domingo, 13 de enero de 2008

Cruce de caminos

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No le basta, para empezar, que el semáforo esté en verde. Debería poder cruzar la calle pero no encuentra el modo. Que el viento sople tan a favor podría desorientarla. Por otro lado, también es cierto que apenas nadie notaría el cambio a estas horas desacostumbradas de la noche, cuando las gentes yacen en sus casas, felices por lo general, inconscientes al cabo en el calor de sus refugios. Aun cuando sepa que basta un leve movimiento, no consigue dar ese primer paso heroico, capaz de conducirla a un segundo, responsable de un tercero, que termine por depositarla con cuidado al otro lado. Hoy tampoco puede.

Tras ajustarse los guantes y recomponerse la falda, gira sobre sus talones y se dirige a casa, el paso decidido, dispuesta a refugiarse en el sofocante abrigo que da la inconsciencia. Tal vez mañana amanezca un nuevo día.

martes, 8 de enero de 2008

Luminosa oscuridad

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La tarde declina. Cree que si se queda un rato más, empezará a sentir frío, de tanto silencio como se escucha. Al fin se decide y extrae del bolso, medio a tientas, una cámara de fotos diminuta. El sol se va perdiendo por los surcos de la noche hasta que los árboles detienen su sombra. A estas horas, sólo pasean ya algunos turistas. Quisiera enfocar la cámara para perseguir la luz en movimiento. Saca varias fotos; se abriga. Cuando recoja sus pasos, será noche oscura.

lunes, 7 de enero de 2008

La edad provecta

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Permanece a oscuras en la habitación. Hace pocos meses que se ha quedado viudo pero él no se hace a la idea ni piensa hacérsela. Afuera, todavía es verano. Con la mirada perdida y la persiana baja, descubre de pronto que sus brazos desnudos tantean la oscuridad como si fueran los de un pobre viejo.

sábado, 29 de diciembre de 2007

Poética

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Aquella mañana Microrrelato se sentía deprimido. Tras despertar, comprobó ante el espejo con disgusto que su nombre era demasiado largo para una naturaleza tan concentrada y compacta como la suya. Sin duda le habría ido mucho mejor si sus padres le hubieran llamado Micro desde el principio. Estaba convencido de que, con ello, se habría evitado buena parte de los malentendidos que seguían dándose de forma recurrente en su fantasiosa y libresca vida, tan literaria por lo demás.

Microrrelato se sentía, desde hacía ya algún tiempo, desconcertado y confuso. ¿De dónde sacaba el común esa manía de querer confundirlo, cada vez que hacía su aparición en público, con un chiste dudoso y vulgar? Otras veces, en cambio, preferían tomarlo por cualquier ocurrencia que la gente tuviera a bien referir; sin detenerse a pensar un minuto si con ello ofendían su sensibilidad extrema.

Microrrelato se sentía, según era previsible que ocurriera, profundamente dolido. Estaba cansado de gritarle al mundo que él no era en absoluto ni un cuento ni mucho menos un poema en prosa, aunque por supuesto guardaba ciertas características comunes con aquéllos, tales como la revelación del primero y la intensidad del segundo. Le ponía furioso que lo trataran como si fuera un género menor. Tampoco le gustaba que lo considerasen un maldito haikú.

Micro se sentía, en fin, tan pesaroso ese día, que se convenció de que acaso lo más sensato fuera esperar la llegada de la primavera antes de volver a salir a la calle. Así, y con el objetivo secreto de proteger su integridad, aquella misma tarde decidió emboscarse entre las páginas de un libro todavía en proceso de elaboración.

Horas después, mientras la joven que escribía a diario exhibía sobre el papel, sin el más mínimo pudor, su naturaleza desnuda, hecha de hibrideces y mixturas de todo tipo, Micro no pudo menos que reconocer la solemne tontería de haber querido mantenerse sano y salvo a toda costa. Como si la vida no terminara por colarse siempre.

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"