Paseando por Salzburgo, es posible ver a un tiempo, sin que a nadie se le caigan los anillos, a masas ingentes de jóvenes prisioneros de su hiperactividad gritando su alegría a quien se le ponga por delante; a japoneses y chinos avanzando como un solo ser por las callejas del casco antiguo, si bien a trompicones, y a nativos austríacos de pura cepa salir a hacer la compra o a resolver cualquier asunto vestidos de pies a cabeza con sus trajes regionales típicos. Un revoltijo en toda regla.
.
Pues es indudable que es todo un espectáculo.
ResponderEliminar