Ser un amor fantasmal que recorre el presente de aquí para allá con su sábana desgarrada, hecha jirones. Semejante condición.
Ser un amor fantasmal que recorre el presente de aquí para allá con su sábana desgarrada, hecha jirones. Semejante condición.
Saber que el presente todo lo diluye en un pasado romo puede espolear, en nosotros, comportamientos y gestos inexcusables.
No confundir lo que las cosas son en este instante repentino en que suceden —y ya no digamos determinadas gentes y países, los paisajes que habitan y las situaciones que viven aquí y ahora—, con aquello otro que querríamos que fueran o que acaso acabarán siendo mañana, pasado mañana; cuando nuestro indecible anhelo se dé de bruces, por enésima vez, contra semejante carga.
Parece como si, de un tiempo a esta parte, la gente no alcanzara a entender lo que se le dice, ya sea positivo, negativo o neutro, sino tan sólo aquello que desearía que se le hubiera dicho. Cada vez nos comprendemos menos.
De repente, no importa tanto que las cosas hayan sucedido como que se diga o sostenga que lo han hecho. Hemos dejado de comprobarlas, para volver a creerlo todo a pies juntillas.
Hay silencios farragosos como una cansina perorata; pero también los hay necesarios como una mirada sucinta de reconocimiento.