viernes, 20 de febrero de 2009

La visita

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La memoria vacilante de este hombre se ha asomado por sus ojos verdes de fondo amarillo con la timidez de un pájaro, en el mismo instante en que los primeros rayos de sol resbalaban por el cristal de la ventana. Hace ya más de un lustro que ocupa por entero esa cama de matrimonio de dimensiones ciclópeas, pero sólo se anima si recibe cierta visita en particular, lo que de un tiempo a esta parte ha empezado a ocurrir a menudo.
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Cada atardecer, cuando las luces se vuelven irreales y los fantasmas campan por sus respetos, hace su aparición para ir a sentarse en el extremo opuesto de la cama. Se comporta como si, en realidad, no fuera una completa desconocida. Ella se justifica diciendo que ha venido para hacerle un poco de compañía, que sólo pretende aliviarle esa soledad desconsiderada, por su bien y consuelo, etcétera.
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-Más consumido que una vela estoy: sin apenas cera que arder. Apagándome, ¿sabe usted?
Y la dama, que no es mujer de muchas palabras, no le dice ni que sí ni que no; antes bien, se limita a sonreírle tímidamente como si esas palabras no fueran con ella y, en efecto, se tratara de una visita de circunstancias, discreta y precavida.
Siempre que recupera la memoria se olvida de la visita; por lo mismo, sólo cuando aquélla lo abandona, hace ésta su aparición.
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-Y dígame, señorita, ¿a qué debo tanto honor?
El viejo se expresa así porque la mujer es toda una señora. Al menos, viste y calza como tal, con telas buenas y caras, y va siempre bien peinada, aunque no parezca necesitar demasiado maquillaje. Por el contrario, luce una piel finísima de porcelana, casi translúcida.
-¿Me lo puede usted aclarar? Le estaría muy agradecido.
Y aunque otras veces, cuando recibe las verdaderas visitas de importancia, de su hija o de sus nietos, se pone tan contento que confiesa haberle entrado unas ganas locas de bailar, sólo la otra se ha vuelto fiel y asidua, familiar.
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Esta vez la señora ha decidido darle un abrazo por toda despedida.
-Bueno, pues en tal caso, también quiero un beso, ¿concede usted?
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12 comentarios:

  1. Uf, de nuevo la ancianidad y la desmemoria. Sobrecogedor, Mega, con esa nota de humo negro que siempre das a estos micros. Ea, pues un beso, señora, para terminar.
    (Y otro fuera de la ficción para ti).

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  2. Per altres textos, suposo que la noia representa la desmemòria. Però llegint el text aïlladament, m'ha semblat la visita de la mort, tan pàl.lida. I per què hi va més d'un cop? Perquè s'hi vagi acostumant i no li faci por. M'ha agradat desmesuradament.

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  3. A mí ese beso me asusta, Mega. Los hombres... qué confiados.
    Angelicos.

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  4. Mega, me parece una historia muy tierna,intuyo que en la vida de esa persona postrada en la cama ésta visita diaria le anima a seguir viviendo.Abrazo.

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  5. De nuevo nos sorprendes con un relato de tierna crudeza. Otra vez la vejez y su sombra cercana.
    Un abrazo, y el beso también, claro.

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  6. Maga,memoria y olvido, involuntarias razones que convierten a la soledad en un dolor físico.
    La vejez y la viudez la visitas con especial delicadeza. Coincido, existe un humor negro, el deseo no desaparece del todo, (creo)
    Un abrazo, concedido?
    Sergio Astorga

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  7. Necesitaba ya ese beso, porque la soledad no puede durar eternamente.

    Esa dama, no es de temer, es nuestra amiga y lleva bien las cuentas.

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  8. Tierno y crudo, como dice Araceli. Este texto me invita a una doble lectura: por un lado, pienso en la enfermedad del anciano, pienso en un asilo y en su desmemoria, que ya no recuerda a su esposa (a la que no se menciona entre las visitas que recibe); por otro lado (y esta es la versión más plausible, creo), pienso en que la dama es la muerte, lo que la dotaría de una ternura que habitualmente se le niega.

