lunes, 26 de noviembre de 2007

Meme del escritorio

Leg arguye, en su defensa, que lo de endosar este meme en concreto, y que consiste nada menos que en mostrar-la-imagen-propia-de-nuestro-escritorio-privado-de-trabajo-del-ordenador-personal, "no es [en absoluto] curiosidad, lo prometo, es sólo un juego"...

Una servidora, como es muy confiada, se lo cree todo de pe a pa, esto es, a pie juntillas, de ahí que haya colgado la imagen al desnudo, sin aderezos ni otros adornos que pudieran distraer la inestimable atención del voyeaur de turno (¡ups!, quise decir del lector).

Sin iconos ni otras zarandajas (en la acepción nicaragüense de "vestido estrafalario", que documenta nuestro sapientísimo DRAE), así viste y calza mi escritorio:

Lo cierto es que me hubiera encantado trasladar este meme juguetón a nuestro resistente fustigador, pero para mi asombro, esta vez nos ha hecho los deberes (sin que sirva de precedente), así que se lo endoso al escurridizo Nán, a ver cómo se las arregla para sortearlo, que yo no he sabido...

PS: A lo mejor me cambio la imagen del escritorio por esta otra. ¿Os gusta? ;-)

domingo, 25 de noviembre de 2007

En-sueños

(I)
Cuando despertó, la vida era sueño.

(II)
Soñó que soñaba una vida de ensueño, de tan maravillosa y dulce como se le representaba. Tras despertar de ese primer viaje profundo y misterioso que le había dejado tan entusiasmado, le deprimió descubrir que la cruda realidad se agazapaba a la vuelta de la esquina, dispuesta a abalanzarse sobre él y arrabatarle todas sus ilusiones. Al despertar por completo de sus sucesivos sueños, descubrió con horror que...

(III)
Su mayor pesadilla fue no despertar nunca más.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Determinismos

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Si hubiera estudiado Arte en vez de Filosofía, Pedro habría terminado trabajando como restaurador de obras artísticas para el museo de El Prado. Si en lugar de haber cambiado de ciudad, se hubiera quedado en Madrid, un día a la salida del trabajo, de camino a un conocido restaurante del centro, habría tropezado con María, lo que le habría dado pie a disculparse y, claro, entablar conversación, además de ofrecerle el taxi que estaba a punto de coger. Si, como decimos, cambiar su ciudad natal por Valencia le impidió tropezarse con quien seguro habría terminado convirtiéndose en su esposa; tras la decisión de mudarse tropezó de igual modo–en fin, era consustancial en él dicho accidente- pero lo hizo con Sonia, a la salida del teatro, una mujer muy guapa, cierto, aunque sin el encanto de María.
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De acuerdo con esta caprichosa ruleta que es la vida, Sonia, con quien en efecto llegaría a casarse, no sólo aprendería a cocinar, andando el tiempo, unas paellas deliciosas, de chuparse los dedos, sino que además le daría tres hijos estupendos: Miguelito, María (pura coincidencia) y Mónica. Así las cosas, cada vez que este esforzado profesor de Filosofía en un instituto de las afueras de Valencia, invitara a comer en su casa a los colegas, todos ellos sin excepción se refugiarían de la falta generalizada de disciplina en las aulas en los efluvios deliciosos de la paella que su mujer iba a prepararles, por lo común, cada primer domingo de mes.
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Hoy en día, tras estudiar Filosofía, haberse casado con Sonia y comer a menudo, junto a su familia y allegados, una paella de rechupete, no puede evitar sentir de vez en cuando una punzada de nostalgia por un futuro inexistente que jamás llegará a conocer.
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lunes, 5 de noviembre de 2007

Un absurdo perfecto

Juan y Lucas son hermanos gemelos. Cuando llegue el momento, el primero se decantará por el estudio de las Ciencias Naturales, mientras el segundo es probable que manifieste una clara inclinación por la Filosofía en general y las Letras en particular.

Más tarde, cuando la Naturaleza se lo dicte, Juan se enamorará perdidamente de María, una joven rubia, alta y delgada, pianista de vocación aún en ciernes, pero de enorme talento en un futuro próximo, es decir, dentro de unos diez o doce años, que es el tiempo que la chica precisa para obtener el aplauso y el reconocimiento debidos. Lucas, por su parte, amará y será correspondido por Manuel, compañero suyo de trabajo en un periódico de prestigio, en donde todavía no sabe que entrará a trabajar como jefe de la sección de Cultura. Manuel lo hará poco después en calidad de responsable de las páginas de Economía.

Cuando ambos alcancen los 40 años, Juan y Lucas sentirán un vacío interior que les empujará sin remedio a separarse el uno y a divorciarse el otro, aun siendo idéntico el resultado. Que ambos lo hagan al mismo tiempo será sólo una maldita casualidad. Con hijos a su cargo y hartos de vivir solos, terminarán sus días juntos, como si alguna vez hubieran sido buenos hermanos, y lo harán por un sentido práctico de la existencia, esto es, para compartir gastos. Diez años después, tras darse cuenta de que no pueden vivir con un desconocido, por muy hermano gemelo que sea, lamentarán en un rapto de lucidez haber abandonado a sus respectivas parejas. También en esto, por desgracia, estarán odiosamente de acuerdo.

