martes, 21 de marzo de 2006

Afán aventurero (Microrrelato)

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Pensó que, con suerte, tardarían unos cuantos días más en descubrir su refugio, que vendría la policía y quizá los bomberos, pero hasta que eso ocurriera, iba a permanecer agazapado el tiempo que hiciera falta. Tenía provisiones de sobra. Por supuesto, no era la primera vez que lo intentaba, si bien en esta ocasión parecía dispuesto de veras a jugarse el todo por el todo, a no desfallecer como le había ocurrido hasta la fecha, echando a perder sus bellos ideales de futuro, malbaratando su afán aventurero y una incipiente fe en sí mismo aún no muy asentada, pero con la fuerza necesaria como para crecer y desarrollarse debidamente. Acaso el peor saldo de sus anteriores intentos -barruntaba el joven- fuera el hecho de haber consumido ante los demás buena parte de su credibilidad, ya de por sí bastante mermada y exigua. Así pues, lo tenía decidido: no pensaba inmutarse.
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A la media hora de haber trazado su vigoroso plan, Felipe, el hermano mayor, descubría el paradero secreto. Delatar a su hermano de ocho años no le generó el más mínimo escrúpulo.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"