A oscuras
Esta es la primera novela de una autora que ya tiene en su haber libros de cuentos y de poesía, además de un atractivo blog, Guarda tu amor humano, donde publica con frecuencia excelentes fotos, y sus prosas breves y poemas. Por si se va la luz nos sitúa, desde el mismo arranque, en una atmósfera de incertidumbre y malestar que
irá agradándose a medida que avance la trama, hasta concluir de forma abrupta e
inesperada en un epílogo no menos violento. Se compone de dos partes: invierno
y verano, separadas por una elipsis con la que prescinde de la bonanza de la
primavera, y una coda final igual de extrema y trepidante que las secciones
anteriores; como si todo ello respondiera al estado de necesidad y lucha en que
se encuentran los personajes. Si algo pudiera concluirse de la lectura de esta narración
sería que tanto en el arte como en la vida, avanzamos a oscuras.
Nadia y Martín son
una pareja todavía joven y sin hijos que decide mudarse a un pueblo semiabandonado,
lejos de todo progreso, para recuperar las riendas de su vida y, sobre todo,
poner freno al cúmulo de angustias y desvelos que el mundo civilizado no ha conseguido
atemperar. En esta mudanza que es a un tiempo una desposesión material y una
purgación interior, Nadia, una artista reconocida en su pequeño círculo de
amigos y colegas escultores, lo deja todo y accede a ir en pos de Martín, acaso
el más hastiado de los dos; con la esperanza inevitable de que esta huida de la
urbe suponga para ambos una nueva oportunidad.
En este pueblo, que
una misteriosa organización les asigna para vivir, solo habitan tres solitarios
más. La existencia de dos de ellos, Elena y Damián, ya casi ancianos, gira en
torno de sus pequeñas rutinas diarias, sin mayores pretensiones que seguir
adelante y hallar sentido a sus quehaceres, y alcanzar cierta felicidad a la
medida de sus pequeñas vidas; otra de las lecciones de esta novela en que los
viejos tienen aún mucho que enseñar a los jóvenes. Elena se comporta como una
bruja buena, o bien como un demonio egoísta, pero más allá de las apariencias y
sus modos bruscos, lo cierto es que la comunidad que forman se alimenta y sobrevive
gracias a su crianza de animales de corral, y a sus habilidades como curandera,
en una especie de vuelta súbita de todos ellos a una economía de trueque y de ayuda
mutua, de subsistencia.
De hecho, Elena
salvará a Nadia de unas fiebres terribles, y también al viejo Damián, de la
misma manera que Nadia brindará su compañía y atenciones velando, cuando sea
preciso, la enfermedad del anciano. Por su parte, Martín será guiado por Enrique
en su adaptación inicial, al tiempo que este, dueño del único bar abierto y de
una biblioteca secreta que hará las delicias de Nadia, gozará en todo momento
de la compañía que estos jóvenes recién llegados le ofrezcan, aún con el
misterio, las esperanzas y el entusiasmo juvenil casi intacto. Y sin embargo, con
el tiempo se establecerá, de forma natural, una serie de afinidades y rechazos
entre ellos, modificando, y enturbiando en ocasiones, antiguas relaciones que
hasta entonces se habían conservado. Es el caso de Elena y Damián, cuya amistad
se enfría con la aparición de Nadia. Semejante revuelo provoca también el
regreso de Ivana, esta vez acompañada por Zhenia, quizá los dos personajes más
libres de la novela junto con Martín, quien experimenta en su transcurso un
giro de ciento ochenta grados, pues ambas han aprendido a esperar poco de los
demás, o sólo cuanto les conviene, y a bastarse a sí mismas, aunque Ivana,
llegado el momento, cambiará al encariñarse de la niña Zhenia.
La prosa delicada de
esta autora, sustentada a base de pensamientos apenas esbozados e imágenes de
una fuerte carga connotativa, con un lenguaje rico y asombrosamente elástico, nos
muestra poco a poco las interioridades y recelos de estos personajes, mientras
va trenzándose entre ellos un tapiz de afectos y desafectos cada vez más
evidentes (los diversos capítulos narrados en primera persona o en estilo
indirecto libre redundan en este sentido). O descubren, perplejos, que ese
mundo alzado con escasos pobladores y la supuesta protección de una
organización, puede venirse abajo –también- de la noche a la mañana, tras entrever
la muerte anunciada de los dos viejos, verdaderos pilares de esta pequeña
sociedad, o la súbita desaparición de esos desconocidos a quienes proclamaron sus
salvadores; momento terrorífico en el que el anhelado y glorioso futuro se
extingue sin más. Y entonces, sí, ya no hay luz ni amor ni amistad que valga.
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* Esta reseña ha aparecido en la revista Quimera, número 365, correspondiente al mes de abril del 2014.