viernes, 13 de septiembre de 2019

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Se precipita todo aquel que se considera de carácter tempestuoso o intempestivo, todo menos atemperado. Reacio al acomodo por naturaleza, prefiere andar de acá para allá con el objeto de honrar un cuerpo dotado de extremidades que lo empujan al comportamiento ansioso e inconforme, dispuesto a despertar incomodidad si es preciso. Al fin y al cabo, le gusta avanzar a salto de mata y no soporta cumplir órdenes a pies juntillas, viendo en ello la imposición de cierta clase de tiranía o de obediencia ciega, tan lejos de su conformidad. Su conducta ideal es, pues, la irreflexión premeditada, que ambiciona ejercer con resolución y a conciencia, con un punto de temeridad. Lo bueno es que apenas si le queda tiempo y ganas para albergar rencor en relación con los sucesos pasados. Antes bien, lo embarga la incontinencia sublime de la reacción.



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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"