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  9. Antonio, es que la muerte entrevista y esperada bien lo merece, ¿no lo crees tú así? Beso de vuelta y gracias por tu lectura atenta y apreciada.

    Txell, mil gràcies. Ho celebro. Fixa't que al principi volia que representés la mateixa solitud, més que no pas la desmemòria, però després vaig pensar que podria ser la mort, sí, però menys antipàtica del que se'ns representaria a tots nosaltres, els qui encara ens sentim vius... Així doncs, aquesta se li apareix sempre que perd el cap, mentre que es disipa la seva figura quan li torna la conciència.

    Olga, a mí -hoy por hoy- también. Pero quién sabe si, cuando se desea, sigue siendo así. Tiendo a pensar que son los parientes quienes ven su amenaza con horror... ¿Es aquí, entonces, la muerte deseada 'dulce'? No lo sé, pero ojalá pudiera serlo...

    Bambú, lo cierto es que he retocado un poco el texto para que quede más claro, cuando dice:
    "Siempre que le vuelve la memoria se olvida de la visita; por lo mismo, sólo cuando aquélla lo abandona, hace ésta su aparición." A mi modo de ver, esa visita le da compañía, aun siendo ella la misma muerte, que aquí, sí, aparece humanizada, menos fiera, compasiva.

    Araceli, me gusta que lo veas así: crudo y tierno al mismo tiempo. Gracias. Déjame que te felicite por haber sido finalista en el Premio Diomedea. Merecida (y afortunada) mención, desde luego.

    Sergio, hay viudez, desmemoria y senilidad, y también -claro- memoria. Hay, por último, humor negro. Pero fíjate que ni la muerte ni el anciano lo viven así, pues, en efecto, ese humor procede sobre todo de nuestra visión de espectadores resabiados. Un abrazo
    concedido.

    Nán, sí que lo necesitaba, el pobre. ¡Y qué difícil debe de ser (para el que está a punto de irse) aceptarlas y anunciarlas a los seres queridos como es debido!

    Viajero, celebro que te haya agradado. Fíjate que yo no había pensado en la primera lectura que ofreces, pero me gusta de todos modos. La segunda era la que imaginé. No pensaba que fuera un micro tan abierto hasta que me lo señalaste.

    Abrazos y besos a repartir

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  10. "Sólo se anima si recibe cierta visita en particular". "...cuando recibe las verdaderas visitas de importancia, de su hija o de sus nietos, se pone tan contento que confiesa haberle entrado unas ganas locas de bailar..."
    Por un lado el anciano desea morir ya. Se alegra cuando la muerte se acerca a él para ver si es su momento. Por otra parte se intenta aferrar a la vida cuando se ve rodeado de sus parientes.
    Tal vez sea la soledad en la que vive, y un cierto abandono, el que le lleve a desear morir. Aunque todavía tenga momentos en los que desee apurar la vida al máximo, sabe bien que la hora ya le llega.

    Besos. Si los concede usted, claro.

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  11. Tiero beso el de la dama al caballero que tan bien la recibe. Muy tierno, Mega, y muy triste desde lo cierto. Un día me dependolo y te cuento las cercanas desmemorias que vivo desde la infacia.
    Bellísimo.
    Un beso con sentido, espero.
    Izaskun

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  12. Adanero, dices: "tal vez sea la soledad en la que vive, y un cierto abandono, el que le lleve a desear morir. Aunque todavía tenga momentos en los que desee apurar la vida al máximo, sabe bien que la hora ya le llega", y es cierto. Yo imaginé al anciano en mitad de esa misma ambivalencia: en parte porque, cuando está lúcido, teme los estados de confusión y desmemoria venideros; y cuando desmemoriado, teme la vida misma, esa soledad que habita por elección propia y que, de pronto, padece aumentada, precisamente a causa de su desmemoria... Un sinvivir, como ves. Concedidos, claro que sí

    Izaskun bonita, lo cierto es doblemente triste siempre, desde luego. A mí también me parece
    todo un caballero, la verdad... Beso sentido (y consentido)

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"