Las cuentas del futuro
Tras la publicación de dos libros
de relatos, Carmen Peire nos da ahora una novela corta en la que, desde el
título, apela a la obra casi homónima de Galdós y al símbolo que la encabeza, acaso
una forma de alertar al lector de que nos hallamos en un momento histórico no
menos candente. Electra, la pieza del
autor canario, estrenada en 1901 con éxito de público y gran revuelo político, contraponía
la España religiosa y caciquil con otra liberal y librepensadora mediante el
conflicto de su protagonista, impelida por su padre espiritual a ingresar en un
convento en lugar de asumir su destino de mujer enamorada, y que solo recuperaba
las riendas de su vida tras aparecérsele en clausura el espectro de su madre,
que la persuadía de su regreso al mundo. En fin, la obra levantó una enorme expectación
al basarse la trama en un hecho real acontecido un año antes (el caso Ubao), en
donde la progenitora de una joven de buena familia había llevado a los
Tribunales el ingreso de su hija en un convento, de lo que hacía responsable a su
mentor espiritual, acusando además a la orden religiosa de querer apoderarse de
la dote que le correspondía.
Un siglo después, esta nouvelle de Carmen Peire llena de
misterio, con visos teatrales, nos presenta a unos personajes enfrentados a su
destino durante la última década del siglo XX, escindidos entre un pasado colectivo
que les pesa y un futuro incierto que precisan conquistar. Si en la obra de Galdós
se ponía en juego dos futuros posibles a través de la figura de una novicia
seducida por la religión, en lo que venía a ser un ejercicio de libertad mal
entendido por parte de la joven; en estas nuevas páginas una muchacha busca su
identidad, intentando resolver una serie de engaños familiares para encarar el
futuro desde la asunción de su historia verdadera.
La narración se divide en cuatro
partes correspondientes a los nombres y personajes que desempeñan un papel
decisivo en la trama: Efraín, Electra, Isabel e Inés, emparentados entre sí por
lazos más fuertes de los que ellos mismos sospechan. Escrita en un estilo
diáfano, con escenas dialogadas y monólogos interiores para comunicarle al
lector sus pensamientos respectivos, En
el año de Electra no parece, por su pericia, el primer acercamiento de la
autora a un nuevo género; antes bien, su estructura posee una trabazón fruto de
una indudable madurez y oficio.
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Inés, la protagonista de este
drama, nacida de padres españoles en el exilio, visita a Efraín en su casa
porque desea hacerle unas preguntas sobre el origen de su familia. El hombre,
ya jubilado, vive parapetado tras los libros y la escritura con la única
compañía de Isabel, la criada que lo atiende y cuida, mientras se dedica a
escribir la historia de España a partir de sucesos que rastrea en diversos recortes
de periódico. Inés desea recabar información sobre su padre, tras descubrir que
era hijo de un republicano con el que su interlocutor había trabajado de joven.
Al cabo, su búsqueda la enfrenta
al pasado familiar, poniendo en entredicho el comportamiento de su familia
carnal, sobre todo la figura de la abuela, y enalteciendo el proceder de quienes
fueron sus parientes adoptivos, algunos incluso de procedencia humilde, de
conducta mucho más noble. Una vez descubierta su verdadera identidad, la joven sabrá
reconocer en Isabel y Efraín a dos amigos leales. Por su parte, este último recupera
el sentido de su escritura, logrando reconstruir la historia de la muchacha a
partir de unos cuantos cabos sueltos que anuda desde su imaginación
deslumbrada.
Carmen Peire añade un eslabón más
a una añeja tradición, mostrando una Electra moderna a través de una muchacha
que descubre la importancia de las relaciones elegidas libremente (aquí simbolizada
por la España exiliada que representa la chica), en contraposición con aquellas
heredadas o impuestas por la sangre (el país de procedencia). Así como la
necesidad de labrarse un destino propio capaz de superar un pasado engañoso, dispuesto
a hacer frente con esperanza y nuevos bríos esa entelequia llamada futuro.
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*Esta reseña ha aparecido en el número 378 del mes de mayo de la revista de literatura Quimera.
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