en ofrecer desde la
adopción de géneros diversos. Para ello, junto al aforismo y cierta narración
que acerca sus textos al microrrelato sin dejar de ser microensayos narrativos,
Pérez Antolín recurre al poema reflexivo, aunque más a menudo redondee sus
pensamientos dentro de las hechuras del microensayo libérrimo de Montaigne, y que
más tarde cultivaría Goethe, bajo la apariencia de ‘escritos de ocasión’.
En este sentido, Victoria Camps no
duda en señalar lo siguiente: «Merece la pena detenerse en las ocurrencias que
encierra este libro y dejarse interpelar por ellas» (p. 8). También el propio
autor lo destaca en sus páginas como una posible poética del género: «En estas
notas escribo lo primero que se me ocurre, cuando menos me lo espero y dando al
resultado la menor importancia posible» (p. 16). Así, en lugar de ser un defecto,
esta escritura de circunstancias se revela todo un acierto. «Has de ser menos
elocuente para parecer convincente. La superioridad intelectual nos hace perder
credibilidad emocional» (p. 26), comenta. Y, sin embargo, comparado con su
anterior libro, en estas páginas creo que desarrolla un estilo más pulcro y
llano que casa muy bien con cuanto quiere transmitir. No en vano, al finalizar
su lectura nos queda la impresión de haber recorrido un momento decisivo de
nuestro tiempo: el que atañe a la primera década del siglo XXI, tan sobrepasado
ya de por sí, con tantísimos frentes abiertos que el autor no deja de abordar.
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* Esta reseña ha aparecido publicada en la revista de literatura Quimera del mes de enero.
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miércoles, 22 de enero de 2014
sábado, 18 de enero de 2014
jueves, 16 de enero de 2014
Ciento cuarenta y uno
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El medio moldea el mensaje a su imagen y semejanza.
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El medio moldea el mensaje a su imagen y semejanza.
.................El medio nos hace masaje.
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miércoles, 15 de enero de 2014
martes, 14 de enero de 2014
viernes, 10 de enero de 2014
lunes, 6 de enero de 2014
Ciento treinta y siete
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* Cortesía de Franz Frichard, alter ego peZqueñín de Ricardo Ranz.
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Los Reyes Magos son los niños.
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* Cortesía de Franz Frichard, alter ego peZqueñín de Ricardo Ranz.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"