Y dejo aquí esta historia. Confío en que el paciente lector comprenda mi decisión. Si os soy del todo sincera, debería confesar que antes de interrumpir el relato de forma tan abrupta, llegué a la conclusión de que sus destinos empezaban a resultar demasiado vulgares, por conocidos... A lo mejor incluso consideráis que he sido un tanto cruel con sus vidas. Tal vez estéis en lo cierto y me haya excedido, no lo niego. En cualquier caso, sirva como disculpa que la presentación verosímil del mundo se me hizo de pronto cuesta arriba. Se trataba de describir la vulgar realidad sin tapujos, el absurdo perfecto que nos define y, de golpe, perdí el interés.

jueves, 25 de octubre de 2007

La vida según el alfabeto: la J

José Jiménez justificaba a Juan Giménez porque, aunque le jodiera, ambos eran jerezanos, justamente de Jerez de la Frontera. Aparte de ser buenos jinetes, a menudo se jactaban de saber cortar el jamón como genios; generalmente a rodajas. Luego se lo jalaban con los brazos en jarras. (Justo es decir, a modo de ejemplo, que la filología del DRAE fija y recoge que "en Jerez, [una jarra es, por semejanza, un] recipiente de hojalata, de doce litros y medio de capacidad, que sirve para el trasiego de los vinos en la bodega."). Ambos eran, además, juiciosos jueces de genealogía jesuítica.

Si bien Juanillo se había juntado con una japonesa siendo muy joven, a José jamás le había parecido justo que se hubiera agenciado un ejemplar del otro género tan original, ni tampoco que su generosidad hacia una mujer con jambas de junco, gesto de jirafa y ojos de jaspe terminara generándole una jaqueca tan enojosa. El origen: Mijo, la gentil japonesa, tomaba jarabe en dosis ingentes con el objetivo de que dicho agente le dejase bailar una jota con la misma energía con que lo haría una pareja de jíbaros.

Para más inri (jolgorio o regocijo ajeno, como si dijéramos), Mijo usaba gel de baño a base de gelatina, esto es, de colágeno de tejido conjuntivo, y aunque sin duda amaba la jardinería (en su jardín de naranjos germinaban todos los junios y julios unos geranios ejemplares), no era, ni de lejos, de la jet...

(Por si el lector nostálgico anda escaso de juicio, dejo sentado que este micro es un homenaje a La cantante calva, de Eugène Ionesco...)

martes, 16 de octubre de 2007

La vida según el alfabeto: la I

Incluso siendo inexperta, indagaba en los historiales incansable, intrigada por el inaudito giro que habían adquirido de improviso sus investigaciones. Inés intentaba historiar un hito inconmensurable: la irradiación del intelecto iluminado en los hindús más impuros e infelices. Desde el mismo instante de su ingreso en la India, había sido incapaz de ignorar esa irradiación incesante; incontenible, como digo, en los individuos más indigentes.

¿Y si Dios existía al fin?, se había interrogado a sí misma, inquieta hasta lo indecible. Sus indagaciones iban a significar un inconveniente insoslayable para la Iglesia. Indirectamente, para salir airosa de la lidia, insistía, inquisitiva, en inventariar los intelectos más ignotos, las irradiaciones más interesantes.

Si bien sus inferencias la inclinaban a dilucidar sus inquietudes hacia el sí, finalmente la Iglesia se había interpuesto indiferente, sin impedimento ninguno a su ingente influencia. Tras el litigio, sus ideas serían ignoradas, a juicio de la Diócesis, por irracionales e irrespetuosas, en principio con el fin de insuflar ingratitud en los espíritus más impertinentes. Implacable en su impunidad, la Iglesia se había limitado a identificar las tesis de Inés con ideologías infernales de siglos invictos. En el íncipit del impreso se decía que el obispo del distrito filipino iba a ser investido in partibus infidelium.

miércoles, 10 de octubre de 2007

La vida según el alfabeto: la H

Era Hilario un historiador heterodoxo, harto holgazán y huésped habitual de "La Hacienda". Hace apenas unas horas ha sido ahorcado en La Habana tras husmear sus habitantes en la habitación del hombre, y hallarle un hobby horrible: el susodicho hechizaba al resto de los huéspedes del hostal a base de hierro, hierbabuena y algún hierbajo, además de hipnotizar y hacer hibernar con híbridos de su cosecha al hipocondríaco de la habitación OCHO, un hombre de hechuras hercúleas, en absoluto hosco, de gran humanidad.

Han sido los hombres más humildes quienes, al verlo huir sin huella de honradez, tan deshonestamente, lo han humillado ahorcándolo. Ahora es el hazmerreír de los habaneros.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"